Que hable el pueblo y calle el Necio, el filibustero moderno, vocero del gran capital, embajador de la opresión; con el nos separa el dinero y la conciencia, del primero tiene mucho, del segundo ni les digo, pero vale recordar, que al final, es sólo un títere más.
La injerencia es un síntoma, de una gran enfermedad llamada imperialismo, que enferma a nuestro mundo y mantiene aún sus pretensiones neo colonialistas; buscan con sus rancias estrategias manipular la mente de los pueblos, su incultura y egoísmo en las voces de sus siervos.
Lo vemos siempre al mister Sullivan, aparentando preocupación, fingiendo interés; sonrisa de par en par y arrogancia incalculable. Felicita a sus periodistas y sus medios, pues su jefe es, y se siente en el poder de dictar quién está bien o quienes mal; pero algo le podemos asegurar, y es que nuestra gente jamás se va a olvidar.
Le podríamos recordar a quienes sirve por si lo olvida, esas élites que controlan el dinero y nos quieren controlar, recordamos el tratado Crapton-Webster (1852)*, junto a sus amigos británicos, repartiéndose nuestro Atlántico y su barquito «Cyane» que San Juan del norte vino a atacar; y en serio nos dirá: ¿Que su gobierno nos quiere proteger?
Su verdadera autoridad no sobrepasa su imaginación, y cree que sus palabras al Gobierno Revolucionario de Nicaragua lo harán temblar; se siente Knox, pero su nota ya no pega, sus palabras divisionistas y amenazantes a nadie harán renunciar. En los libros quedaron esos días en que Corinto era el embarcadero de sus marines, controlando nuestras fronteras con el tratado Castrillo-Knox (1911)* y su «Plan Dawson».
Hay algo que se entiende, Sullivan no es su propio jefe, sólo cumple órdenes, y dormir le ha de costar cuando la presión por entregar a Nicaragua no puede alcanzar, soñando sus amos que vuelvan los días en que un Chamorro llegaba a Washington, con gusto y sin leer, a firmar los contratos de sus banqueros.
Vociferar contra nuestra soberanía, proclamando fraude, «exigiendo elecciones libres», desearan allá en el norte que sean como las de antes, quizá como en 1924 vigiladas por los marines, serían estás las famosas «elecciones libres» que nos exigen. Pero no es así, los marines ya no pisan estás tierras, y las elecciones las vigila nuestro pueblo; los estudiantes, los campesinos, el artesano, la trabajadora de oficina, la ama de casa, el constructor y el señor que limpia las calles, obreros y obreras dignas, con trabajos que el embajador jamás tendrá que conocer.
Llueven y lloverán sus amenazas, el poder militar que poseen lo conocemos, pero hay algo que no cuentan y pasan de improvisto; Nicaragua no se vende ni se rinde, ni discute su soberanía, la defiende con las armas en la mano, de fuego y de trabajo, de estudio, conciencia y humildad; y tan cierta es la arenga de nuestro comandante que grita en nuestras mentes: ¡Quien dijo miedo muchachos!.
La historia es nuestra y la escribe el pueblo de Nicaragua, ni Washington, ni Londres; ni casas blancas, ni palacios.
¡Viva Nicaragua libre y soberana!
Escrito por Alonso.
Referencias.
*IES, Pensamiento Anti Imperialista en Nicaragua. Editorial Nueva Nicaragua, 1982, pp. 354-363
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