Victoriano Lorenzo, es de esos mártires que lograron rebasar el tiempo, y su heroísmo, continúa siendo motivo de admiración en los panameños. Fue un héroe que no provenía de las enquistadas escuelas del liberalismo, tampoco era aristócrata o descendiente de grandes caudillos independentistas. Poseía raíces indígenas marcadas por toda una historia de lucha anticolonial que tuvo líderes singulares como: Urracá, París y Cémaco.
El ‘Cholo’ Victoriano, antes de la Guerra de los Mil Días, se distinguía por ser un hombre trabajador y amigable, pero detrás de esa actitud noble, coexistía un espíritu de justicia y libertad para su pueblo, el cual venía padeciendo por décadas los embates de la persecución, el despojo de tierras y la pobreza, que habían ocasionado los Gobiernos conservadores desde que entró en vigor la constitución centralista de Rafael Núñez en 1886.
Esta precaria situación llevó a Victoriano Lorenzo a enlistarse en el bando liberal que combatía a las huestes conservadoras en el Istmo. Su liderazgo en las montañas de Coclé fue de significativa importancia en las distintas etapas de la guerra, sin embargo, ello no motivó a las élites oligárquicas que dirigían el poder del Estado en las primeras décadas de la República a resaltar su figura, porque su ejemplo de combatividad se avizoraba peligroso, e incluso, subversivo para sus intereses políticos y económicos. Llegaron a decir que era analfabeta, bandolero y criminal, le restaron además importancia en los limitados textos de historia que circulaban en el país, uno de ellos, el ‘Compendio de Historia de Panamá’, de Juan B. Sosa y Enrique J. Arce.
Poco se destacaba que era hijo del señor Rosa Lorenzo y María Pascuala Troya, quienes a una temprana edad lo internaron en una escuela de jesuitas, donde aprendió a leer y escribir, bajo la dirección del sacerdote Antonio Jiménez. En ocasiones, cuando Jiménez viajaba al exterior, Victoriano, se trasladaba a la ciudad, allí conocería a algunos maestros que lo introdujeron en los oficios de sastre, barbero y zapatero.
En su juventud ocupó algunas posiciones públicas en la provincia de Coclé, la primera de gobernador en la región norte, reemplazando a su padre fallecido, poco después, por su evidente aceptación ante los indígenas, fue nombrado regidor del Cacao.
Estuvo encarcelado en las Bóvedas, a raíz de una disputa con un terrateniente que no aceptaba su liderazgo, de nombre Pedro de Hoyos. La prisión, como suele suceder con los grandes líderes, no lo convirtió en un hombre triste o despiadado, muy el contrario, la asumió con valentía. El encierro le sirvió para afinar sus conocimientos y destrezas que le serían útiles en la guerra. Su secretario, Juan José Quirós Mendoza, testimonió al respecto que: ‘En la cárcel Victoriano leyó temas de guerra, armas y libros sobre derechos ciudadanos. En el reclusorio aprendió también a manejar armas de fuego y se relacionó con las milicias’.
En el calor de la guerra su cuartel general se situó en la ‘Negrita’, muy cerca de Penonomé, y desde este punto partirían sus tropas hacia los combates. Sus compañeros lo describieron como un hombre dispuesto a dar batalla y excelente estratega, tanto así, que su pueblo lo distinguió con el grado de general, que después fue ratificado por la dirección del ejército liberal.
La Guerra de los Mil Días terminó primero con el Tratado de Neerlandia, y después en Panamá, con el Tratado de Wisconsin (21 de noviembre de 1902), firmado en un barco estadounidense. Recordemos, que los Estados Unidos buscaban la pacificación del Istmo para materializar su propósito geoestratégico de construir un Canal por la franja angosta de nuestro país.
Para los conservadores y algunos liberales, que pretendían firmar un nuevo tratado para la construcción del Canal con los Estados Unidos, se requería pacificar el Istmo. Este objetivo pasaba por eliminar a uno de los principales líderes de la guerra, como era el general Victoriano Lorenzo, quien finalmente sería fusilado de forma injusta y cobarde al atardecer del 15 de mayo de 1903, hace exactamente 119 años.
Sobre este suceso que hoy recordamos, citamos a Diógenes de la Rosa, uno de sus mayores biógrafos, cuando al analizar su ejecución expresó lo siguiente: ‘Lo que preocupaba seriamente a los sectores más oscuros y oscurantistas del conservatismo era el significado subversivo, la lección social que expresaba para las masas más deprimidas del Istmo la actuación de Victoriano Lorenzo. En él trataron de ajusticiar, no tanto la perecedera figura carnal, como el simbolismo, el mito explosivo, con que aparecía en la imaginación popular. Pero fracasaron. El sentido y el signo de Victoriano Lorenzo, siguen alentando en el espíritu del arrabal que hasta hace poco encendían velas sobre su tumba’.
Escrito por Jaime Flores
Fuente: Periódico de Panamá