Durante el proceso electoral estadounidense, el dinero corre a raudales de las arcas de los poderosos del complejo militar industrial, financiero y mediático que compran, cada cierto tiempo, a personas que les sirvan. No importa que sean azules o rojos, demócratas o republicanos, representan a un solo partido, el de los muy ricos.
El pluripartidismo en ese país es un timo, una mentira construida durante años para escamotear derechos al pueblo estadounidense.
Durante décadas la representación de terceros partidos ha ido disminuyendo, la posibilidad de llegar a cargos decisorios electivos, sobre todo a nivel federal, se limita a dos partidos: el Demócrata y el Republicano.
Los candidatos presidenciales en EE. UU. deben tener la suficiente resistencia para aguantar una competencia donde todo se vale: el golpe bajo y artero, los ataques personales, raciales, de género, la mentira, la bajeza, el engaño, la trampa.
Se escruta sin ética de ninguna clase en la vida privada de los aspirantes, la explotación del escándalo sexual para deshacerse de un rival es algo habitual y tiene historia en la política estadounidense.
En 1984, Ronald Reagan, de 73 años, supo esquivar las saetas que su rival Walter Mondale lanzaba sobre su vejez. A Bob Dole, candidato republicano en 1996, con los mismos años que Bush, le atacaban constantemente con el asunto de la edad.
Quizá por eso Bush intentó ganar terreno a Bill Clinton –el favorito– con otras tácticas, como la de sugerir que el entonces presidente, quien confesó haber consumido marihuana en su juventud (aunque «sin tragar el humo»), era el culpable del aumento del consumo de drogas entre los adolescentes. En un spot, los republicanos se preguntaban: ¿Se tragó el humo o no?
John McCain aprendió bien de las zancadillas que le hizo su compañero de partido George W. Bush, cuando presentó su candidatura a la presidencia en 2000. Los votantes de Carolina del Sur recibieron una curiosa llamada en la que se pedía su opinión: «¿Qué pensaría usted si supiera que el senador McCain tiene un hijo ilegítimo con una prostituta negra?».
McCain, cuya hija «ilegítima» era en realidad su hija adoptada de Bangladesh, se quedó fuera de la carrera por la Casa Blanca.
¿Cuánto cuesta ser presidente?
Según estimaciones del Centro para Políticas Responsables (CRP), una ONG que hace seguimiento al financiamiento de la política en Estados Unidos, la campaña presidencial estadounidense de 2016 costó unos 6 918 millones de dólares.
En la campaña presidencial de 2016, por medio de Súper PAC (Comités de Acción Política), cien personas acaudaladas contribuyeron con 1 500 millones de dólares, el equivalente a las aportaciones de 4,7 millones de donantes individuales.
El CRP asegura que 2 621 millones costó la carrera presidencial en la que fue electo Barack Obama.
Se estima que la contienda política entre Donald Trump y Joe Biden supere los 3 000 millones de dólares.
Las donaciones privadas son imprescindibles para elevar a un candidato al poder y para que se mantenga el sistema. Entonces, ¿se puede legislar en contra de grandes industrias, organizaciones, grupos de poder que han donado millones de dólares a la causa de un candidato?
Estas son las elecciones sobre las que ya José Martí decía en 1881 que «los políticianos malogran y envenenan todas las banderas del espíritu, criminales públicos son, estos calumniadores de oficio».
Escrito por Raul Capote
Tomado de: http://www.granma.cu/
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