Compartimos una Carta escrita por la Compañera Nora Astorga sobre el Padre Gaspar García Laviana. A continuación se presenta el texto:
Más que maestra yo fui allí una alumna y quienes más me enseñaron fueron los campesinos. Lo que yo sabía en teoría en ellos era vigencia. Resultaba una experiencia extraordinaria ver como se llegaban a fusionar las experiencias de cada uno y desaparecían las diferencias.
Compartir con alguien el no comer, la lluvia, el peligro, la posibilidad de la muerte, te va dando un sentido de grupo muy fuerte, un sentido de solidaridad humana que yo no he vuelto a sentir en ninguna otra época de mi vida.
En ese tiempo me tocó compartir la covacha con Gaspar García Laviana. Yo no lo conocí hasta entonces, cuando ya era cura-militar, cura-guerrillero. Para mí fue un compañero, un amigo; tuve con él una relación inolvidable. Yo estaba entonces embarazada de mi tercer hijo.
Hacía todo, como todos, pero me cuidaban. Sin paternalismos, pero me cuidaban. Me buscaban guayabas, por ejemplo, y si aparecía una fruta siempre me la daban a mí. Gaspar, me cuidaba mucho también, por el niño que iba a nacer. Recuerdo que una vez me dijo:
“puede que yo no llegue al triunfo. Pero si vos llegas a llorar cuando yo me muera, me voy a poner molestísimo. Lo más que te permito es que me lleves alguna que otra vez unas florecitas, pero que sean del campo. Y nada de andar llorando, que yo voy a estar siempre metido en esto”.
Tanto me impresionó la muerte de Gaspar que no pude llorar. Cuando me lo dijeron me quedé impasible y todo el mundo que sabía del gran cariño que yo le tenía me preguntaban por qué no lloraba. Cuando después del triunfo vinieron sus papás aquí a Nicaragua yo no fui a verlos. No tenía fuerza. Realmente, yo no pude digerir la muerte de “Martín”.
Fue hasta dos años después que fui con mi hijo a Tola, en donde él fue párroco. Llegué, me senté en la iglesia y me empecé a imaginar a Gaspar allí, en su iglesia, de sacerdote… Es una iglesia tan bonita, toda encaladita. Después salí a ver su tumba, que está allí mismo.
Y lloré. Lloré no sé cuántas horas. Mi hijo me decía “¿por qué lloras, mama?” Le dije que estaba llorando a un amigo que había muerto hacía dos años y que hasta entonces no había podido hacerlo. Y es que cuando tenés un sentimiento muy fuerte no encontrás la forma de expresión. El dolor lo llevas ahí y te sale solo cuando ya sos capaz de enfrentar el dolor. Yo sé que a Gaspar no le hubiera gustado que yo llorara, pero… ¡también fue muy injusto de parte de él darme esa orden!
En el Frente Sur participé en varios combates. Primero estuve en una escuadra médica, después fui fusilera de la escuadra de morteros y después una simple combatiente. Me tocó ver morir a compañeros, como no. La cercanía de la muerte enseña mucho.
Yo no es que tenga una gran experiencia militar y ahora nuestra guerra es muy distinta a la que yo viví entonces, pero con un poquito de entrenamiento, claro que estoy dispuesta a volver combatir. Si vienen los gringos, yo volvería a combatir. Contra ellos…
…Yo he sido una privilegiada. Nací donde nací, en este país único. Encontré a la gente que me ayudó a crecer. Tuve la oportunidad de participar en la lucha contra la dictadura y ahora en la reconstrucción y en la creación de una nueva sociedad.
¿Qué más? Creo que no existe hoy otra realidad como la nuestra, en la que, con limitaciones tan serias, cada uno de nosotros, siente que tiene una obligación hacia la sociedad y la trata de cumplir con imaginación y con sentido del humor.
¡Que si no tenemos con que, ya buscamos como!
El espíritu que existe aquí de superación, de defender lo poquito que tenemos en medio de condiciones tan duras, ese espíritu de lucha de la gente, esa generosidad, esa fraternidad, me dan el orgullo de ser nicaragüense”.
Comité Ecuménico Latinoamericano por la Paz en Nicaragua
Fuente: https://centrogaspargl.wordpress.com/
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