Compartimos con nuestros lectores el Discurso pronunciado por el General Omar Torrijos en Managua, Nicaragua, el 18 de agosto de 1979. A continuación se presenta una nota introductoria y posteriormente el discurso completo.
La familia Somoza dominó a Nicaragua de 1933 a 1979, es decir, durante cuarenta y seis años. Al retirarse de Nicaragua en 1933, las fuerzas de ocupación norteamericanas dejaron organizada una Guardia Nacional que quedó al mando de Anastasio «Tacho» Somoza García, a quien encomendaron la tarea de asesinar a Augusto César Sandino. Sandino había combatido la presencia de los «marines» al frente de un «pequeño ejército loco» (según lo llamó la poetisa chilena Gabriela Mistral), apoyado por internacionalistas procedentes de distintos lugares de América Latina. Somoza asesinó a Sandino en febrero de 1934.
Anastasio «Tachito» Somoza Debayle, hijo del finado «Tacho» Somoza, asumió la jefatura del régimen en 1963 y era considerado como el principal defensor de los intereses económicos y militares norteamericanos en toda Centroamérica. La familia Somoza llegó a poseer 22,000 kilómetros cuadrados de la superficie de Nicaragua y una fortuna calculada en más de mil millones de dólares en los años 70, incluyendo propiedades e inversiones de la empresa Plasmaféresis, S.A. –. Además el control directo de la Guardia Nacional, los Somoza manejaban los puestos en los ministerios y en toda la administración pública, los medios de transporte, los medios de comunicación, cajas de ahorro, compañías de seguro, casas de juego, y una organización dedicada al tráfico de drogas. Incluso el terremoto de 1972, que dejó más de 30,000 muertos, ayudó a engrosar la fortuna familiar, con el desvío de la ayuda millonaria que recibió Nicaragua del exterior. Al mismo tiempo, el pueblo de Nicaragua era tratado peor que el ganado de las fincas particulares y padecía condiciones extremas de desnutrición, enfermedades, analfabetismo, violencia y el largo etcétera de la miseria.
Una de las principales preocupaciones del General «Tachito» Somoza fue la existencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional, cr4eado en julio de 1961. El 27 de diciembre de 1974, un comando del FSLN dirigido por Eduardo Contreras asaltó la residencia del ministro somocista José «Chema» Castillo, donde se celebraba una fiesta con altos funcionarios del régimen logrando la liberación de catorce presos políticos. En 1975, el General Torrijos recibió a Eduardo Contreras en la clandestinidad y lo ayudó en sus diligencias revolucionarias. El apoyo a los sandinistas se mantuvo, en forma cada vez más abierta, hasta el derrocamiento de Anastasio Somoza en julio de 1979, y más allá. El fuerte movimiento de solidaridad de Panamá se expresó también en los foros internacionales, especialmente en la Organización de las Naciones Unidas, y llegó incluso hasta la organización de una brigada de voluntarios denominada «Victoriano Lorenzo», que fue a Nicaragua a combatir en 1978.
Obsérvese que se trata del mismo período de la lucha panameña por la recuperación de la soberanía.
El activo respaldo del General Torrijos a la revolución nicaragüense lo puso en un grave riesgo personal. Muchos vieron peligrar también la entrada en vigencia de los Tratados Torrijos – Carter, prevista para el 1ro de octubre de 1979. Sin embargo, se produjo el efecto inesperado descrito a continuación por el historiador Ricaurte Soler:
«Es interesante, e importante, señalar que el triunfo sandinista de inmediato repercutió favorablemente en los Tratados del Canal. Ya estos habían sido parcialmente desvirtuados por la ley 97 – 70, de la autoría del representante John Murphy. Durante los meses de junio y julio de 1979, este personaje se esforzaba por entorpecer aún más los Tratados cuya entrada en vigencia se aproximaba. Pero el triunfo sandinista deshizo sus maniobras.»
(Véase el libro La invasión de Estados Unidos a Panamá, reimpresión a cargo de la Revista Tareas, abril de 1992, páginas 46 y 47).
Luego Soler cita a John Dingers, autor del libro Nuestro hombre en Panamá (Bogotá, 1990, páginas 125 – 126):
«Las audiencias Murphy no lograron más que una breve demora en la adopción del tratado y las acusaciones contra Panamá por tráfico de armas [para el FSLN] se desvanecieron pronto ante la victoria sandinista. Los enemigos de Panamá tenían pruebas fehacientes, pero la coyuntura les era adversa. Los testimonios presentados en las audiencias, en junio y julio, eran incontrastables, y fueron confirmados posteriormente en forma plena. Pero la victoria sandinista en los días que terminaron las audiencias y, excepto para la minoría de conservadores en el Congreso, la derrota de Somoza fue bien recibida.»
Plaza de la Revolución, sábado, 18 de agosto de 1979
[La multitud grita a coro: «¡Omar! ¡Omar! ¡Omar!»]
Compañeros de la Junta de Gobierno [de Reconstrucción Nacional]; compañeros sandinistas; pueblo nicaragüense:
Yo no sé cuántos miles de personas hay en esta plaza, pero sí leo en sus rostros la actitud de cariño, la actitud convencida, la actitud optimista de que en estos treinta días se está estructurando una nueva patria. Yo veo en los rostros de ustedes un cariño hacia Panamá y sus dirigentes tan cálido, sólo comprable a este cálido clima de Managua.
Yo no sé cuántos miles, pero sí sé algo de lo cual la conciencia de América está convencida, de que en cada metro cuadrado de esta plaza actualmente se encuentra el mayor porcentaje de dignidad popular que hay en América [aplausos].
Yo quiero manifestarles también que nosotros venimos en representación de un gobierno que estuvo en todo momento pendiente de la causa de este pueblo, un gobierno que jefatura el Presidente Royo, que siente por ustedes un profundo aprecio y admiración y que les manda a través mío un cordial y caluroso saludo. [Aplausos. Voces a coro de: «¡Omar, Omar, Omar!»]
Yo quiero que quede bien claro, porque los veo medio confundidos en un aspecto fundamental de la presencia mía aquí, y los veo confundidos, porque ustedes consideran que es un honor que nosotros estemos aquí. No señor, yo estoy siendo honrado por ustedes, porque a quien invita este pueblo que valientemente arrancó en estampida vergonzosa a un tirano, quienes somos invitados por este pueblo, realmente estamos siendo distinguidos, no somos nosotros a ustedes. ES LA INVITACIÓN DEL PUEBLO QUE, HOY POR HOY, CONSTITUYE EL PUEBLO MÁS DIGNO DE AMÉRICA, EL QUE NOS HONRA CON HABERNOS INVITADO Y CON PERMITIRNOS ESTAR AQUÍ PRESENTES. [Aplausos]
La brigada Victoriano Lorenzo
Son ustedes los que honraron al pueblo panameño permitiendo que una brigada de voluntarios panameños, que por la libre y sin pedirle permiso a nadie se incorporaron a la lucha de liberación que ustedes habían emprendido. Son ustedes los que con su ejemplo están dando muchas, muchas, inconmensurables, incuestionables lecciones a la historia política que hoy vive este continente. Son ustedes, el pueblo de Nicaragua, el que me ha permitido a mí, el que le ha permitido a Panamá, que tuviésemos el honor de entrar a la historia de la lucha de liberación a través de todos los actos que mencionó aquí nuestro distinguido compañero Robelo. Y sepan que son ustedes, porque el mundo está pendiente de esa gran lección de dignidad que ustedes están dando, y lo más admirable, pueblo nicaragüense, lo más admirable de ustedes es la gran capacidad de perdón que han tenido ante quienes no tuvieron ningún escrúpulo en asesinar, en el asesinato masivo más canalla y más perverso que haya presenciado la historia política de América Latina. [Aplausos]
Perdón proporcional a la dignidad
Pero la capacidad de perdón va en proporción directa a la dignidad y a la valentía de un pueblo. Sólo no perdonan los que son tan ruines como los que no nos perdonaban. Y ustedes están dando un ejemplo, un ejemplo tan grande que yo podría decirles, sin temor a equivocarme, que a Nicaragua nadie tiene que venir a enseñar nada.
Hay que venir a Nicaragua a aprender
Tenemos que venir a aprender mucho. [Aplausos prolongados.] El costo social que este pueblo pagó tiene algo profundo, tiene algo sublime, tiene algo profundamente humano: Nicaragua puso sus propios muertos para la liberación, así es que nadie puede venir a imponerles condiciones. Es admirable la forma madura, serena y nicaragüense como se han desarrollado las cosas en estos escasos treinta días de gobierno revolucionario. Y les confieso que yo creo que yo mismo no hubiese tenido la madurez, yo mismo no hubiese tenido la capacidad de perdón, yo mismo tengo mucho que venir a aprender aquí con ustedes. [Aplausos]
Muchas gracias, pueblo nicaragüense, por este recibimiento. Siéntase orgullosos, como me siento yo (que en mi vanidad interna a veces me creo el papá de estos muchachos). [Voces de admiración en el pueblo]. Es mi propia vanidad… Nos tratamos tan íntimamente, cuando nuestra amistad era clandestina, porque es increíble que clandestinamente hay que defender la libertad de un pueblo, eso es increíble, pero es cierto. nos conocimos tan profundamente, que cada vez que mataban a un combatiente de ustedes, yo sentía como que se desprendía un pedazo de mi alma. [Aplausos] Ellos simbolizan el coraje de un pueblo, y me sentía arrepentido, completamente arrepentido de no haber podido ayudarlos con más anticipación; y si alguien tiene que pedirles excusas, y si alguien tiene que sentirse arrepentido de algo, es el General Torrijos, porque realmente hemos debido ayudar con más anticipación, porque tan criminal es el que asesina a mansalva a un pueblo, como quien contempla deportivamente y pacientemente ese asesinato y no interviene a favor de ese pueblo. [Aplausos prolongados]
El costos social, es el costo social más grande que ha pagado un pueblo por su liberación, y lo ha pagado Nicaragua. Ese mismo costo social nos lleva a que nos hagamos una serie de reflexiones, porque, hoy por hoy, ustedes están vertiendo un ejemplo que fortalece la rebeldía de los pueblos que aún se encuentran sometidos, y ese ejemplo hay que administrarlo con el juicio que ustedes hasta hoy lo han estado haciendo.
Hay problemas, efectivamente. Hay muchos problemas. Pero también hay muchos programas. Pero por encima de los problemas y los programas hay la decisión de un pueblo de reconstruir su país y hay la decisión de un pueblo de que más nunca, más nunca, más nunca nadie, por la fuerza de las armas, someta la voluntad de más de dos millones de nicaragüenses, y el más grande respeto, y el más grande pedestal de admiración que ustedes tienen ahora mismo es que, el que se quiera meter con Nicaragua, tiene que pensarlo dos veces. [Aplausos]
Pero valientemente es el hombre y valiente es el pueblo que sabe que lo respetan y no hace un uso incorrecto de ese conocimiento. Por eso, ustedes están llamados a cordializar, a cordializar con los países que duermen juntos. Si por ahí sale un radical que dice «Abajo el que suba», si por ahí sale un radical queriendo sectarizar un puro y noble sentimiento de libertad, por el cual el pueblo y sus dirigentes pusieron la cuota de sangre más grande que se haya visto en un movimiento de liberación en América, ellos no están haciendo más que quitarles la bandera, que quitarles la bandera de erradicar las grandes causas que hoy simboliza estos kilómetros cuadrados de la geografía política y social de Nicaragua.
Por eso los felicito, porque ustedes están siendo muy maduros, y sólo tienen capacidad de perdón aquellos que siempre están dispuestos a arriesgar su vida por defender los principios por los cuales ellos comulgan. Sólo esos tienen capacidad de perdón. [Aplausos]
Gracias, pueblo nicaragüense, porque un homenaje de este pueblo tiene mucha jerarquía, porque un homenaje de este pueblo significa mucho, y que el pueblo panameño y el gobierno panameño pudieran entrar por esas anchas avenidas de dignidad que hoy constituyen las avenidas que condujeron a los combatientes y al pueblo al «bunker» y que hicieron salir a un criminal en estampida. Y cuando un criminal sale en estampida, ¡no hay barranco que lo ataje! [Aplausos]
Muchas gracias, muchas gracias, felicitaciones, y de rodillas, de rodillas sólo quiero ver a este pueblo antes sus muertos. Ellos se merecen el respeto y la admiración de toda América, así que sólo ante ellos podemos estar de rodillas.
Torrijos, con el mayor porcentaje de dignidad popular en América, 1982, y la grabación de este discurso en cinta magnetofónica.
Referencias:
Vargas D. y Zárate M. (2017) «General Omar Torrijos de Panamá y de la Patria Grande». 2da edición. pp. 302 – 308
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