Gesta de valentía y abnegación, excelsa ofrenda de sangre proletaria, que dejó en la historia de Nicaragua un pasaje de dolor y heroísmo, la perdida de nuestros héroes; quienes de la estepa hicieron refugio de esperanzas y futuro, ejemplo glorioso del sacrificio esperado en las nuevas generaciones, por la continuidad de la revolución.
Bajo el ejemplo de Sandino
Luego de la experiencia guerrillera de Raiti-Bocay en 1963, el naciente Frente Sandinista de Liberación Nacional comprendió la necesidad de formar nuevos campamentos guerrilleros que permitieran las formación militar de cuadros salidos de las ciudades y universidades, así como la organización del campesinado en favor de la revolución.
Raiti-Bocay fue una aventura tomultuosa que terminaría con bajas y la casi muerte de Carlos Fonseca Amador, por lo cual nuestra vanguardia permaneció algunos años en un proceso de acumulación de recursos a través de diversas acciones de recuperación económica y ataques esporádicos contra esbirros somocistas; hasta que en 1967 se decidió formar un campamento en las montañas de la zona norte del país, en Pancasán, comunidad ubicada a unas tres horas de la ciudad de Matagalpa.
Este campamento estaría dividido en tres grupos comandados por Carlos Fonseca, Tomas Borge y Silvio Mayorga; durante tres meses los guerrilleros realizaron entrenamientos, estudios políticos y bajo la indicación de Carlos, también se desarrollaron como educadores, alfabetizando al campesinado que servía de apoyo a la guerrilla.
Jueces de mesta, ignorancia al servicio imperial
Los «jueces de mesta», seres miserables, sabuesos y capataces de la dictadura en las montañas, traidores cuya única función era la de espiar, reportando cualquier actividad contraria a la dinastía; todo con el objetivo de asesinar a cualquier joven, mujer o niño que se mostrara cómo revolucionario o Sandinista.
Durante la estadía en Pancasán las anécdotas de los guerrilleros (especialmente Pablo Úbeda) despistando a los jueces de mesta fueron muchas, sin embargo, los ojos de la dictadura estaban por todas partes, siendo los jóvenes detectados por jueces de mesta quienes darían aviso a la guardia de Somoza; armados hasta los dientes y en gran superioridad numérica los esbirros atacaron el campamento guerrillero el día 27 de Agosto de 1967.
El «Batallón Somoza» cómo era llamado incursionó en Pancasán con alrededor de 400 hombres y armamento de alto calibre; la heroica resistencia de los jóvenes se vio superada en fuego y experiencia, pero jamás en convicción, dando como resultado una derrota militar, que sería con el tiempo una victoria moral absoluta.
La sangre que germinó en esperanza
El dolor de la perdida de un cuadro combatiente es inmensa, pero es, en el fervor de una revolución superado el dolor por la necesidad de continuar el ejemplo; sembraron con sus vidas la semilla del combate en Pancasán los siguientes compañeros:
Silvio Mayorga, Francisco Moreno, Otro Casco, Faustino García, Carlos Reyna, Carlos Tinoco, Rigoberto Cruz, Nicolás Sánchez, Ernesto Fernández, Fermín Díaz, Felipe Gaitán y Óscar Danilo Rosales.
¡Presentes, Presentes, Presentes!
Crecían las listas de nuestros mártires, con ellos, también surgía la conciencia popular; nos mostraban el único camino a seguir, lecciones que aprendieron nuestros héroes y les mostraría la imperiosa necesidad de unidad entre obreros y campesinos, estudiantes e intelectuales.
Sería Pancasán un punto de inflexión, se fortalecieron las bases estudiantiles, crecerían los campamentos guerrilleros y las células urbanas, se formarían más cuadros esenciales, y aquellos jóvenes que iniciaron tal magna epopeya serían ahora miles
Una marcha que no se detendrá jamás
Algo que no esperaban nuestros mártires era ver el triunfo y no lo hicieron, más el sueño y seguridad de la victoria estaba en todos ellos, triunfo que llegó pletórico de anhelos y esperanza, que cumpliría a cabalidad todos los sueños de aquellos que hoy no están.
Pancasán fue una victoria tan inmensa que sigue andando, la vemos en las sonrisas de nuestras niñas y niños, en los programas de amor que los acompañan en los barrios y comunidades, en los partos de las madres en casas maternas y sus abonos para el crecimiento de la patria.
Como no ver el triunfo de Pancasán en las meriendas escolares que nutren nuestras mentes, en los hospitales que sanan nuestros males; ahi está en las escuelas rurales, en la educación que hoy llega hasta Pancasán y mucho más.
Pancasán está en el bien común, como en la historia, en el ejemplo heroico a continuar y el legado a defender, la gesta es hoy, como ayer, la victoria moral del pueblo de Nicaragua, de su vanguardia bajo la consigna de FSLN, que en metralla y fuego se bautizó, para nunca jamás dejar de andar por la senda del triunfo.
¡Hay Patria, Porque Hay Patria!
Escrito por Alonso.