Compartimos con nuestros/as lectores/as un artículo de Carlos Fonseca Terán, titulado «La Revolución es algo más que una emoción Romántica y Vital». A continuación se presenta el texto original:
Recientemente doña Gioconda Belli escribió algo que me llamó la atención, pero sólo por su empeño en decir cosas que al ser rebatidas, hacen posible exponer temas muy importantes para el sandinismo y el conocimiento de nuestra historia por las nuevas generaciones, así que aunque erradicar insectos con fuego de artillería no sea buena idea, usar este recurso bélico a veces es necesario, no para erradicar insectos, pero si éstos son erradicados por el fuego desatado, tanto mejor.
Doña Gioconda comienza su escrito diciendo, en un extraño ataque de franqueza: “Fui sandinista de 1970 a 1993”. Enhorabuena la confesión, no de haber sido sandinista, sino de que ya no lo es, aunque para ella el pecado sea haberlo sido. Ya sabíamos que había dejado de serlo hace tiempo, pero ella parece que tardó 27 años en darse cuenta, porque durante todo ese tiempo, como lo siguen haciendo otros ex sandinistas, aprovechó esa identidad política y la condición ética que ella implica, con el prestigio que esto conlleva, en detrimento de esa causa, la causa sandinista, a la que ella en realidad adversa desde entonces. Esos otros, que coinciden con ella en todo, siguen hablando en nombre de un irreconocible sandinismo que celebra el intervencionismo del imperialismo norteamericano en Nicaragua y cuya acta de nacimiento como corriente interna del FSLN, cuando aún no se habían ido, fue la propuesta de renunciar al antimperialismo, al socialismo, a la lucha popular y al carácter de vanguardia del Frente; o sea, renunciar a ser sandinistas.
Sigue diciendo doña Gioconda, muy desencantada, que ella sabe lo que es “esperar por sueños que nunca suceden”, o ver “la arrogancia de los dirigentes para oír críticas, el miedo, que poco a poco se riega, de decir lo que uno siente y piensa; el miedo a ser acusado de ´contra´ o convertirse en paria”, todo lo cual según ella, le ocurrió cuando vivió “la época más romántica y vital de la revolución” en la década de los ochenta. ¿Qué tan “romántica y vital” puede ser una época para una revolución, en la que nunca suceden los sueños que la han inspirado? El acceso del pueblo a la salud y la educación, el fin del analfabetismo, la erradicación de la poliomielitis que antes diezmaba a la niñez nicaragüense, la reforma agraria, la nacionalización de las minas, de la banca y del comercio exterior, la libertad de organización del pueblo, la democracia, el rescate de la dignidad nacional, al parecer no fueron para ella sueños sucediendo como realidad. ¿Qué tan “romántica y vital” puede ser una época para una revolución, con dirigentes arrogantes, miedo de expresarse y todas esas cosas de las que habla doña Gioconda? Pero además, esos dirigentes arrogantes a los que ella se refiere son, en su gran mayoría, ex sandinistas traidores como ella, que coinciden en todo con lo que ella ahora dice.
Sí, el poder genera arrogancia en los revolucionarios que lo ejercen si éstos se dejan atrapar por la esencia opresora del mismo, y eso ha sucedido siempre en todas las revoluciones, que no son perfectas, pero es lo mejor que ha hecho la humanidad para alcanzar formas de existencia más justas, más dignas y más plenas; porque la esencia del poder es reaccionaria, pues se inventó para oprimir, no para liberarse, pero es necesario para esto último, o sea para hacer la revolución, acabar con la opresión y alcanzar la libertad y la justicia, y por tanto, para que el poder mismo deje de ser necesario.
Sobreviven las revoluciones capaces de superarse a sí mismas, o sea las que son capaces de enmendar sus fallas luego de reconocerlas, no las revoluciones que renuncian a serlo, las que renuncian a los principios que son su razón de ser, a esos sueños que sí suceden, que sí sucedieron en los ochenta y que sí están sucediendo ahora, aunque doña Gioconda no los pueda ver, como al parecer tampoco veía los de esa época que según ella, fue la más “romántica y vital de la revolución” (no sé por qué, si los sueños no sucedían). Pero no dice que haya sido esa “la época de la revolución”, sino “la época más romántica y vital de la revolución”, con lo que al menos reconoce (vaya, por fin) que la Revolución sigue su marcha, ahora en otra época a la que ya esta señora no ve tan “romántica y vital”, ¿pero cómo va a verla así ella, que ya ni siquiera es sandinista?
Pero doña Gioconda no sólo finge ceguera ante el hecho de que los sueños revolucionarios sí sucedieron en los ochenta y siguen sucediendo ahora, en beneficio de nuestro pueblo, sino que pretende incluso criminalizar esos sueños cuando, refiriéndose a los ochenta (“la época más romántica y vital de la revolución”, nos ha dicho ya), habla de “un sueño que le costó a Nicaragua, más de 30 000 muertos, muertos que eran campesinos, que era nuestra propia gente nicaragüense, que se rebeló contra la falta de democracia y el autoritarismo que se impuso en los 80, pero que poniéndoles el rótulo de ´contras´ nos enseñaron a odiar”.
Lo romántico es propio de las emociones, que en algunos son inspiración pasajera y en otros, expresión secundaria de algo mucho más importante, que es la pasión de la lucha revolucionaria como razón de ser. Lo vital es más importante aún, y lo es nuestra revolución en esta época, en la que incluso los sueños están sucediendo en cierto modo más que en aquella otra, porque ahora tenemos la paz que en aquel entonces no tuvimos, y no como dice doña Gioconda, por “la falta de democracia y el autoritarismo que se impuso en los 80” (en “la época más romántica y vital de la revolución”, según sus propias e incoherente palabras), sino porque el gobierno de Estados Unidos organizó y financió públicamente un ejército contrarrevolucionario (conocido como la Contra) cuyo embrión fue la previamente derrotada Guardia Nacional somocista que décadas atrás había sido creada por ese mismo país durante la intervención de sus tropas en nuestro territorio nacional, enfrentadas victoriosamente por Sandino.
Doña Gioconda dice en son de queja, que en la guerra de los ochenta “nos enseñaron a odiar” a los contras, como se conocía a los integrantes del ejército organizado por Estados Unidos a partir de la extinta Guardia Nacional para derrocar a la Revolución Sandinista. ¿Quién enseñaba a quién a odiar? Porque eso de que “nos enseñaron” pareciera que lo dice una militante de base y no la que fue Jefa del Departamento Propaganda y Agitación Política del FSLN en aquellos años que ella describe contradictoriamente como “la época más romántica y vital de la revolución”, la de los “sueños que nunca suceden” y en la que “la arrogancia de los dirigentes para oír críticas, el miedo, que poco a poco se riega, de decir lo que uno siente y piensa; el miedo a ser acusado de ´contra´ o convertirse en paria” eran el pan nuestro de cada día, si nos atenemos a su versión.
Si había intención de enseñar a alguien a odiar, tendría que haber sido la intención de cuadros como ella de enseñar a las bases sandinistas y a los que estábamos en los frentes de guerra, a odiar a los contras, aunque ni mis compañeros combatientes ni yo percibimos nunca esa intención ni nos dejamos nunca poseer por odio alguno, sino todo lo contrario: Tomás nos enseñó que “mi venganza personal será el derecho de tus hijos a la escuela y a las flores”, y los sucesivos decretos de indultos y amnistías para los contras que se entregaran, desde el inicio de la guerra eran para nosotros muestras fehacientes de la generosidad de la Revolución, porque además, nosotros no necesitábamos que se nos enseñara a odiar a la Contra; para ello nos habría bastado con la terrible experiencia que tuvimos de ver caer a nuestros hermanos, o de saber cómo asesinaban a los compañeros que eran secuestrados o capturados, o las emboscadas a los militantes del Frente, o los crímenes contra campesinos indefensos, las quemas de cooperativas, de escuelas, de centros de salud, los asesinatos de los activistas cristianos revolucionarios Felipe y Mary Barreda, a quien violaron delante del esposo capturado y torturado, el asesinato de Benjamín Linder, el minado del puerto de Corinto, ver a Brenda Rocha con su brazo amputado y su sonrisa intacta, la sonrisa de Nicaragua, la sonrisa de la Revolución Sandinista, la Revolución y la sonrisa más generosas de la historia.
Pero todo eso no nos impidió perdonar y comprender que la inmensa mayoría de los contras no eran psicópatas desalmados, sino efectivamente, como dice esta señora refiriéndose a ellos, “campesinos… nuestra propia gente nicaragüense”, o sea (y esto obviamente, ya no lo dice ella), instrumentos ciegos de sus propios enemigos de clase, como en su momento lo fueron los guardias somocistas, también campesinos en su mayoría, y que integraban el mando de la Contra. Y cuando nos tocaba hablar con los contras que capturábamos, nos dábamos cuenta de que eran personas humildes del pueblo en su mayoría, manipulados en perjuicio de sus propios intereses; entonces supimos que como dijo el Che, nuestro odio era necesario, pero no hacia ellos, los contras, sino nuestro odio al imperialismo y la oligarquía vendepatria que estaban detrás de esa manipulación e instrumentalización mediante la que los enemigos del pueblo (entre ellos los traidores como doña Gioconda) siguen queriendo ahora propagar el odio a través de la mentira, frenados sin embargo por el avance de nuestro proceso revolucionario y la combatividad de nuestra militancia en la lucha de las ideas. Si algo “nos enseñaron”, pues (no doña Gioconda, sino nuestros héroes y mártires, o líderes como Daniel y Tomás), fue la generosidad, el amor, la vocación de paz, la humildad, la firmeza revolucionaria con que hoy enfrentamos nuevamente al enemigo imperialista y a los vendepatria que lo invocan.
Esta señora olvida con demasiada facilidad que después de la guerra esos contras, que efectivamente y como ella ahora bien dice eran campesinos, se hicieron aliados del FSLN, reconociendo en nuestra organización a la única fuerza política defensora de sus intereses de clase; alianza que por cierto, fue rechazada en su momento por doña Gioconda y los “sandinistas renovadores”, como ella se autodenominaba desde mediados de los noventa, cuando (según reconoce ahora) ya había dejado de ser sandinista; entonces los contras no eran para ella esos campesinos a los que se refiere para hablar de los 30,000 muertos de la guerra de los ochenta, como si entre esos muertos no hubiera también miles de combatientes y militantes sandinistas (muchos de ellos asesinados), milicianos, reservistas, cachorros, guardafronteras, soldados y oficiales del ejército, muchos de ellos también campesinos, o sea que encima doña Gioconda aplica a la guerra de los ochenta la misma mentira aplicada en el intento de golpe de Estado de 2018, pretendiendo ignorar que gran parte de los muertos eran sandinistas. Nos aliamos pues, con los campesinos ex contras desde los años noventa contrariando el parecer de doña Gioconda y los “sandinistas renovadores” que en realidad ya no eran sandinistas (según ella misma confiesa ahora), precisamente porque no aprendimos a odiar.
Aprenden a odiar los contagiados por el virus de la mentira, introducido con ese objetivo por el imperialismo, la oligarquía y los traidores como doña Gioconda en el alma y la mente de algunas personas a través de la manipulación política, cuando están bajas las defensas espirituales.
Y a propósito de virus, en otra parte de su escrito doña Gioconda, como buena golpista pandémica, nos revela su objetivo principal, pretendiendo desvirtuar el manejo de la actual pandemia por nuestro gobierno, cuando dice: “Qué acaso no dijeron el comandante y la ´compañera´, que para esta pandemia ellos estaban preparados; que, con salud comunitaria, con brigadas de salud, ¿no había de qué preocuparse porque ellos lo tenían todo bajo control? ¿Qué no dijeron que sería como una gripe, como un catarro?”
¿A qué cree estarse refiriendo doña Gioconda con tener “todo bajo control”? ¿A que no haya víctimas en una pandemia? ¿O a reducir al mínimo posible esas víctimas sin que ello signifique más bien multiplicarlas con la parálisis del país que ella y los demás traidores junto a sus aliados libero-conservadores quisieran?
Mientras piden cuarentena (o sea, paralizar el país) desde que no había ni un solo caso, piden también y celebran las agresiones económicas de las potencias extranjeras contra Nicaragua, comenzando por Estados Unidos. Tener todo bajo control es tener a estas alturas una mortalidad de apenas 0.87 fallecidos por cada 100,000 habitantes, y aun si la cantidad de muertos fuera la que dicen nuestros detractores, estaríamos en 11.26, mientras el país que ellos idolatran, Estados Unidos, está en 34.05 y hay países europeos que andan rondando los 60.
Por otra parte, ¿alguien escuchó alguna vez al Comandante o a la Compañera Rosario decir que la COVID19 es “como una gripe, como un catarro”? Jamás han dicho eso, ni ellos ni ningún representante de nuestro gobierno, porque a pesar de que la gran mayoría de afectados son casos leves o incluso asintomáticos, jamás caeremos en la irresponsabilidad de minimizar el peligro mortal que representa esta pandemia para las personas en situación de riesgo, que dicho sea de paso en nuestro país son muchas menos que en Europa, debido a la juventud de nuestra población, pero igual debemos protegerlas, porque son nuestros padres, nuestros abuelos y nuestra militancia histórica que tanto queremos y apreciamos, y cuyas enseñanzas tanto necesitamos. Y es lo que estamos haciendo, cuidando a nuestro pueblo, cuidándonos y cuidando a los demás. Ya me he referido innumerables veces a las incontables medidas que nuestro gobierno ha tomado y orientado para enfrentar la pandemia con el menor número posible de víctimas fatales y sin paralizar el país.
Dice doña Gioconda que “este Gobierno no ha hecho nada para ayudar a los más pobres”. Eso es ya el colmo de la desfachatez. Lo que en otros países se presenta como la gran cosa, las ayudas con alimentos a las personas en situación de mayor vulnerabilidad económica en el marco de la pandemia, aquí se está haciendo desde hace ya trece años, o sea lo que tiene el sandinismo de estar gobernando nuevamente, ahora sin los traidores como doña Gioconda y compañía, que por eso no le ven a esta época nada de “romántico y vital”. Salud y educación gratuitas, reducción del analfabetismo, títulos de propiedad, bonos productivos, usura cero, casas para el pueblo, plan techo, paquetes solidarios, aumentos en el salario mínimo muy superiores a los años neoliberales, convenios colectivos, equidad de género, deporte y recreación, de los primeros lugares del hemisferio en reducción de la pobreza y la desigualdad social: nada de eso es para doña Gioconda “ayudar a los más pobres”. Pero efectivamente, este gobierno no es para “ayudar a los más pobres”, doña Gioconda, sino que es el gobierno del pueblo al servicio de los más pobres para que dejen de serlo, como efectivamente lo han dejado de ser muchos, y cada vez serán menos los pobres en nuestro país.
Dice doña Gioconda que nuestro gobierno nos llamó “a no hacer caso de los llamados de la sociedad civil, de la Alianza y la Unidad a cuidarse”, porque eran “alarmistas”. Estamos aquí ante la típica línea comunicacional de los voceros de la derecha golpista, de que quien se cuida les está haciendo caso a ellos. Eso es lo que con criminal astucia pretenden que creamos. Pero los sandinistas sabemos que cuidarse no es estar haciendo caso a los “llamados de la sociedad civil…”, etc.; es estar haciendo caso a los llamados de nuestro propio gobierno, que desde el inicio ha estado orientando y poniendo en práctica las medidas correctas, pero adecuadas a cada momento y a la realidad de Nicaragua. No morderemos el anzuelo, doña Gioconda, creyendo que protegernos es obedecerles a ustedes, que es el funesto propósito de esos supuestos llamados a cuidarse, o el plan “B” una vez no alcanzado el objetivo de paralizar el país; si nos fijamos bien, ahora los golpistas se ponen histéricos porque nuestros llamados al cuido han pasado a primer orden, y quieren crear la falsa percepción de que nos estamos retractando, lo que más bien debería alegrarles, de modo que su propia furia los pone en evidencia, y por desgracia para ellos tampoco pueden ocultar su deseo de que haya más muertes, ni pueden disimular su júbilo con cada nueva víctima fatal de la pandemia. No cuidarnos y esparcir el virus, eso sí sería hacerles caso.
En esta misma línea criminal va la ya mencionada combinación del llamado a la cuarentena con la petición y aplauso a las agresiones económicas, o el esparcimiento de la falsa noticia del colapso de nuestro sistema hospitalario para desestimular a las personas a que acudan a recibir orientación médica de forma oportuna. Tenemos también el fenómeno de la divulgación de videos por los golpistas y sus tontos útiles, con entierros de personas fallecidas por enfermedades respiratorias, para crear zozobra, pánico e histeria colectiva, que atentan contra las medidas necesarias a tomar y en consecuencia, provocan muerte, en contraste con la divulgación que hacen los buenos nicaragüenses, de videos de personas que se han recuperado, logrando vencer a la COVID19, y que tanta irritación provocan en los golpistas. Ellos celebran el triunfo de la muerte y se irritan con el triunfo de la vida, contrario a nosotros.
Hasta las ridículas “denuncias” de personas contagiadas o fallecidas supuestamente por COVID19 tienen un propósito bien elaborado de antemano, y es el de culpar al gobierno por tales contagios y muertes, aparte de generar como parte de la histeria colectiva, el rechazo de la gente a los contagiados en vez de la solidaridad con ellos, porque la solidaridad estorba mucho cuando lo que se trata de inculcar es la ira irracional y el odio. La clave en esto es vincular el término “denuncia” con la figura del delito y el crimen, aunque contagiarse o fallecer no sean ninguna de esas dos cosas, ni por parte de la víctima ni por parte del gobierno, si bien lo es al menos indirectamente por parte de los golpistas que entorpecen los grandes esfuerzos que está realizando el gobierno, el heroico personal de salud y el pueblo en general.
Hay otra mentira, de las más descaradas de doña Gioconda: que no se informa a los familiares de la situación de salud de los pacientes y ni siquiera de su fallecimiento. No sólo se les informa de todo, sino que se les da atención esmerada y todo el medicamento necesario, cosa de la que no pueden presumir países ricos en los que la salud está privatizada.
Y un deseo que le fue imposible ocultar: que el Comandante Daniel y la Compañera Rosario se expongan al contagio, cuando dice que “no los hemos visto visitar barrios, ni hospitales”. Vaya, qué gusto el que quisiera darse esta señora.
Cada dirigente, cada cuadro político, cada militante del Frente Sandinista sabe lo que le corresponde hacer en cada momento y lugar. Los sandinistas sabemos además, lo importante que es para la vida del pueblo el desempeño de las responsabilidades de nuestros dos máximos dirigentes, quienes en vez de andar faranduleando, como hacen otros gobernantes con desastrosos resultados para sus países, están trabajando sin descanso para que el impacto de la pandemia en vidas perdidas y en el deterioro económico de las familias humildes de nuestro pueblo sea el menor posible.
Debo agradecer a doña Gioconda su reconocimiento de que nuestros Secretarios Políticos se arriesgan; lo que no reconoce es que lo hacen para cumplir con su deber de llevar a cabo misiones indispensables en estas circunstancias, tales como el apoyo a las tareas del MINSA, el acompañamiento en el mapeo de salud, el reforzamiento inmunológico de niños, ancianos y enfermos crónicos, así como el desarrollo de planes de emergencia para garantizar que las personas con síntomas de COVID19 acudan a tiempo a los hospitales, contrarrestando la criminal campaña en contra que en tal sentido impulsan los golpistas como doña Gioconda. Es decir, nuestros Secretarios Políticos se arriesgan para proteger al pueblo de la pandemia y de la campaña golpista que la hace más peligrosa aún, pero también de la tragedia aún mayor que sería la parálisis del país; esa parálisis que es, ahora sí, un sueño de doña Gioconda que no sucederá. Ahí vemos también al ejemplar Compañero Fidel Moreno, de barrio en barrio llevando todo tipo de beneficios y obras de progreso a nuestro pueblo, atendiendo a los damnificados por las lluvias, recibido con gran júbilo, como se recibe cada derecho restituido por nuestra Revolución.
Doña Gioconda pregunta con infinito cinismo, que si el país no estaba preparado para la pandemia debido al deterioro económico causado por ellos mismos, los golpistas, “por qué no se tomaron más precauciones”. Como dije, no voy a repetir por milésima vez todas las medidas y precauciones implementadas y orientadas por nuestro gobierno, antes y ahora, que no son exactamente las mismas debido a que si se aplican en el momento no adecuado más bien son contraproducentes. Para lo que no estaba preparado el país no era para la pandemia, sino para las medidas que los golpistas, entre ellos doña Gioconda, querían que tomáramos desde el principio en aras de obtener lo que no pudieron ni podrán con los fallidos llamados a paro hechos por el COSEP en sucesivas ocasiones durante el intento de golpe; sumado esto a las otras causas que impiden la aplicación de la cuarentena en nuestro país y que ya hemos mencionado en otras ocasiones.
Otra cosa que dice doña Gioconda es que estamos copiando a los suecos (los ídolos de ella; eso no lo dice, claro), y que eso es locura porque ellos son ricos y nosotros pobres. Los suecos aplicaron para el manejo de la pandemia, el modelo llamado “inmunidad de rebaño” y fallaron. Consiste en dejar que se contagie la población más sana y joven, menos expuesta a la modalidad grave de COVID19, para crear inmunidad y así luego proteger a la población más expuesta por su edad y padecimientos, y el modelo no les funcionó porque antes de crear inmunidad, los enfermos leves y asintomáticos contagiaron a la población en situación de riesgo, que en ese país tiene un gran peso poblacional, por el alto promedio de edad que allí existe. Suecia es un ejemplo típico de aplicación del modelo incorrecto, pues precisamente por su riqueza y otras características (incluyendo el mencionado alto promedio de edad de su población), era de los más aptos para aplicar más bien la cuarentena, que no es el caso nuestro, entre otras cosas precisamente, doña Gioconda, porque somos un país pobre. Nuestro modelo, lo hemos dicho ya, no es el sueco, sino el del punto de equilibrio, que consiste en combinar el mayor distanciamiento social posible con el mantenimiento del mayor nivel posible de funcionamiento del país, con respecto a lo cual por cierto, hay algo que no se ha dicho y es que con la parálisis económica resultante de una eventual cuarentena, al afectar la misma de forma drástica el ingreso de la gran mayoría de la gente (aun con las ayudas que se dan en algunos países, muy inferiores a las que se dan aquí aun sin necesidad de COVID19), no sólo habría una situación económica que para muchas familias sería más trágica que las consecuencias directas de la misma pandemia, sino que habría más víctimas directas de la pandemia misma, como producto de la disminución del acceso a los materiales necesarios para tomar las medidas de precaución y a la alimentación adecuada para resistir la embestida del virus.
Pero nuestro modelo, que es el nica, no el sueco, tiene también otros componentes, basados en el principio de no esperar pasivamente a que el virus ataque y salir en estampida, sino adelantarnos en la detección temprana de casos en campañas preventivas y orientadoras, que incluyen el aseguramiento del mayor nivel inmunológico posible con jornadas de vacunación para evitar que otros padecimientos agraven las afecciones de COVID19, además del confinamiento de pacientes con síntomas, la atención fiscalizada de contactos para evitar la propagación del virus y el control sanitario de las entradas al país. Y ese modelo, el nuestro, que es el adecuado a nuestra realidad nacional, es posible por el nivel de organización de nuestro pueblo y las características de nuestro sistema de salud, gracias a esa Revolución a la que doña Gioconda ya no le ve lo “romántico y vital”, pero que sigue siendo la misma.
Finalizado su amorío con el Coronavirus, pasa doña Gioconda a otro tema para decir que “somos el país que tiene más altos funcionarios condenados mundialmente por violaciones a los Derechos Humanos por la matanza de 2018”. Para ella, Estados Unidos y Europa son el mundo; es la mentalidad típica del imperialismo y sus lacayos. Doña Gioconda olvida que a quien sí ha condenado el mundo es a Estados Unidos por la guerra que nos impuso en los años ochenta (y que según ella se debió a nuestra “falta de democracia y el autoritarismo”), siendo sentenciado a indemnizarnos por 17,000 millones de dólares por la Corte Internacional de Justicia de La Haya; sentencia que Estados Unidos no cumplió, y de remate vino después doña Violeta Barrios de Chamorro (a quien esta otra doña idolatra) y perdonó esa deuda, lo que a fin de cuentas es improcedente en derecho internacional, aunque a los gringos les dé igual. Pero no sólo por eso ha condenado el mundo a Estados Unidos; lo condena todos los años la Asamblea General de la ONU por el bloqueo criminal contra Cuba, y eso sí es, como la guerra impuesta a nosotros, violación de los derechos humanos, como lo fueron las atrocidades cometidas por los golpistas en 2018 con apoyo de doña Gioconda y para variar, dirigidos y financiados por el gobierno de Donald Trump. A mucha honra somos ese país cuyos funcionarios tienen el orgullo de ser condenados por los enemigos de la humanidad, como bien llama el himno del Frente a los gringos en una de sus partes, que dicho sea de paso los “renovadores” quisieron suprimir a inicios de los noventa, cuando todos ellos, como doña Gioconda, dejaron de ser sandinistas.
Dice doña Gioconda que hay “presos políticos muriendo en la cárcel (…), gente que por izar una bandera está presa”, y que “la Policía nos vigila, los del barrio nos vigilan…” Después de haber sido liberada toda esa fauna de golpistas criminales, todavía tienen el descaro de decir que hay presos políticos. Sí hay narcotraficantes, malhechores, criminales públicamente confesos en las cárceles, y no muriendo. “…Gente que por izar una bandera está presa”, imagínense ustedes. Cuántos opositores y sandinistas no han izado la bandera azul y blanco en marchas y actos sin que nadie los moleste por eso. Pero hay algo en lo que le tengo que dar la razón a doña Gioconda: “los del barrio” los vigilan y lo seguirán haciendo; eso sí. Así es, exactamente, de modo pues que ándense con mucho cuidado los loquitos que crean que aquí se va a poder repetir lo de 2018. Mejor que se vayan preparando para la real barrida que les daremos en 2021.
Casi al final de su escrito, doña Gioconda dice que a ella, que conoció de cerca el sandinismo de otras épocas, le “inspira rabia y dolor esta versión cruel”. ¿Y no era que en los ochenta, cuando ella era sandinista, habíamos matado a 30,000 “campesinos… nuestra propia gente”? Hipocresía, le llaman a eso. Lo cruel, entonces y ahora, es la agresión imperialista, en ese entonces con la guerra, ahora con el intento de golpe y las mal llamadas “sanciones”. Dice además doña Gioconda que “dos personas se han apropiado del país”… Quienes se han apropiado de este país son esos a los que la burguesía y sus hijos de casa llaman “pintas”; esos, “los del barrio” que tienen bien vigilados a los golpistas y los seguirán teniendo. De este país se han apropiado los cientos de miles de mujeres y hombres que han recibido sus títulos de propiedad, negados por las mafias libero-conservadoras de las que ahora doña Gioconda y los ex sandinistas “renovadores” como ella son furgón de cola y además, despreciados por el pecado mortal del que ahora ella se cree liberada al confesarlo. Qué ilusa. De este país se han apropiado los cientos de miles de beneficiarios de bonos productivos, de los créditos de “usura cero”, de la campaña de alfabetización, de las jornadas de salud, de las entregas de viviendas, de la restitución de sus derechos a la salud y educación, a la recreación, a la alegría que tanto perturba a la burguesía nicaragüense, que sufre al ver a los pobres surgir colectivamente y dejar de ser pobres porque hay un proyecto revolucionario en marcha en el que el poder es de ellos; porque los ricos explotadores odian ver la alegría de las familias humildes disfrutando con sus hijos de los derechos restituidos, por ejemplo en los parques de diversión y centros de esparcimiento sano y de recreación, porque con eso los ricos explotadores se sienten menos privilegiados, y sentirse privilegiado es la única fuente de autoestima de quien está espiritualmente vacío, pero también de los que quieren ser como ellos, o sea tener riquezas que los demás no tengan. Indigencia moral, se llama. La padecen todos los golpistas, ricos explotadores defendiendo sus intereses de clase y sus hijos de casa desclasados, defendiendo intereses de clase ajenos. No así mucha gente buena y humilde del pueblo, que en un momento u otro ha sido tomada por sorpresa sin la información y preparación política suficiente, pero cuya nobleza se termina imponiendo para librarlas del virus de la mentira y la enfermedad del odio.
Pero doña Gioconda no sólo dice con furia ciega que “dos personas se han apropiado del país”, sino también afirma con infinito desparpajo, que se han apropiado “de la conciencia de tanto buen y abnegado compañero”. ¿Y no es que ella ya no es sandinista? ¿A cuenta de qué entonces, se refiere a “tanto buen y abnegado compañero”? Al contrario. Quien se ha apropiado de la conciencia de algunos nicaragüenses para que defiendan intereses contrarios a los propios es la derecha golpista y los traidores a la causa sandinista. Los sandinistas lo somos porque somos dueños de nuestra conciencia, porque estamos conscientes de los intereses de clase que defendemos, porque nos guían nuestros ideales revolucionarios y nuestros principios éticos, y es nuestra superioridad moral lo que nos hace indestructibles, porque es lo que nos permite saber que no somos más que nadie, nos hace sentirnos orgullosos de ser parte del pueblo y de ser, precisamente, la expresión organizada de su conciencia. Eso debería saberlo doña Gioconda, pero al parecer no es así, porque quizás ella entró al sandinismo con igual criterio que algunos otros, provenientes de sectores socialmente vinculados en la época del somocismo a la oposición burguesa conservadora, desencantados de ese sector político por el pacto entre Agüero y Somoza (ellos son los eternos desencantados) y deslumbrados por esa vitalidad romántica a la que doña Gioconda se refiere. Pero la Revolución es algo más que una emoción “romántica y vital”, doña Gioconda.
Continúa doña Gioconda, ya por finalizar su escrito, rechazando “que nos manden a confrontarnos siempre”, porque “no podemos vivir como enemigos eternamente”, y que “quién maneja un país a punta de engaños y de enfrentar unos contra otros amenazando con armas, no merece ninguna lealtad”. Al leer esto, a excepción de la última palabra, que me alertó, pensé por momentos que se refería a ellos mismos, a los golpistas: “confrontarnos siempre”, “vivir como enemigos eternamente”, “a punta de engaños”, “amenazando con armas”, todo describe con exactitud la actitud de la derecha golpista cuando sacó sus uñas, en 2018 con la Policía acuartelada y el sandinismo empeñado en dialogar, mientras ellos atacaban cuarteles policiales y a grupos de sandinistas desarmados, secuestraban, torturaban y asesinaban. Pero cuando llegué a la palabra “lealtad”… ah pues no, dije, está hablando de nosotros, los sandinistas, porque esa palabra nos identifica. Pero no somos leales a personas, doña Gioconda; somos leales a principios, a una causa, a nuestra vanguardia organizada, a nuestra sagrada unidad. Y por supuesto, somos leales a nuestro liderazgo, pero no por razones personales, sino porque encarna esos ideales que usted, doña Gioconda, creyó alguna vez profesar, pero que en realidad nunca compartió; sólo los admiró de forma “romántica y vital”.
Finalmente, nos dice doña Gioconda muy preocupada que de seguir por este camino, “ustedes (o sea, nosotros los sandinistas) perderán no sólo sus derechos como militantes – si es que aún tienen alguno – sino que estarán condenando a ese sandinismo en el que creen al repudio y rechazo de todo el pueblo”. O sea, primero nos sorprende con su preocupación de que nosotros, violadores de derechos humanos, como nos llaman ella y los golpistas, perdamos nuestros derechos como militantes (¿a santo de qué esa preocupación?). Mire, doña Gioconda, la militancia no tiene como motivación ejercer derechos, aunque los tengamos y los ejerzamos. La militancia es en sí misma, un deber de todo revolucionario. La razón de nuestra militancia es el cumplimiento del deber que como revolucionarios tenemos de luchar de forma consciente, unidos y organizados para hacer la Revolución. Pero no conforme con su insólita preocupación por nuestros derechos de militantes, doña Gioconda se muestra también preocupada de que “ese sandinismo en el que creen” sufra el “repudio y rechazo de todo el pueblo”. O sea, ahora resulta que la ex sandinista, que nos llama criminales, antidemocráticos, autoritarios y otras lindezas, se preocupa no sólo por nuestros derechos como militantes, sino por la suerte de “ese sandinismo en el que creen”, o sea ni siquiera el que ella sintió suyo (el de la época “romántica y vital” de los “sueños que nunca suceden”, de la “arrogancia de los dirigentes”, del “miedo … de decir lo que uno siente y piensa”, de los “más de 30,000 muertos … que eran campesinos, que era nuestra propia gente nicaragüense, que se rebeló contra la falta de democracia y el autoritarismo”); no, no se refiere a ese sandinismo maravilloso al que ella confiesa haber pertenecido pecaminosamente, sino a “ese sandinismo en el que creen”, o sea, este que ella nunca ha sentido suyo, como no siente suyo ya el “otro”, y que sin embargo es el mismo desde Sandino; y como broche de oro, nos habla del “repudio y rechazo de todo el pueblo”… ¡de todo el pueblo! O sea, ella habla en nombre… ¡de todo el pueblo nicaragüense! ¿Cómo era el asunto de la arrogancia de los dirigentes?
En fin, no se preocupe tanto doña Gioconda, que en 2021 vamos a salir todos de dudas, cuando (ahí sí) todo el pueblo nicaragüense unido, derrote el virus de la mentira, que provoca odio y muerte, después de haber derrotado al Coronavirus, menos agresivo, pero que también es una amenaza a la vida, esa por la que luchamos los revolucionarios sandinistas, los de todas las épocas, no los sandinistas de una época y de otra no, o los de la emoción “romántica y vital”, o los de la farándula, sino los de la militancia, los de la mística revolucionaria, esa con la que fueron a la guerrilla y a la insurrección quienes nos precedieron en los años sesenta y setenta, esa misma mística con que otros fuimos a la Cruzada Nacional de Alfabetización, a los corte de café y algodón y a la defensa armada de la Revolución en los ochenta, la misma mística con que fuimos a la lucha popular contra el neoliberalismo y con que impedimos la derechización “renovadora” del Frente Sandinista en los noventa, esa misma mística con que ha cumplido el sandinismo con su deber todos estos años alfabetizando, en jornadas de salud, entregando beneficios al pueblo con la implementación de los programas sociales, haciendo censos de personas con discapacidad, distribuyendo paquetes alimenticios, levantando el mapa de personas vulnerables a la COVID19, identificando de casa en casa a personas con síntomas, dando orientaciones para enfrentar la pandemia, llevando luz de esperanza y alegría de vivir, siempre con los jóvenes sandinistas como principales protagonistas, la misma mística con que el sandinismo como un solo puño rojo y negro, azul y blanco, unidas todas su generaciones, resistió y derrotó el intento de golpe de Estado y la misma con que los heroicos combatientes de la Caravana de la Paz, sandinistas históricos y jóvenes sandinistas por igual, arremetieron contra los tranques de la muerte y la traición. Y es esa misma mística con la que toda la militancia sandinista marchará combativa, consciente, unida y bien organizada como siempre, a cada nueva batalla por el bien, por la vida, por la paz, por la Patria y por la Revolución, que es virtud, libertad y justicia, que es amor y felicidad, que es luz y verdad.
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