Primeramente, en relación al título es importante manejar las diferencias entre neutralidad y neutralización. En tal sentido, abordaremos esas diferencias más adelante. Entrando en materia, la presencia de las fuerzas armadas de Rusia dentro de Ucrania, más allá de los territorios de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, constituye una situación preocupante desde el punto de vista internacional. Pero el asunto no es lineal o simple. Muchos que señalan a Rusia que no son “los buenos”. Rusia es también una nación hostilizada, bajo los efectos de una guerra de nuevo tipo impulsada desde Occidente, una guerra híbrida, combinada en métodos, orientada al desgaste de Rusia y su disgregación interna.
La coyuntura no es tan simple o maniquea y los poderes que señalan a Moscú han sido y continúan siendo hostiles contra Rusia e invasores de otros pueblos del mundo. La invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Serbia en 1998, la invasión de Estados Unidos y sus aliados europeos a Irak y Libia en 2003 y 2011, respectivamente, la intervención de Washington y sus aliados en la guerra civil de Siria, el apoyo de Occidente a Israel en su represión al pueblo palestino, el suministro occidental de armas a Arabia Saudita contra el heroico pueblo de Yemen, los bloqueos contra Cuba y Venezuela, las amenazas reales de invasión norteamericana a Venezuela, las sanciones y ataques políticos de Estados Unidos y sus aliados derechistas contra Nicaragua, la asistencia de la Casa Blanca al gobierno de Colombia para la represión del movimiento popular, son, entre otras intervenciones militares, políticas y económicas, ejemplos de cómo quienes ahora hablan contra Rusia no tienen la moral para hablar de democracia y libertad, ni exigir respeto a un Derecho Internacional que ellos no cumplen. Poderes hipócritas y de doble rasero ético que solo velan por sus intereses económicos y políticos.
Dicho esto, es importante resaltar que basamos nuestras ideas y análisis en las más nobles banderas del progresismo y de las luchas revolucionarias de los pueblos por su independencia, el desarrollo social, la igualdad entre las naciones y su libertad. Esos son nuestros principios.
La paz en la historia no se construye con planteamientos o exclamaciones legales solamente. La paz se construye con hechos que garanticen y conduzcan a ella.
La acción expansiva de la OTAN durante 30 años a los vecinos de Rusia, convierte a esta última potencia en nación amenazada. Desde esta consideración compleja tenemos que analizar la actual situación en historia de las relaciones entre Rusia y Ucrania, y entre Rusia con la OTAN.
La declaración intempestiva del presidente Zelenski manifestando su intención de convertir a Ucrania en un país poseedor de bombas atómicas apuntando a Rusia, vino a ser una expresión absolutamente imprudente, temeraria y amenazante a la paz. Una clara provocación a Rusia, tomando en cuenta el contexto de crecientes tensiones en Ucrania del Este y en las fronteras de Rusia.
Con su discurso incendiario y en extremo desafiante, el presidente de Ucrania terminó de pulverizar los acuerdos de Minsk firmados entre Ucrania y Rusia, así como todos los entendimientos de postGuerra Fría que buscaban la distensión entre Occidente y Rusia como principal heredera del poder soviético.
La postura del gobierno de Ucrania desafió e hizo saltar por los aires los más elementales y juiciosos análisis de ciencia política y correlación de fuerzas. Un adolescente instruido en historia universal y geopolítica era y sigue siendo capaz de saber que Estados Unidos no iría y no va a ir a un enfrentamiento directo con Rusia por Ucrania
Semejante y supuesta inocencia del gobierno de Ucrania, confiando en Estados Unidos, es asombrosa, hasta sospechosa y tiene explicaciones posibles. Se debería a una tendencia irracional del Ejecutivo ucraniano motivado por un odio desproporcionado hacia Rusia o porque la vocación suicida del Gobierno como generales ucranianos se debe a que recibieron gruesas sumas de dinero desde Occidente, pagos mercenario, a cambio de convertir su país en un frente de tensión internacional contra Rusia. O una mezcla de ambas explicaciones.
La colocación de misiles atómicos norteamericanos y de la OTAN en Ucrania subvierte completamente el equilibrio entre las grandes potencias y pone a Rusia en clara desventaja de aniquilación, pues la cercanía de Ucrania colocaría como blanco a solo unos pocos minutos a la población y gobierno de Moscú, lo cual dificultaría el tiempo de evacuación en caso de guerra nuclear. En cambio, las ciudades de Estados Unidos no tienen la presión de misiles rusos en México o Canadá.
En 1962, la colocación de misiles soviéticos en Cuba provocó una crisis mundial que desembocó en un acuerdo bilateral de las mega potencias a espaldas de la Revolución cubana, que llevó a la Unión Soviética a retirar sus misiles de la isla a cambio del retiro de los misiles de Estados Unidos en Turquía, cerca de la Unión Soviética.
Los reiterados llamamientos de Putin, presidente de Rusia, proferidos desde hace décadas, buscando la cooperación y la amistad internacional, han sido correspondidos de forma alevosa con la expansión de la OTAN a las naciones del antiguo bloque socialista de Europa Oriental, en las narices de Moscú, a lo que es imperativo agregar el discurso de estigmatización y odio visceral contra todo lo ruso en los medio de comunicación de Estados Unidos, contribuyendo al aislamiento, bloqueo y prejuicios contra Rusia y su pueblo.
Así las cosas, desde hace unos días el mundo se ha visto impactado por la reciente intervención militar de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania, acompañadas de las milicias populares antifascistas independentistas de la región del Donbás. Esta acción militar se produce como corolario de una acumulación de hechos que se remontan en lo mediato al golpe de Estado neonazi de 2014 en Ucrania, el cual contó con el apoyo de las cancillerías de los países de la Europa Occidental y Estados Unidos aglutinados en la alianza OTAN. Dicha alianza ha definido a todo poder o proyecto autónomo y soberano del mundo, como un enemigo y objetivo a batir por ser contrario o no alineado a la hegemonía de las potencias occidentales, renuentes a perder la supremacía global que alcanzaron en los últimos siglos de auge capitalista alimentado primigeniamente por la esclavización y el colonialismo practicado contra los pueblos de América Latina, África y Asia.
El golpe de Estado de 2014 en Ucrania tuvo como telón de fondo al levantamiento paramilitar de la ultraderecha abiertamente pronazi, acontecimiento que pasó a conocerse como el Maidán, en alusión a la plaza pública de Kiev, capital de Ucrania, y que fue el sitio preciso de concentración del fascismo ucraniano para su asalto sedicioso y violento contra las instituciones del Estado.
Durante el golpe de Estado se produjeron trágicos escenarios de exterminio por razones políticas e ideológicas como la masacre de Odessa, en donde hordas neonazis asesinaron brutalmente a decenas de militantes de izquierda muertos por bala, unos quemados vivos y otros fenecidos tras ser salvajemente golpeados.
Ante la toma del poder por parte de los neonazis y sus medidas de limpieza étnica y político-ideológica, la respuesta de diversos grupos sociales y étnicos de Ucrania fue separarse del poder central de Kiev e invocar el derecho de autodeterminación para declarar su independencia de Ucrania. Fue el caso de la región peninsular de Crimea, cuya población votó abrumadoramente por la anexión a Rusia, y por otro lado las provincias de Donetsk y Lugansk, ambas de la zona conocida como Donbás, que proclamaron su independencia y constitución en repúblicas independientes. En todas las regiones antes mencionadas la población es de origen fundamentalmente ruso.
Cabe mencionar en este punto que fuerzas políticas de Ucrania de origen no ruso, pero perseguidas y reprimidas por los fascistas de Kiev, tomaron la decisión de aliarse a las repúblicas independentistas de Donetsk y Lugansk y luchar junto a estas contra los ataques de ribetes genocidas de Ucrania, tanto sus efectivos militares como agrupaciones paramilitares nazis.
Existe una porción considerable de Ucrania habitada de forma mixta por gentes de origen ruso y ucraniano y está finalmente la zona occidental del país, en donde radica la capital Kiev, con la población esencialmente ucraniana, que se concibe a sí mismos como afines al occidente europeo y dentro de la cual se ha posicionado una delirante expresión de nacionalismo extremo étnico cultural. Esa es precisamente la corriente que detenta el poder desde 2014.
Las proclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk durante ocho años han sido sometidas al martillo constante del bombardeo de fuerzas paramilitares y militares del poder ultranacionalista de Kiev. Las víctimas de lo que es una campaña de limpieza étnica oscilan entre ocho mil a 18 mil, según distintas fuentes. Al mismo tiempo, Ucrania amenazaba con adherirse a la OTAN y convertirse en una plataforma de colocación de misiles atómicos contra Rusia.
El espectro de los millones de soviéticos y rusos asesinados por los nazis y sus colaboradores ucranianos, lituanos y letones, así como la guardia ucraniana de Auschwitz, es un legado funesto de la historia que gravita en el imaginario de los pueblos de la zona como una experiencia horrible y que puede repetirse ante el rebrotar de los grupos de la supremacía racista emuladores del Tercer Reich nazi.
Desde la desaparición de la Unión Soviética, todos los acuerdos orientados a la instauración de una zona de paz en las naciones cercanas y fronteras de Rusia fueron sistemáticamente desconocidas por las potencias de la OTAN. La idea detrás de ello se hizo entonces clara: que aún desintegrada la Unión Soviética, la segunda parte de la estrategia contemporánea era el asedio y cerco a Rusia para su desgaste y desintegración como Estado gigante y poderoso en el mundo, poseedor de inagotables riquezas, entre ellas petróleo, cereales y minerales valiosos, codiciados siempre por los Estados occidentales de Europa, a los que se suma desde hace unas décadas Estados Unidos. Las invasiones de Napoleón en el siglo XIX y Hitler en el siglo XX, hacen parte de los esfuerzos de Occidente por el vasallaje de Rusia y los pueblos euroasiáticos. Ahora, en el siglo XXI, la OTAN es la reedición y continuidad de los propósitos del hegemón antiruso.
El gobierno de Ucrania, entregado a los intereses de las potencias de Occidente, hizo que su Estado fuese sacrificado y llevado a las fauces de la guerra con el fin de desestabilizar a Rusia y erosionar desde un ángulo peligrosamente frontal la posición de esta potencia en el mundo.
Al momento de este escrito las fuerzas rusas han avanzado dentro de Ucrania y han destruido su capacidad antiaérea, bases aéreas, flota naval y una cantidad importante de guarniciones militares. Hay enfrentamientos en varios puntos del país. Los hombres ucranianos de 18 a 60 son forzados por el Gobierno a enrolarse al Ejército. El control de las calles de Kiev está por ahora en manos de grupos nazis. Putin desde Rusia ha hecho un llamado a que los generales desconozcan al Presidente si se niega a negociar y los invita a que asuman el camino de la negociación. Las tropas rusas y sus tanques se acercan a Kiev. A Rusia no le conviene necesariamente un combate calle a calle en la ciudad de Kiev. Al Ejército ucraniano no le es favorable su total destrucción, ni a los ucranianos someter a su capital a la guerra y tampoco les conviene que determinadas fuerzas de la OTAN, con el argumento de enfrentar a Rusia, ingresen y a la postre dividan más partes del territorio. No olvidemos las ambiciones territoriales de las derechas de Polonia y Hungría sobre territorios de Ucrania.
Lo ideal y más pertinente sería el establecimiento de un alto al fuego pactado entre los gobiernos de Ucrania y Rusia para desescalonar el enfrentamiento militar. El repliegue de las fuerzas rusas debe ir acompañado de una negociación en función de la cual Ucrania se declare como Estado neutral a la postura de la OTAN contra Rusia. Ucrania debe concebirse a sí misma como una zona de paz alejada de todo tipo de estrategia bélica, como en los casos de Suecia y Finlandia. También que tras el repliegue de las fuerzas rusas, se produzca un acuerdo o tratado internacional en lo que se llamaría en ese supuesto la neutralización de Ucrania, en base al cual la neutralidad de Ucrania pasaría a ser un compromiso de los Estados firmantes: es el caso de Suiza.
La OTAN debe cesar su expansionismo hacia el este. En Ucrania deben ser ilegalizadas por las autoridades locales todas las expresiones políticas que converjan en el odio racial y las posiciones del neonazismo. La identidad ucraniana debe esforzarse en función a la paz y el progreso como norte y no definir al país en oposición a Rusia. Respetar la autodeterminación de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, así como renunciar definitivamente a reclamaciones en Crimea cuyo pueblo ya se expresó en las urnas. Ucrania debe declararse como país abierto a la amistad con todas las naciones del orbe, sin alinearse con bloque o alianza militar de ninguna naturaleza. Solo en esas condiciones podrá haber paz duradera y cimentada entre los pueblos de Europa y una mayor tranquilidad en el globo.
Escrito por Jorge González
Fuente: Correo del Alba
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