El Gobierno de Joe Biden ha dicho que su objetivo es asfixiar a Rusia: cercarla en todos los frentes hasta aislarla de los mercados occidentales. Sin embargo, pocos leyeron las letras chiquitas. Dentro de las sanciones impuestas a Moscú hubo una excepción: el bloqueo no incluye al sector energético.
Esto quiere decir que Rusia podrá seguir exportando gas y petróleo. Biden justificó la excepción, argumentando que quiere «limitar los efectos en la capacidad del pueblo estadounidense de comprar gasolina». Su postura es clara: Estados Unidos no tiene interés en trastocar el mercado energético internacional.
De esta forma, los precios del crudo y sus derivados —gasolinas, diésel, plástico, entre otros— aumentan de precio sin que necesariamente se detenga el mercado de transacciones del sector energético, algo que afectaría directamente la estabilidad de la industria estadounidense de los combustibles.
De acuerdo con los últimos reportes de precios del 1 de marzo, el barril de petróleo Brent del mar del Norte alcanzó los 107,57 dólares por barril, el precio más alto desde julio de 2014. El West Texas Intermediate estadounidense (WTI) tuvo un comportamiento similar, al cotizarse en 106,78 dólares por barril, que también representa un pico desde junio de 2014.
El hecho de que Estados Unidos decidiera no bloquear las transacciones en la industria energética derivó en duras críticas al presidente Joe Biden.
«[En Estados Unidos] decidieron exceptuar al único sector que podría realmente ser decisivo. Yo no creo que Rusia no se percate de ello. Esto posiblemente les está diciendo que Occidente realmente no tiene ganas de pelear muy duro por Ucrania», señaló Adam Tooze, académico del Departamento de Historia de la Universidad de Columbia y de la London School of Economics, a los medios.
A la par de esa estrategia de no tocar las transacciones del mercado energético, el Gobierno de Biden presionó a Alemania para que congelara las operaciones del Nord Stream 2, un gasoducto que conecta a Rusia con Alemania y que representaba uno de los mayores acercamientos económicos entre Moscú y la Unión Europea (UE) desde hace muchos años, considera Ana Teresa Gutiérrez del Cid, internacionalista de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM) y experta en la geopolítica energética mundial posterior a la Guerra Fría.
De hecho, este gasoducto es financiado por Gazprom, la compañía estatal más grande de Rusia en el sector energético.
La Unión Europea (UE) depende mucho de Rusia en materia de combustibles. Casi el 40% del gas que consume proviene del territorio ruso, según han reconocido los líderes europeos. En el petróleo la dependencia es menor, aunque considerable: 26%.
Hasta ahora, la Unión Europea no cree que la Federación rusa corte el suministro de energéticos, lo cual derivaría en una situación complicada que podría aprovechar Estados Unidos para convertirse en el principal proveedor de energéticos de la zona euro, advierte Gutiérrez del Cid. De hecho, ya lo está haciendo.
De acuerdo con un artículo publicado en el diario estadounidense The Wall Street Journal y escrito por Daniel Yergin, ganador del Premio Pulitzer, Estados Unidos ha asumido la delantera en las exportaciones de gas natural licuado al continente europeo, incluso por encima de las exportaciones rusas, que subieron hasta 400%.
«El extraordinario crecimiento de la producción estadounidense de petróleo y gas es una ventaja geopolítica y económica para Estados Unidos que contribuye a la seguridad energética mundial. A medida que la industria estadounidense del petróleo y el gas sigue recuperándose del colapso de los precios en la primavera de 2020, a causa del COVID-19, Estados Unidos vuelve a ser el primer productor mundial de petróleo —casi un 20% por encima de los otros dos mayores productores, Arabia Saudita y Rusia— y el primer productor mundial de gas natural», escribe el también consejero de la Asociación de Energía de Estados Unidos.
Y es que en Washington hay una intención muy clara de que Europa Occidental y del Este dejen de depender del gas ruso, afirma Gutiérrez del Cid. Para lograrlo, dice, el Gobierno de Biden pretende enviar gas al continente europeo a través de la iniciativa de los Tres Mares. «Pero esto será más caro y menos seguro para los europeos, ya que la exportación se llevará a cabo por medio de buquetanques», alerta la especialista, quien sostiene que esta estrategia fue posible gracias a las cumbres a las que asistió Donald Trump en Polonia.
«El Nord Stream 2 es algo impensable para la visión geopolítica estadounidense. En Estados Unidos no era bien visto que Alemania y Rusia tuvieran buena relación. Desde la Guerra Fría intentaron separar a estos dos colosos. La Alemania Occidental [del bloque capitalista] siempre fue una especie de vitrina de Estados Unidos donde se invertía mucho dinero para crear competencia con la Alemania Oriental [bloque comunista]», explica la también autora del libro Rusia: el difícil camino hacia el grupo BRICS (2012).
De este modo, reflexiona la especialista, Alemania se somete a los intereses estadounidenses —sin aceptarlo mediáticamente— pese a tener una posición más dependiente con respecto a Rusia en materia de recursos energéticos.
«En cambio, a Rusia se le queda un conflicto en el que se pretende dañar su imagen a base de una guerra informativa brutal, sobre todo en Europa y Estados Unidos», advierte la académica de la UAM.
Armas, la vieja estrategia de EEUU
Desde hace décadas, Estados Unidos es el principal productor y exportador de armas en el mundo, según datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés).
Del periodo 2011-2015 al de 2016-2020, el país norteamericano aumentó sus exportaciones de armamento del 32% al 36%.
El 47% de las armas fueron vendidas a la región del Medio Oriente, aunque el SIPRI estima que la industria bélica estadounidense suministra activos a 96 países.
Con el 20% del mercado mundial acaparado, Rusia es el segundo exportador de armas más grande del orbe. Estados Unidos abarca el 37%, Francia el 8,2% y Alemania el 5,5%.
“Recordemos que la economía estadounidense es una economía esencialmente bélica. A la economía de Estados Unidos es a quien más le conviene que Europa del Este se hunda en un conflicto de grandes proporciones”, asegura el historiador y analista internacional Christian Nader.
Si se toma en cuenta que el 70% de los estadunidenses no está de acuerdo con las acciones de su Gobierno, se puede concluir que el presidente Joe Biden necesita legitimar su mandato mediante acciones que, históricamente, desde la Segunda Guerra Mundial, le han funcionado a Estados Unidos, como una narrativa heroica de guerra, considera Nader.
«Estados Unidos tiene una economía de guerra y necesita reactivarla después de la gran tragedia que les significó el coronavirus. ¿Y cuál es la mejor manera para reactivarla? Vender armamento manteniendo activa la industria militar», reflexiona el experto.
Sin embargo, no cualquier conflicto le conviene a los estadounidenses, ya que mientras más lejos se desarrolle la guerra del territorio estadounidense, mejor para Washington.
«[Estados Unidos] propició este conflicto entre ucranianos y rusos, que son casi lo mismo, y que me atrevo a decir que son pueblos hermanos. Washington logró construir un proyecto anti ruso en Ucrania y así llevar la guerra a las fronteras con Rusia», sugiere Ana Teresa Gutiérrez del Cid, que también es autora del libro China y Rusia como actores centrales de las nuevas coordenadas del poder mundial (2019).
Las ventas de armas y servicios militares de las 100 mayores empresas del sector armamentista ascendieron a 531.000 millones de dólares en 2020, lo que significa un crecimiento del 1,3% en términos reales con respecto al 2019, según el último reporte de SIPRI.
Estados Unidos volvió a tener el mayor número de empresas bélicas clasificadas en el Top 100. En conjunto, las ventas de armas de las 41 empresas estadounidenses ascendieron a 285.000 millones de dólares, un incremento del 1,9% en comparación con 2019. De ese modo, representaron el 54% de las ventas totales de armas del Top 100. Desde 2018, las cinco primeras empresas del ranking tienen su sede en suelo estadounidense, detalla el informe.
«En esta situación observamos cómo el presidente Biden respalda los intereses de los halcones, tanto del Pentágono como de las empresas de la industria bélica de Estados Unidos», concluye Ignacio Martínez Cortés, coordinador del Eje de Política Internacional de la Red China-América Latina y el Caribe.
Fuente: Sputnik
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