El 22 de septiembre de 1973, Henry Kissinger juró su cargo como secretario de Estado de EEUU bajo la presidencia de Nixon.
El Plan Cóndor, complot de las dictaduras del Cono Sur, que en el lapso de 1970 al 80 causó doce mil víctimas en América Latina. Kissinger fue uno de los grandes arquitectos de ese operativo homicida y de la deposición de Salvador Allende y, junto a la IT&T, maniobró eficazmente para debilitar a la Unidad Popular chilena y finalmente derrocarla.
Kissinger abandonó la Secretaría de Relaciones Exteriores estadounidense en 1977, al terminar el gobierno de Gerald Ford, pero dejó una huella importante por haber iniciado el acercamiento con China. Iniciador de las conversaciones sobre limitación de armamento estratégico (SALT), en 1969, fue autor de la política de vietnamización de la guerra en Indochina: retiro paulatino de las fuerzas estadounidenses y su reemplazo con el ejército sud vietnamita. Promotor de la intromisión en los asuntos internos chilenos durante el gobierno de Salvador Allende, eminencia gris tras el golpe militar de Augusto Pinochet, Kissinger fue el más importante director de política exterior norteamericana tras John Foster Dulles. En 1972 recibió el Premio Nobel de la Paz, conjuntamente con Le Duc Tho.
De origen alemán, Kissinger llegó a Estados Unidos en 1938, con quince años de edad, huyendo de las persecuciones a los judíos en la Alemania nazi. Graduado con honores en Harvard, se convirtió en profesor a cargo de los programas de Estudios de la Defensa, en aquel centro superior, y pronto pasó a tener cargos similares en el gobierno hasta llegar a ser Asesor de Asuntos de Seguridad Nacional en el gobierno de Nixon y, finalmente, Secretario de Estado.
Kissinger, sostiene en su libro «La Diplomacia», que Estados Unidos inauguró la intervención de la ética en las relaciones internacionales. Desde Richelieu había prevalecido la razón de Estado: el bienestar nacional justifica cualquier medio empleado para promoverlo, aunque Bobbio señala a Maquiavelo como creador de esta escuela de acción política. En Estados Unidos es Teodoro Roosevelt quien postula, en las relaciones internacionales, la supervivencia del más apto como la mejor guía para la historia. Para Roosevelt la máxima bíblica que lega la tierra a los mansos, solamente sería cierta si los mansos son fuertes también. «La diplomacia» es una reflexión sobre el curso de la historia en los tiempos modernos, sus agentes y fundamentos. Kissinger también es autor de «Armas nucleares y política exterior», de 1957, «Un mundo restaurado», del mismo año, y «Política exterior americana», que apareció en el 69.
Fue Woodrow Wilson quien negó la razón de Estado y sostuvo que la influencia de Estados Unidos en el mundo estaba en razón proporcional a sus supuestos objetivos morales y democráticos. Wilson mantuvo una política exterior como un reflejo de las normas de la ética personal. El poder de Estados Unidos, sostenía, iba a atrofiarse si no actuaba bajo la suposición de defender el concepto de libertad por todo el orbe.
No dice Kissinger cómo Estados Unidos ha mantenido un doble discurso. Por una parte predica una moral internacional y por otra actúa con violenta agresividad para alcanzar sus objetivos geopolíticos, como un imperio que consolida sus colonias. Pese a su retórica democrática ha usufructuado zonas de influencia, especialmente en América Latina, donde ha apoyado abiertamente las dictaduras y la represión para garantizar, en un traspatio seguro, los mercados de sus productos industriales. Ahora se ha lanzado contra el Oriente Medio y está cercando militarmente a Rusia y a China.
Otro rasgo del pensamiento kissingeriano es su eurocentrismo. Según él la historia reciente del mundo se mueve entre Metternich y Napoleón III, Churchill y Adenauer. No aparece mencionado Simón Bolívar ni una sola vez, ni Juárez, ni Martí. Nuestros pueblos latinos no son protagonistas de la historia, solamente son mansos sujetos pasivos. Para Kissinger, Vietnam fue una «sangría desmoralizadora». Ni siquiera llega a admitirla como un gigantesco error estratégico, lo cual sí fue aceptado por Robert McNamara. Admitió el retorno, bajo Nixon, del pragmatismo insolente de Teodoro Roosevelt.
Kissinger pretende que en esta época Estados Unidos ya no dispone de la capacidad para dominar el mundo, pero tampoco le es permitido retirarse de él. Ahora es un país omnipotente y vulnerable lo cual no es creído por la pandilla petrolera en la Casa Blanca. Al haber desaparecido la amenaza de una confrontación bélica con la Unión Soviética, Estados Unidos tiene que conocer sus límites actuales, en esta nueva etapa donde todas las opciones ya no le son posibles.
Sin embargo, ya la América Latina no está compuesta de borregos dóciles. Habría que preguntarse si aquel país pretende sostenerse por su poderío militar, adornado con la falacia de la lucha por la democracia y la libertad, la cual es la vía escogida en Irak y en la confrontación ideológica con Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y la autonomía de Uruguay, Argentina y Brasil.
Escrito por: Lisandro Otero
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