El 4 de octubre de 1879, La Concordia, Jinotega, vio nacer al patriota Benjamín Zeledón Rodríguez. Cayó 33 años más tarde, en 1912, en Catarina, en la misma fecha de su nacimiento. Con su ejemplo de hidalguía y amor a la patria, nos ha legado la defensa de la soberanía ante la injerencia e intervencionismo del yanqui invasor.
Jurista, diplomático, militar
Hijo de Marcelino Zeledón Ugarte y de María Salomé Rodríguez, fue estudiante de secundaria en Tegucigalpa, Honduras; Regresó a Nicaragua en el año de 1900 para estudiar leyes. En 1903 peleó en la defensa de la revolución liberal y en este mismo año el Presidente Zelaya le extendió el título de Doctor en Leyes.
Como jurista se desempeñó como Oficial Mayor de la Corte Suprema de Justicia, Juez de Distrito de lo Civil de Managua, Juez del Distrito de Rivas, Juez de Distrito de Minas en la Comarca El Cabo, en el Departamento de Zelaya, hoy Región Autónoma del Caribe Norte. En 1907 fue Síndico Municipal de Managua y promotor del homenaje del municipio a Rubén Darío, en ocasión de su visita triunfal a Nicaragua.
El Presidente José Santos Zelaya lo nombró en 1907 como Auditor de Guerra, destacándose en la breve guerra que El Salvador y Honduras impusieron a Nicaragua, siendo ascendido a Coronel. En 1909 se desempeñó como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario ante el gobierno de Guatemala. También fue miembro de la Corte Internacional Centroamericana, con sede en Cartago, Costa Rica.
Al frente del Ejército Libertador
Con la renuncia del General José Santos Zelaya López, el 1 de diciembre de 1910, a causa de la infame Nota Knox del gobierno estadounidense y la renuncia de su sucesor el Dr. José Santos Madriz Rodríguez, en agosto de 1910, en un clima de profunda inestabilidad, el doctor Benjamín Zeledón, partió al exilio junto con la intelectualidad liberal.
Pero, en 1912, cuando estalla contra el gobierno conservador entreguista de Adolfo Díaz, Zeledón vuelve para encabezar como General en Jefe al Ejército Libertador. Logra tomarse Tipitapa, sin embargo, no pudo marchar sobre Managua y tuvo que replegarse a Masaya, donde se atrincheró desde agosto a octubre de 1912.
Adolfo Díaz había obtenido la intervención directa de los Estados Unidos de Norteamérica quienes enviaron soldados y oficiales, en 8 buques de guerra, que desembarcaron en Corinto el 15 de agosto.
El General Luis Mena, también alzado a la par de Zeledón, claudicó en Granada y fue deportado a Panamá. La resistencia la mantuvo al General Zeledón, quien quedó abandonado, sin armas y desinformado. León y Jinotepe cayeron el 3 de octubre. Masaya cedió sitio y al amanecer del 4 de octubre se tomaron el Coyotepe.
Varias son las versiones sobre la muerte del joven Doctor y General Zeledón. Unos dicen que cae acribillado por una caballería enemiga que le exigió rendirse, otros afirman que fue herido, capturado y fusilado poco después como reo de guerra.
Zeledón fue declarado Héroe Nacional el primero de octubre de 1980 por la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, reconociendo su gesta heroica en defensa de la soberanía de la Nicaragua libre y bendita.
Benjamín Zeledón y Augusto C. Sandino
El General Augusto C. Sandino, siendo un joven de 17 años, quedó impactado por la imagen del cuerpo arrastrado de Benjamín Zeledón que era halado por una carreta de bueyes, aquel 4 de octubre por las calles de Catarina.
Sandino, marcado por las injusticias generadas por los invasores yanquis y el vil asesinato de Benjamín Zeledón, en su lucha retoma el desafío patriótico de derrotar a las tropas yanquis, además de expulsarlos, como parte de la causa justa que Zeledón inició.
Zeledón dio todo por la patria
El diputado e historiador Wilfredo Navarro, en el libro Zeledón vida y legado, plantea que “La prioridad de Zeledón fue su nacionalismo contra toda acción intervencionista contra Nicaragua y su lucha la refrendó con su muerte. El General Benjamín Zeledón lucha contra la intervención norteamericana en 1912 y se hace memorable la batalla en Masaya donde las tropas norteamericanas, más de 800 norteamericanos y dos mil conservadores en los Cerros, la salida a Masaya en el Coyotepe y la Barranca se atrinchera y enfrenta a los enemigos de Nicaragua”.
Así mismo, en una entrevista realizada por el 19 Digital, Navarro expresa: “Zeledón es un ejemplo para todos y hoy más que nunca ese pensamiento y esos ideales cobran vida ahora en Nicaragua, en donde se requiere de esa valentía, de ese nacionalismo de enfrentar a los mismos enemigos, porque es el gobierno norteamericano interviniendo en las cosas y lo que es más triste, son los mismos […] que al igual cuando Zeledón, cuando Sandino clamaban a Washington les diera el poder que no se lo podía dar el pueblo de Nicaragua, igualmente se repite y son los mismos apellidos que están cometiendo la misma barbaridad de traicionar a la patria”.
Extracto de la carta de Benjamín Zeledón enviada a su esposa Esther
A continuación, proponemos la lectura de un extracto de la carta que el General Benjamín Zeledón envió el 3 de octubre de 1912 a su esposa Esther.
“Tu papá agotó los razonamientos que su cariño y su claro talento le sugirieron. Me habló del deber que tengo que (de) conservar mi vida para proteger la tuya y la de nuestros hijitos, esos pedazos de mi corazón para quienes quiero legar una Nicaragua libre y soberana.
Pero no pudimos entendernos porque mientras que él pensaba en la familia, yo pensaba en la patria, es decir, la madre de todos los nicaragüenses.
Y como él insistiera, le dije al despedirnos que, desde que lancé mi grito de rebelión contra los invasores y contra quienes los trajeron, no pensé más en mi familia, sólo pensé en mi causa y mi bandera, porque es deber de todos luchar hasta la muerte por la libertad y la soberanía de su país.
Para los que tenemos la dicha de sentir arder en nuestros pechos la llama del verdadero patriotismo, para quienes sabemos que quien sabe morir, sabe ser libre, y, aunque veo por los preparativos que se hacen que yo y mis bravos y valientes compañeros vamos derecho a la muerte porque todos hemos jurado no rendirnos, no dejo de pensar en ti, mi noble y abnegada compañera, que con valor espartano me dejaste empuñar nuestra bandera de libres y patriotas, porque tú también has sentido el ultraje del invasor y la infamia y traición de quienes lo trajeron, para eterno baldón suyo y vergüenza de los nicaragüenses.
No me hago ilusiones. Al rechazar las humillantes ofertas de oro y de honores que se me hicieron, firmé mi sentencia de muerte, pero si tal cosa sucede moriré tranquilo, porque cada gota de mi sangre derramada en defensa de mi patria y de su libertad, dará vida a cien nicaragüenses que, como yo, protesten a balazos del atropello y la traición de que es actualmente víctima nuestra hermosa pero infortunada Nicaragua, que ha procreado un Partido Conservador compuesto de traidores.
Si el yankee a quien quiero arrojar de mi país me vence en la lucha que se aproxima y, milagrosamente, quedo con vida, te prometo que nos marcharemos fuera, porque jamás podría tolerar y menos acostumbrarme a la humillación y la vergüenza de un interventor.
Si muero… moriré en mi lugar por mi patria, por su honor, por su soberanía mancillada y por el noble Partido Liberal en cuyas doctrinas me nutrí, por cuyos ideales he luchado siempre y en quien tengo la fe más ciega de que al caer yo, él te escudará y escudará a los pedazos de mi alma, que les dejo encomendados, seguro de que a ti te ayudarán y a mis angelitos los educarán angelitos, los educarán en mis ideas para que a su tiempo continúen la obra que sólo dejaré iniciada.— Y digo que tengo la fe ciega en el Partido Liberal porque en él he militado siempre, porque en él he luchado con la palabra, con la pluma y con las armas, sacrificándole mis mejores esfuerzos y aun mi vida, y por último, porque tengo siempre mis amigos más sinceros y leales en quienes confío que hagan por ti y nuestros hijos lo que yo haría por los suyos, en un caso semejante.
Repito: si vivo, nos iremos de Nicaragua mientras flamee en ella el pabellón norteamericano.
Si muero… no llores, no te aflijas porque en espíritu te acompañaré siempre y porque mis buenos y leales amigos en lo particular, y el Partido Liberal, en general, quedan allí para ayudarlos y protegerlos como yo lo haría si pudiera.
Si en estos momentos no tuviera esa consoladora esperanza, moriría desesperado, porque si la patria tiene derecho a mi vida, mi esposa y mis huérfanos hijitos tienen pleno derecho a la protección de ella.
Y como, rechazada la oferta de Chamorro no queda otro camino que arreglar el asunto por medio de las armas, dejo al destino la terminación de esta carta que escribo con el alma mandándote con ella, para ti y nuestros angelitos, todo el amor de que es capaz quien, por amor a su patria, está dispuesto a sacrificarse y a sacrificarte a ti y a nuestros inocentes hijos.
Adiós… o hasta la vista. ¿Quién lo sabe?
Benjamín Zeledón”.
Fuente: Barricada
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Esta historia está buena 👍 porque bemjamin zeledon fue un sandinista