Compartimos un artículo escrito por Edelberto Matus, titulado «El Comandante Daniel Ortega: Guerrillero y estadista de América». A continuación se presenta el texto:
En distintas ocasiones, durante el transcurso de sus casi sesenta años de existencia, el Frente Sandinista ha estado al borde de la total desaparición, tanto en su etapa inicial de organización de vanguardia político-militar y más tarde, como partido político nacional.
En la década de los años sesenta, los errores tácticos, las carencias y debilidades propias de una organización en ciernes, pero sobre todo la enorme represión militar y el accionar de los órganos de inteligencia de la dictadura somocista (entrenados y financiados por los gringos, inmersos en la Guerra Fría y temerosos de una reedición de una Revolución triunfante como la de Cuba), golpearon fuertemente al Frente Sandinista, tanto en la montaña como en las ciudades, asesinando y encarcelando a muchos combatientes y dirigentes y destruyendo importantes bases del quehacer guerrillero y clandestino.
En los setenta, los golpes vinieron desde adentro de la organización misma. La división interna en tendencias originadas en las discusiones acerca de las tácticas, estrategias de la lucha sandinista y asuntos que inclusive llegaron a tocar el basamento ideológico, ayudó sin quererlo a que la dictadura penetrara con soplones y agentes a las estructuras del FSLN, causándole grandes y sensibles bajas. Desde los cuadros de la Dirección Nacional, hasta las bases de colaboradores, fueron embestidos por la superioridad militar del enemigo, sin importar a que tendencia pertenecieran. Inclusive, el principal fundador e ideólogo del FSLN, el Comandante Carlos Fonseca y varios miembros del directorio nacional fueron abatidos o encarcelados como corolario nefasto de la división interna, dejando casi en escombros al sandinismo.
Con el triunfo de la RPS en julio del 1979, a pesar de la cruenta guerra contrarrevolucionaria financiada por los yanquis en transcurso de casi toda la década de los ochenta, el sandinismo vive su etapa de mayor cohesión y fuerza. Sin embargo, con la llegada de la oligarquía y el neoliberalismo al gobierno en el 90, el sandinismo enfrenta -en un contexto muy adverso fuera del gobierno- el peligro de la extinción como organización revolucionaria.
La pérdida del poder en las urnas electorales, causó un terremoto emocional en la militancia sandinista, cierto reflujo de la lucha popular y dio inicio a un inesperado desgrane (que incluyó a miembros de la Dirección Nacional) donde decenas de cuadros y dirigentes, hasta ese momento sandinistas, demostraron su inconsistencia ideológica, falta de compromiso partidario y fidelidad hasta las últimas consecuencias para con el pueblo nicaragüense.
Sin embargo, lo peor estaba por venir
Cuatro años después, en medio de las contrarreformas políticas y la imposición de las recetas neoliberales a la economía del país por parte de las instituciones financieras del Capitalismo global, cuadros sandinistas de nivel alto y medio, en una actitud oportunista, disfrazada de disidencia, deciden abandonar las filas del FSLN y formar un nuevo partido político, dejando al Frente Sandinista con una representación mínima de diputados en la Asamblea Nacional, una estructura partidaria muy debilitada en los territorios (al coaptar a muchos secretarios políticos e importantes miembros de sus equipos de trabajo) y algo que los traidores (no hay otra calificación posible para ellos) consideraron de suma importancia:
La mayor parte de la intelectualidad, artistas y personalidades de la farándula social se enfiló alegremente en el nuevo “proyecto renovador del sandinismo”, que prontamente pasó a llamarse “Movimiento renovador sandinista. En realidad este grupo lo único que hizo fue regresar a la ideología burguesa de la que un día la mayoría de sus integrantes habían salido, ante la oportunidad histórica de participar en un verdadero proceso revolucionario, que al final no llenó sus expectativas personales.
Sin embargo, en 1996, como el 67 y el 75 el Frente Sandinista, la organización revolucionaria más resiliente, terca y consecuente de América Latina, con todas las probabilidades en contra, una vez más logró salir adelante y a la postre, más fortalecida ante una segura extinción. Pero si la unidad en ambas oportunidades anteriores nos había salvado, entonces ¿Cuáles fueron los factores que hicieron posible no sólo la sobrevivencia, sino el increíble crecimiento exponencial de una organización de cuadros a un partido de masas con capacidad incluso de ganar elecciones arrolladoramente?
La respuesta, básicamente, se encuentra en el liderazgo, capacidad y apego a los principios originales del Frente Sandinista de un hombre: José Daniel Ortega Saavedra.
Los invasores europeos durante cuatro siglos fueron enfrentados con fiereza por los pueblos del Continente, guiados por valerosos jefes indígenas, que prefirieron morir luchando antes de entregar sus tierras al extranjero. De esa estirpe de guerreros surgen los líderes de las grandes luchas sociales que, sobre todo, ya instaurado el Capitalismo en la región, levantan sus voces y fusiles contra el Imperialismo yanqui, inspirados por el triunfo de la Revolución cubana. A lo largo y ancho de América Latina surgen movimientos populares, organizaciones revolucionarias enarbolando las banderas de la Libertad, la Autodeteminacion y la Justicia social de los pueblos y países de la región.
Como parte de esa lucha continental y mundial surge en Nicaragua una dinámica revolucionaria anclada en su propio pasado y experiencia, que dará como resultado el surgimiento del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que a su vez generara su propia historia. Una historia llena de sacrificios, sangre, valor, entrega, victorias y derrotas, pero que luego de más de medio siglo, sigue vigente y en lucha.
El FSLN ha sido la mayor cantera de grandes hombres entregados, primero a la liberación de Nicaragua de la dictadura somocista y actualmente a la construcción de una sociedad inclusiva y un país digno, prospero e independiente. Esa cantera fue descubierta y explotada a cincel, barra y piocha por las manos de un hombre único, extraordinario, venido de las entrañas telúricas de un pueblo sufrido y marcado por los estigmas de una sociedad injusta, en un país olvidado por la justicia y el progreso. Un organizador, combatiente y pensador llamado, Carlos Fonseca.
Si el Comandante Fidel Castro llegó al Socialismo inicialmente desde posiciones nacionalistas, nuestro Comandante Carlos transitó la ruta inversa: Luego de alcanzar una sólida formación marxista y regar su sangre joven junto a otros patriotas, comprendió que la única opción para derrotar a la dictadura somocista transitaba por tres caminos ineludibles:
La lucha armada ininterrumpida como método; el nacionalismo y anti-intervencionismo de la lucha del General Augusto C. Sandino (enraizada en la rebeldía aborigen) como ideología y la creación de una organización de vanguardia político-militar teórica y tácticamente afín a los movimientos de liberación nacional de orientación marxista-leninista de la época.
Derrotada la dictadura (como programa mínimo), legar a las nuevas generaciones de sandinistas la enorme tarea de la construcción de una patria inclusiva. Persiguiendo este sueño, reunió a un grupo fundacional de obreros agrícolas, estudiantes universitarios, jóvenes patriotas de diferentes estratos sociales, todos inspirados por la presencia legendaria del Coronel sandinista, Santos López y con ellos dio inicio a una verdadera hazaña: La Revolución Popular Sandinista.
Esta primera generación de combatientes fue permanentemente alimentada por jóvenes que con una exigua expectativa de vida (por la ferocidad del enemigo y las durísimas condiciones de la vida guerrillera y clandestina), nunca fueron muchos, pero sí los mejores.
Entre estos jóvenes de los primeros años del Frente Sandinista, estaría un muchacho callado, reflexivo y valiente, que disciplinadamente iría transitando con humildad todos los escalones del combatiente sandinista. Mucho antes de su prolongado encarcelamiento (del cual sería rescatado por el exitoso operativo guerrillero a la casa de Chema Castillo), su praxis revolucionaria lo llevaría a adquirir mayores responsabilidades, convirtiéndose en uno de los más importantes líderes de la organización y luego de la división en tendencias del FSLN, en el principal jefe de la llamada “Tendencia tercerista” del FSLN.
Comprendiendo el daño que causó la división a la lucha y a la militancia sandinista, pero asumiendo con responsabilidad una realidad objetiva e ineludible, el comandante Daniel Ortega junto a la jefatura tercerista responde a una necesidad postergada que al final oxigena a la lucha y posibilita la victoria militar y lo más importante, alcanzar el poder político a través del triunfo de la Revolución, para lo cual fue fundamental la reunificación en la acción de las tres tendencias nuevamente en una sólida organización: El Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Esta estrategia estuvo sustentada en la creación de una efectiva política de alianzas con otros sectores sociales, políticos y económicos nacionales e inclusive, con gobernantes, organizaciones y personalidades extranjeras, en el marco de una concepción táctica y estratégica alejada de la obsolescencia e inviabilidad de otras doctrinas guerrilleras. Tal apertura posibilitó recursos y armas para impulsar una amplia participación popular insurreccional y la creación y consolidación de frentes guerrilleros que combatieron en igualdad de condiciones contra la guardia somocista.
La historia algún día reconocerá la decisiva participación del comandante Daniel Ortega, no sólo en la creación de la estrategia del triunfo revolucionario, la dirección centralizada, coordinada y efectiva de lucha insurreccional desarrollada por los distintos frentes de guerra, sino en su aporte personal a la reunificación del FSLN.
Si bien es cierto la lucha de clases es la que determina el devenir histórico, el papel de los individuos toma relevancia no sólo como factor subjetivo de cambio, sino que puede aportar de manera sustantiva a la realidad concreta, a los procesos virtuosos de transformación en la Sociedad en que le toca interactuar. En este sentido, no es difícil identificar los grandes aportes, mediante su liderazgo y su particular lectura de cada situación (por compleja que esta sea), del comandante Daniel Ortega a la historia reciente y el proceso de cambios de nuestro país.
A partir de 1979, bajo su liderazgo se promulgaron decretos, leyes y finalmente la Constitución política que legitimaron todos los tipos de derechos a los individuos, etnias, gremios y a la Sociedad en su conjunto; la Revolución se enfrentó y venció a una guerra impuesta por los gringos a la contrarrevolución armada y se construyó un consenso con los liderazgos centroamericanos de la época para encontrar los caminos de la paz justa y duradera para todos.
Los acuerdos exitosos del proceso de paz para Centroamérica tienen para el mundo un rostro: El del Comandante Daniel Ortega, que ya durante los años de guerra- impuesta como siempre a la región por los interese de las oligarquías criollas y sus amos imperiales- se perfilaba en los grandes podios internacionales como un líder de voz potente, justa, valiente y solidaria con la causa de todos los pueblos en lucha del llamado Tercer Mundo. Un líder genuino de la talla de gigantes anticolonialistas y antiimperialistas del siglo XX y que para asombro de nuestros enemigos y alegría de los revolucionarios del mundo, aún sigue vigente y combatiente en el tercer milenio.
Fue precisamente el comandante Daniel Ortega el que convenció al liderazgo sandinista de entonces de asumir con dignidad y realismo la derrota electoral del noventa. Comprendiendo el momento histórico, la militancia sandinista y el pueblo nicaragüense pusieron todas las esperanzas en este hombre sencillo devenido en el arquitecto de la reconstrucción del FSLN, primero ayudando a subsanar con trabajo, disciplina y organización el daño de los traidores del MRS, para luego perfilarlo como un poderoso Partido de masas que nunca perdió su compromiso con el pueblo y la mística de los tiempos duros de la lucha guerrillera.
Un partido con conciencia de clase, fortalecido, que volvió a rescatar a Nicaragua de la debacle económica y social en que la sumió el experimento nefasto del neoliberalismo, tejiendo pacientemente una política hábil, valiente y creativa, para que nuevamente el FSLN fuera gobierno, esta vez por el favor del voto popular mayoritario (siempre con lealtad al partido y al proyecto revolucionario diseñado por el Comandante Carlos) y a partir del año 2006, en tres periodos consecutivos de buen gobierno, su presidencia transformó y sigue transformando al país en todos los renglones y priorizando a los más desposeídos. Y sin olvidar su papel de estadista, procurando prosperidad, estabilidad y paz para todos los ciudadanos nicaragüenses.
Sin embargo, el viejo adagio de que “el enemigo no descansa” volvió a hacerse realidad y en abril del 2018, los muertos insepultos del pasado volvieron para intentar destruir al FSLN y al país. Y de nuevo, el liderazgo y la sabiduría del Comandante Daniel se impusieron sobre los planes y acciones de los vendepatrias y golpistas, guiando al pueblo sandinista a una nueva victoria de la Paz sobre la guerra, que seguramente será rubricada en el 2021 con una aplastante victoria electoral.
Fidel Castro, Raúl Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Luis Inácio “Lula” da Silva, José Mujica, Rafael Correa y Evo Morales, lideres revolucionarios continentales y jefes de Estado, ya no están al frente de sus respectivos países y pueblos, inclusive, algunos de ellos hoy sólo viven en su ejemplo y su imperecedero legado.
Sin embargo, únicamente un hombre de ese pelotón de vanguardia no sólo sobrevive y sigue al frente de una de las organizaciones revolucionarias y antiimperialistas de Latinoamérica (y quizá del mundo, entendiendo las debidas proporcionalidades y asimetrías) más exitosas en el tiempo por sus conquistas, por su lucha contra la injusticia, contra la dependencia, las desigualdades sociales y contra el atraso económico de sus respectivos pueblos y naciones, sino que continua siendo un referente de dignidad, consecuencia y antiimperialismo para millones de hombres y mujeres que en todos los Continentes, pero sobre todo, en el llamado “Tercer mundo”, dan cotidianamente la batalla por la Libertad y el Socialismo.
Un líder indiscutible que mediante su praxis revolucionaria y su eficacia como gobernante está legando a nuestro país y al mundo una nueva forma de democracia popular, fundamentada en el sandinismo de Carlos Fonseca (que auna el patriotismo y antiimperialismo del General Sandino con la teoría revolucionaria marxista-leninista y cheguevariana latinoamericana), con lo más humanitario, altruista y solidario de la teosofía cristiana tan cercana al ciudadano nicaragüense. Un dirigente que predica y practica la paz, la convivencia con respeto y no intromisión y la tolerancia entre los pueblos y naciones del mundo y propugna por la construcción de un modelo socioeconómico inclusivo y justo.
Una persona humilde como individuo, pero extraordinario como revolucionario, jefe guerrillero, estadista y líder de un pueblo combatiente que siempre busca la paz y el progreso con dignidad: El Comandante Daniel Ortega Saavedra.
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