Compartimos un artículo escrito por Carla Caldera, publicado en RedVolucion, titulado «El infierno de Hiroshima y Nagasaki». A continuación se presenta el texto:
Estados Unidos arrojó dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki hace 76 años, en el último año de la Segunda Guerra Mundial que se desarrolló entre 1939 y 1945.
Japón había guardado silencio cuando los Estados líderes de los Aliados, Reino Unido, China y EEUU, le pidieron rendirse en la “Declaración de Potsdam”, a finales de julio de 1945.
Tokio declaró que no podía “entregarse sin condiciones” y en agosto de ese año le ofreció a los Aliados una “paz negociada”.
Luego de que los Aliados rechazaran la oferta, EEUU arrojó la primera bomba a Hiroshima en la mañana del 6 de agosto y la segunda a Nagasaki hacia el mediodía del 9 del mismo mes.
Como resultado de la destrucción de las dos ciudades, el emperador Hirohito, de la era japonesa “Shouwa”, declaró la rendición incondicional de su país en un mensaje el 15 de agosto.
Destruyó el Setenta por ciento de Hiroshima y la mitad de Nagasaki.
La bomba, que destruyó el 70% de Hiroshima, mató a 140.000 personas para finales de 1945. Mientras muchas personas heridas que no pudieron obtener asistencia médica murieron, personas que llegaron a la ciudad para ayudar también fallecieron debido a la lluvia radiactiva que ocurrió después de la bomba.
Si bien el poder de destrucción de la bomba lanzada sobre Nagazaki fue limitado por las colinas que rodeaban la ciudad, cerca de 70.000 personas murieron durante el ataque y en los meses posteriores, y la mitad de Nagazaki desapareció. Los japoneses aseguran que el número de muertos es medio millón.
Según las cifras oficiales del Comité del Proyecto Manhattan, establecido para el desarrollo de armas nucleares por EEUU, 255.000 personas vivían en Hiroshima antes del bombardeo.
En principio, 66.000 personas murieron y 69.000 resultaron heridas en Hiroshima. En Nagasaki, donde vivían 195.000 personas, 39.000 personas murieron y 25.000 resultaron heridas.
A finales de 1945, el número total de muertes aumentó a 135.000 en Hiroshima y 75.000 en Nagasaki. Sin embargo, Japón anunció que la cifra real de las muertes en ambas ciudades es de cerca de 500.000.
“La verdad sobre los ataques atroces en el Japón”.
La prensa japonesa, liberada desde la entrada en vigor del tratado de paz, ha publicado artículos e informaciones para dar cuenta al público de las atrocidades los estadounidenses han cometido. Hasta ahora no se había podido divulgar la doble experiencia de la bomba atómica. Asahi, uno de los diarios más importantes, que tira cinco millones de ejemplares, preparó un número especial, cuya primera edición se vendió en un abrir y cerrar de ojos. Se ven en ella cadáveres carbonizados de hombres y, sobre todo, de mujeres y niñas. Sus rostros, o lo que queda de ellos, aparecen contraídos por el dolor. Los heridos tratan de salir de los cráteres llenos de cadáveres. Hay una foto de una mujer con la cara tumefacta que da el pecho a un niño cuyo cráneo está cubierto por las pústulas radiactivas.
De igual forma se observan casos de niños nacidos después del bombardeo cuyos brazos y piernas no guardan proporción con el resto del cuerpo y cuya dentición presenta algunas anomalías.
Los “hibakusha”.
En el país, los afectados y sobrevivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki son llamados “hibakusha”. Las bombas atómicas, además de tener un efecto devastador como las bombas convencionales, tienen un efecto destructivo más amplio debido al calor y radiación que producen.
Estas causan en el cuerpo humano enfermedades difíciles de tratar como el cáncer, deformidades y discapacidades. Además, los trastornos y heridas psicológicas que dejan en las víctimas continúan hasta la muerte. Los hibakusha envejecen con un sufrimiento fresco, a pesar de que han pasado 75 años desde el fin de la guerra. Su edad en promedio es de 82 años y su número disminuye con cada día que pasa.
Los hibakusha, afectados y sobrevivientes de las bombas, celebran en agosto de cada año una ceremonia de conmemoración del ataque, en las que envían mensajes para incentivar el abandono total de las armas nucleares.
Fuente: RedVolucion
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