Cerca de la medianoche del 25 de julio llegó Fidel a la granja Siboney. Entre las 10 y 11 de la noche ya se habían concentrado allí los 120 combatientes cubanos seleccionados para llevar a cabo el operativo.
Fidel les dijo: «Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante…”.
A las 5 horas 15 minutos de la madrugada del 26 de julio, los revolucionarios comenzaron el asalto al Cuartel Moncada. Por diferentes razones la operación fracasó, el plan era bueno, pero la suerte no acompañó a los patriotas. El dictador Fulgencio Batista se enfureció y mandó a asesinar a mucho de los combatientes. Hubo 5 muertos en combate y otros 56 fueron torturados y luego asesinados cuando ya estaban desarmados y en calidad de prisioneros. La tentativa de asaltar simultáneamente el Cuartel de Bayamo tampoco prosperó. La dictadura comenzó una feroz represión en toda Cuba.
Pero el Asalto al Moncada llevaba otro objetivo, que quizás los mismos protagonistas de la gesta aún no vislumbraban. Este histórico episodio construía el puente entre la guerra de la independencia librada en el siglo XIX y el futuro triunfo de la revolución en enero de 1959.
Y por ese puente, invisible para los ojos de los explotadores nativos y foráneos, volvía Martí, Maceo, Céspedes, Gómez, los mambises y una inmensa columna de viejos-nuevos combatientes que apenas unos años después se incorporarían al ejército rebelde de la Sierra Maestra.
Después del triunfo de la revolución, el Cuartel Moncada fue convertido en una ciudad escolar que tomó el nombre de «Ciudad Escolar 26 de julio» y un espacio de ella se dedicó a un museo sobre los hechos relacionados con el asalto.
Escrito por: Fernando Bossi
Fuente: PortalAlba