“A los países poderosos, pido que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la tierra”.
Papa Francisco (16.10.2021).
“las sombras caerán detrás de ti…”
Walt Whitman
La jornada cívica electoral en Nicaragua, legítimo y soberano proceso político nacional, se desarrolla en un complejo escenario, aunque sereno, estable y seguro, fortalecido de dignidad patriótica, esperanza solidaria y compromiso popular. Hay, en el particular contexto, dos circunstancias a considerar:
* Primero: las diversas preocupaciones y limitaciones que impone la incierta pandemia que Nicaragua ha abordado con inteligente solidaridad desde su realidad, y cuyos efectos se prolongan y agobian al mundo, impactan la salud pública y la vida socioeconómica, por lo que restringen la movilización masiva de candidatos y de simpatizantes, realizándose la campaña posible mediante asambleas con grupos pequeños, contactos directos con electores, difusión en medios convencionales y virtuales, redes sociales y publicidad gráfica en espacios públicos.
** Segundo: las consecuencia de la autodescalificación y autodestrucción de algunos opositores que se excluyeron de la oportunidad de conquistar espacios cívicos propios mediante la contienda política en el marco constitucional al dejarse comprar por intereses injerencistas de potencia extranjera, que los arrastró sin contemplación hasta embarcarlos como instrumentos irracionales, útiles y descartables, no solo en el drama destructivo del fallido golpe de estado (abril-julio 2018), sino que, a pesar de la amnistía decretada con la ineludible condición de “perdón y NO repetición”, varios, cegados por la impunidad que pretende tutelar el agresor, continuaron con similares prácticas descaradas lo que los puso en abierta posición criminal, antipatriótica y de complicidad para seguir procurando desestabilizar al país, ser insensibles pregoneros de manipulación y desinformación, atentando de manera inhumana y sumisa contra el bienestar común, pretendiendo ceder la independencia y sacrificar la soberanía, lo que, por obligación del estado y la sociedad no se puede permitir. Es la infección viral del odio, la violencia, la manipulación y la traición a la patria, el peor de los pecados, el más repudiable delito según Virgilio y Dante.
Al articulador de la estrategia imperial que en su atrofiada naturaleza impone su hegemonía, le resultan inconcebibles los modelos nacionales socioeconómicos y políticos de éxito, auténticos y populares, embrutecido por sus intereses expansionistas sin considerar las necesidades propias de nuestra pequeña y digna nación centroamericana, sin respetar a los tontos útiles que se prestan al temerario y denigrante juego de llamarlos, abrir puertas y entregarse, como ocurrió durante el siglo XX y antes, a mediados del XIX, con los liberales de Francisco Castellón quienes trajeron a Byron Cole y a William Walker para iniciar un sombrío capítulo de nuestra historia, la primera intervención norteamericana para pretender anexar al expansivo imperio del norte, no solo nuestro país, sino a Centroamérica.
La prepotente supremacía no ha permitido al imperialismo norteamericano actuar con inteligencia sana por la sostenibilidad y el futuro estable y justo de su pueblo, las naciones del mundo y la humanidad en su conjunto, por lo que con frecuencia se ha desbocado para invadir, intervenir, destruir y devastar para usurpar e imponer intereses particulares mediante los más disímiles, burdos y conocidos métodos. La reiteración de esos actos empaña los méritos y descalifica la positiva grandeza del pueblo y la nación de Twain, Poe, Whitman, Steinbeck, Hemingway, Luther King,… Según Spiderman: “un gran poder implica una gran responsabilidad”.
Así como es inhumano y violatorio al derecho internacional sostener durante casi seis décadas el bloqueo contra el heroico pueblo de Cuba, tampoco es una medida lúcida, demuestra una arraigada torpeza por prácticas anacrónicas, es contrario al camino de justicia y equidad, opuesta para fortalecer cualquier proceso político democrático nacional y popular que mejore la convivencia, la seguridad y la vida las personas.
La obsesión imperialista impide a los operadores norteamericanos, como parte de la disparatada maquinaria inhumana y trituradora de democracias y de la paz global, pensar y actuar con serenidad racional. Prevalece el impulso instintivo y paranoico de injerencia y agresión por parte del artífice de las funestas invasiones, agresiones y golpes de estado en América Latina y el responsable de lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, aterradoras masacres de destrucción humana y material, son los crímenes de lesa humanidad más horribles de la historia que han quedado en la complicidad del sistema mundial que procuran controlar.
La desesperada pretensión externa lanzó sin escrúpulos al precipicio a ciertos organismos y liderazgos de ficción. En consecuencia, al haberse entregado por falta de dignidad y visión nacionalista, permitió que se quemaran algunas figuras locales, varios de los posibles grupos políticos opositores y organizaciones sociales fueron contaminadas y desnaturalizadas, asociaciones de membrete se incorporaron en una imprecisa mezcla de efímeras siglas lejos de la necesidad e identidad popular, sin estructuras orgánicas territoriales.
Se derrumbaron ante el fracaso por intentar romper el orden constitucional. Quedaron en evidencia porque, a pesar de la confusión, la desinformación, el odio y la confrontación que generaron, la grave perturbación al orden público y a la vida social, económica y política del país, no lograron captar de manera permanente la atención social y mucho menos el compromiso de la mayoría de los ciudadanos y, contrario a ello, las personas de buena voluntad, la organización comunitaria, social y política logró reaccionar y desmontar las intenciones criminales. Es imposible para un gobierno sostener su vigencia legítima sin contar con el apoyo popular mayoritario, sin disponer de la capacidad institucional que, apegado al marco jurídico vigente, logre restablecer y preservar el deber del estado por el bien común que es en esencia orden, seguridad ciudadana, justicia, equidad y solidaridad.
Las descaradas maniobras por manipular las necesidades comunitarias, confundir las legítimas preocupaciones y demandas de los sectores sociales, desinformar para crear falsas realidades, exacerbar las contradicciones normales de la convivencia, desconocer los avances socioeconómicos, el mejoramiento de la calidad de vida de los sectores tradicionalmente excluidos, no fueron duraderas. Se evaporaron, como dice el refrán “como llamarada de tuza”. El país logró con reconocido heroísmo y contundente éxito, alimentado por la firmeza histórica de dignidad y patriotismo, con el sentido de compromiso solidario y de esperanza que anima nuestra historia, el presente y el futuro, restablecer la seguridad, la movilidad y la convivencia.
Por lo tanto, varias de los personajes involucrados que dirigieron, financiaron o incitaron esa perversa asonada criminal fueron desacreditadas por la responsabilidad de sus actos y la complicidad con la injerencia extranjera que continuaron evidenciando, aún después del perdón con la premisa de NO repetición. El Departamento de Estado a través de sus instrumentos diplomáticos, de inteligencia, de “cooperación condicionada”, económicos, mediáticos y sus aliados, lanzaron al fuego, sin ninguna consideración, a sus aliados o discípulos locales. Actuaron con brutalidad cortoplacista, aquellos sin contemplación de ningún tipo y estos, cegados por la ambición oportunista o por torpe ingenuidad.
Parte de la oposición política nacional, comprometida con las acciones criminales golpistas, asumiendo y repitiendo el discurso elaborado por el patrón extranjero, recibiendo dinero e instrucciones en abierta violación a la legislación nacional e internacional, “se tiraron al agua” y, sin saber nadar, se ahogaron ante la vista pública. Dejaron frustrados, “o colgados de la brocha”, a varios de sus adeptos o posibles seguidores. La falta de sensatez imperial prevaleció frente al interés nacional, la sumisión se impuso, la corriente, lamentablemente, los arrastró.
¿Esperaban los gestores de la política gringa que el estado de Nicaragua permaneciera inmóvil y complaciente frente a la burda intromisión en sus asuntos internos? ¿Creían ellos que se iba a permitir de manera impune que siguieran recibiendo dinero, creando organizaciones, impulsando liderazgos ficticios, falsificando la verdad, manipulando y desestabilizando, atentando contra el irrenunciable derecho conquistado por el pueblo nicaragüense de ser artífice de su destino por el bienestar común?
En mayo de 2018, en la oportunidad de diálogo que se frustró por la parcializada incompetencia metodológica de los mediadores y testigos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, y la ciega intransigencia de los improvisados representantes de la provocación en contra del orden constitucional, carentes de visión política, cegados de odio y violencia, mostraron la naturaleza de su propósito, pidieron la salida del presidente electo de Nicaragua, que se desmontara la institucionalidad, se cayera en un estado de anarquía que derribara las conquistas populares y posteriormente, exigieron el adelanto de las elecciones generales… El Gobierno de Nicaragua y los representantes de las organizaciones populares escucharon con serenidad las absurdas e irrespetuosas pretensiones y, habiendo ofrecido al exacerbado grupo disuelto en una nube de confusión y manipulación que desistiera de la violencia para que continuáramos avanzando juntos por la consistente senda de prosperidad que se mantuvo durante la última década, confirmó su legitimidad, responsabilidad y dignidad. Los actores implicados con el agente externo, anclados al margen de la institucionalidad democrática del país, “no se bajaron por la escalera” que el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional les ofreció, no enmendaron y continuaron…
Adelantar las elecciones generales, como exigencia dictada por el incitador imperial lesionaba el orden constitucional, aunque en realidad, como se sabe, esos “representantes” que nunca fueron electos por nadie sino designados por alguien, que carecían de estructuras orgánicas lícitas y de formulación programática, no tenían intención ni estaban preparados para entrar de manera cívica en una contienda electoral adelantada, su propósito era generar perturbación y mayor caos para agravar el conflicto, desmontar el proceso revolucionario, entregar el país a la oligarquía históricamente dependiente, restableciendo los privilegios exclusivos del gran capital y el sometimiento a la política norteamericana.
Si hubieran sido inteligentes, después del grave error que los llevó al fracaso golpista, aprovechando la amnistía de junio de 2019, si hubieran guardado distancia de la violencia y la dependencia externa, si se hubieran enfocado en la organización política interna, si hubieran trabajado con sentido patriótico e independiente para prepararse a las elecciones de 2021, quizás otras condiciones habrían logrado.
Se quemaron, se ahogaron antes de tiempo, estaban comprometidos con la continuidad de los actos de sometimiento y agresión. El decisor, quien los creó y dirigió, dejó que se quemaran y ahogaran, los tiró a las llamas, desde el precipicio más alto, los empujó al acantilado para ahogarlos. ¿Qué le importa al extranjero descartarlos y designar a otros? Creyeron que la impunidad les iba a permitir continuar. No contaron con el coraje del liderazgo sandinista y de los nicaragüenses, la inclaudicable fortaleza de dignidad patriótica de la que está investida Nicaragua para defenderse de la amenaza, para protegerse de la agresión, bajo el amparo del ESTADO DE DERECHO a la medida del interés popular, no del ESTADO DE DERECHA, de la legislación nacional, no de la norma federal norteamericana, del derecho internacional, no de la complicidad sumisa de los satélites atemorizados o comprados por la amenaza, la sanción y el bloqueo, burdos e ilícitos mecanismos de las sombras que no prevalecerán.
¿Quién actúa mal, la nación extranjera que financia, agrede y desestabiliza un proceso institucional legítimo o la nación soberana e independiente que se defiende con sus instrumentos de derecho para desmontar esa agresión prepotente que atropella la legislación nacional e internacional? ¿Por qué permitir la impune intromisión de Estados Unidos para quebrar el orden constitucional y desestabilizar? Las naciones del mundo y las personas de buena voluntad deben escuchar el clamor popular de esta digna nación del centro de América cuya historia de lucha confirma su vocación inclaudicable en la construcción de una sociedad más justa, equitativa, cristiana y solidaria.
Los posibles ausentes en las elecciones generales de noviembre 2021 se excluyeron al actuar con insensatez y faltos de inteligencia por el compromiso golpista y la persistencia de ser agentes de intromisión y agresión de potencia extranjera. Es penoso y triste decirlo, algunos compatriotas se convirtieron en instrumentos de traición a la patria. Se constituyen en sujetos de persecución penal que creyeron gozar de la bendición de impunidad de origen y de quien los alienta desde los círculos de poder norteamericano. El agresor actuó con brutal prepotencia imperial proliferando amenazas, descalificando y destruyendo otras opciones cívicas que pudo respetar sin comprarlas ni someterlas como sumisos títeres o hilos del engranaje desestabilizador. A los tontos los hundió el agresor, ahora, lamentablemente, pagan, por el bien común, las consecuencias.
El fortalecimiento democrático es participación popular efectiva en la gestión política, económica, social y cultural, promueve el acceso al desarrollo integral con equidad y solidaridad, no es sinónimo de impunidad, ni se limita a la participación electoral que es un episodio complementario y necesario en el que el voto popular de los nicaragüenses reafirma su vocación cívica opuesta a la perturbación externa y a la desestabilización para frustrar el camino del bien común por el Bien vivir que es equilibrio con el entorno natural, desarrollo social inclusivo, convivencia en paz, seguridad y prosperidad.
El politólogo norteamericano Noam Chomsky reconoce: “Hoy por hoy la única forma de que Estados Unidos ataque a un enemigo mucho más débil es construyendo una enorme ofensiva propagandística que lo exponga como el más absoluto, e incluso como una amenaza a nuestra sobrevivencia misma”. Esto es lo mismo de lo dicho por Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi: “Si la mentira es bastante grande y la dices con frecuencia la gente empieza a creerla”. ¿Cómo explicar la desproporcionada campaña mediática de mentiras y tergiversaciones que activa sistemas publicitarios y diplomáticos para desacreditar y crear escenarios inexistentes? Nicaragua no es y ni ha sido enemiga de ningún pueblo del mundo, ni del gobierno y pueblo norteamericano, nunca ha agredido ni invadido a país extranjero, no representa amenaza alguna para el poderoso imperio del norte, ha sido víctima de violencia, intervención y explotación de sus recursos, ha visto transgredido su territorio por potencias coloniales de ayer y hoy. Richard Nixon, el trigésimo séptimo presidente de E.U. afirma: “Somos un imperio y cuando actuamos estamos creando una nueva realidad”. El diplomático y académico nicaragüense Mario Barquero en el ensayo Estados Unidos de América: del puritanismo religioso a la sociópata imperial (2019) analiza: “Sin importar el Jefe de Estado y gobierno de turno, una característica invariable es el uso de la violencia en sus relaciones internacionales, la que puede ir, desde sanciones (medidas coercitivas unilaterales), financiación a grupos de apoderamiento (proxy), golpes de estado, hasta intervención militar directa. Todas estas formas de agresión las han usado y las usan los líderes políticos de los EE. UU.”.
¿Por qué los voceros de algunas naciones y organizaciones internacionales se confunden y se prestan al tenebroso juego inhumano que activa el agresor? ¿Son coautores o ingenuos, están desinformados o manipulados, tienen miedo, prefieren el silencio o la indiferencia cómplice? ¿Cómo van a colocarse, por el motivo que sea, al lado de quien sistemáticamente ha pretendido ser el arbitrario y gendarme que impulsa o crea cualquier acto ilícito y sombrío sin asumir ninguna consecuencia? No es lícito que otros se atribuyan el derecho a discutir y decidir lo que compete a cada nación soberana en el marco de su institucionalidad. Las naciones, foros internacionales, las organizaciones y movimientos sociales y políticos por la autodeterminación de los pueblos estamos obligados a contribuir a la convivencia pacífica, el desarrollo sostenible y la prosperidad con equidad. Es inhumano, opuesto al derecho internacional, no cristiano ni compatible con los principios de relaciones de diálogo, respeto y cooperación que debe prevalecer entre las naciones del mundo.
Necesitamos cerrar la puerta al intruso y reencontrarnos todos en casa, despojados del horrible virus de la injerencia y la traición, fortalecidos con la inmunidad patriótica de la dignidad por el bien de Nicaragua siempre libre. La paz es el camino…
La sociedad y el estado de Nicaragua continúan en su proceso democrático y popular como parte del rumbo esencial de prosperidad, equidad, solidaridad, seguridad y paz, actuando con firme legitimidad para defenderse ante el inescrupuloso aparato del poderoso estado agresor, sus adeptos, cómplices, agentes e instrumentos de conflicto, falsedad y manipulación, para cortar los envenenados tentáculos que se suelen expandir entre las naciones más débiles, agigantados por la valentía de la verdad como David frente a Goliat, con el temple de la fe, el heroísmo y el honor, como lo hizo Sandino antes, como lo hacemos los nicaragüenses patriotas y de buena voluntad ahora…
¡Unida, Nicaragua triunfa!
Escrito por Francisco Bautista Lara
Fuente: 19 Digital
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