Compartimos con nuestros lectores un artículo del Gral. Augusto C. Sandino escrito en Octubre de 1929, titulado «El fruto de la indiferencia de los gobiernos latinoamericanos». A continuación se presenta el texto:
La mañana estaba nublada y fría. Las casas del Puerto se miraban tristes por el torrencial aguacero de la noche anterior. El barquichuelo en que viajaba con mis cinco ayudantes, atracó en el muelle fiscal.
Saltamos al muelle y entre la neblina descubrimos unos cuantos hombres, armados con carabinas nuevas y cartuchos en abundancia. No vestía de militares y me daban el aspecto de los agraristas mexicanos.
Aquel día era primero de diciembre de 1926 y por la primera vez desembarcaba en la ciudad de Puerto Cabezas, Costa Atlántica de Nicaragua, donde tenía establecido su Gabinete el doctor Juan Bautista Sacasa, Presidente Constitucional de la República de Nicaragua, en aquella época.
Un joven como de treinta y cinco años de edad, moreno, con ojos negros y cejas encontradas, de regular estatura, barba espesa y afeitada, vistiendo traje de montar, color kaki, sombrero de alas anchas y botas altas de color oscuro, con un pañuelo rojo de ramos negros amarrado al cuello, se paseaba a pasos lentos sobre el muelle, con la vista baja y dándose golpecitos con un fuete sobre la bota, de vez en cuando.
El joven militar se dirigió a mí, preguntándome si nosotros llegábamos en alguna comisión militar.
Le manifesté que era jefe de una columna revolucionaria que operaba en las Segovias y que deseaba entrevistarme con el doctor Juan Bautista Sacasa.
Nos acompañó hasta la casa presidencial. El joven era Coronel del Ejército de Sacasa y vecino de la ciudad de Diriamba. Su nombre era Salvador Bosque.
El 2 de febrero de 1927 regresamos nuevamente a las Segovias, con algunas armas, encontrándonos a varios compañeros nuevos, entre los que estaba el Coronel Salvador Bosque.
Como un solo hombre procedimos al control de aquellas regiones del Septentrión nicaragüense y ante el empuje formidable de nuestros soldados, el enemigo se acobardó y casi no hacía resistencia.
El Coronel Salvador Bosque era Primer Jefe de la Segunda Compañía de nuestra famosa caballería, que tanto terror sembró entre el enemigo. Nuestra columna caminaba de triunfo en triunfo, controlando valles, pueblos y ciudades.
Aquellas regiones por donde nuestra columna ha operado, son lugares riquísimos, y nuestras fuerzas gozan de singular simpatía, porque todos los habitantes son revolucionarios y hacen causa común con nosotros.
Hay uno de aquellos pueblos que es un verdadero jardín humano. Las mujeres son bellísimas y generosas.
Nuestra caballería estaba compuesta de hombres jóvenes, y por añadidura románticos, en su mayoría.
Aquel pueblo estuvo constantemente visitando por los diferentes Cuerpos que integraban nuestra columna.
El Coronel Bosque, quien se distinguía como valiente y como uno de los jinetes más audaces de nuestra caballería, logró conquistarse el corazón de una de nuestras bellas segovianitas.
La joven era de la clase campesina, pero muy bella y culta. El matrimonio se efectuaría a la terminación de la guerra.
Nuestra lucha cada vez arreciaba más y nuestros muchachos se coronaban de gloria en los campos de batalla.
Abandonamos aquellas regiones para ir a otras más lejos, donde el enemigo había logrado estrechar al después traidor José María Moncada.
Nuestra caballería trepó y derrotó brillantemente a las fuerzas enemigas que sitiaban a Moncada.
El último combate de aquella guerra constitucionalista se efectuó en Teustepe, el primero de mayo de 1927. En ese combate murió el Coronel Salvador Bosque.
El día 4 de mayo de ese mismo año desertó de nuestras filas el traidor José María Moncada, para ir a pactar secretamente con el enemigo, en Tipitapa. Yo regresé, con los hombres que pude, a las Segovias, y cuando llegué al pueblo donde el Coronel Bosque había dejado su corazón, fuimos recibidos con el entusiasmo de costumbre.
La novia estaba de luto y lloraba inconsolablemente. Los muchachos de nuestra caballería que habían sido amigos inseparables del Coronel Bosque, trataban de consolar a la joven, con las mismas canciones y sones de guitarra que en otros días proporcionaron momentos de felicidad a aquella pareja romántica; pero la joven lloraba y lloraba sin consuelo…
La situación se nos complicó y nuestra lucha ofrecía mayores peligros y sacrificios. La invasión yankee en nuestro territorio y sus aliados los vende-Patria conservadores y los cobardes liberales moncadistas, nos atacaban con furor.
Aquella terrible presión de los enemigos de la Soberanía Nacional de Nicaragua, me obligaron a remontarme en las selvas de las Segovias, donde se ha mantenido inflexible y resistente el honor de mi Patria y quizá el de la Raza…
Por más de un año desconocí los nombres de nuestras desgraciadas doncellas, que eran violadas por los asesinos invasores yankees, a su paso por aquellos inofensivos e indefensos poblados.
Y fue una terrible impresión la que sentí… cuando supe que aquella virgen novia del extinto Coronel Bosque, de mi caballería, había sido brutalmente violada por los miserables invasores yankees y que, como consecuencia de aquel acto salvaje de humillación, nuestra joven se encontraba demacrada, pálida, atónita y madre de un hijo con ojos azules y pelo colorado, del que no sabía ni quién era su padre…
¡Qué horror! ¿No creen los lectores que ese hijo es el fruto de la indiferencia de los Gobiernos de nuestra América Latina, ante el dolor de mi adorada y mil veces bendita Nicaragua?
Mérida, Yucatán, México, octubre de 1929.
Patria y Libertad
Augusto César Sandino
Referencias: Ramírez, S. (1984). «El pensamiento Vivo / Augusto C. Sandino». Tomo I. Editorial Nueva Nicaragua, colección de pensamiento vivo 4. pp. 401 – 403
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