Compartimos con todas y todos un texto escrito por Roque Dalton, poeta Revolucionario, titulado: «Solidaridad con Carlos Fonseca Amador». A continuación el texto:
En Junio de 1957 conocí en Moscú a Carlos Fonseca Amador, actual secretario general del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua. Tenía entonces ventiún años de edad, estudiaba leyes y se hacía llamar, por razones de seguridad, Pablo Cacéres. Como yo y miles de jóvenes estudiantes de todo el mundo, había llegado hasta la Unión Soviética para participar en el VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad. Desde el principio hicimos muy buena amistad ya que a ambos nos atraían las discusiones políticas de tono y duración ilimitados, compartíamos el odio a la solemnidad y a la adustez, y creíamos en una Centroamérica unida a nivel popular. El militaba ya en el Partido Comunista, yo era aún un estudiante católico “en busca de la verdad”, pero no hubo entre nosotros la menor diferencia de enfoque en lo que a Centroamérica se refería. Recuerdo que en varias oportunidades evocamos la figura guerrillera de Sandino y la compleja historia de sus relaciones con el comunista salvadoreño Agustín Farabundo Martí, quien había sido su secretario particular en la montaña nicaragüense y en las giras latinoamericanas y que luego sería el principal dirigente de la insurrección campesina salvadoreña de 1932. Recuerdo asimismo que participamos juntos en casi todos los actos del Festival y, una vez terminado este, presentamos a nuestros países en el IV congreso de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas de Kiev. En tierra Soviética nos despedimos. Por la primera vez. No sabía yo entonces cuan entrañable iba a ser a partir de entonces para mí la figura de este amigo fugaz, presente siempre en noticias coladas desde la clandestinidad salvadoreña, y tuvimos algún contacto furtivo.
Para 1959 conocíamos de una decisión más alta aún que la simple militancia política en la que ya estábamos inmersos: Carlos Fonseca abandonó sus estudios universitarios y se incorporó a un movimiento guerrillero antisomocista que se organizaba entonces a partir de Honduras y que culminó con la acción conocida como la del Chaparral. En este combate, las fuerzas guerrilleras a las que pertenecía Carlos fueron cercadas, por sorpresa, por fuerzas conjuntas de Honduras y Nicaragua y derrotadas. A Fonseca Amador le atravesaron un pulmón de un balazo y ya lo dejaban por muerto, cuando al tratar uno de los soldados hondureños de despojarlo de sus botas, dió señales de vida. En un palenque improvisado lo sacaron de la zona en calidad de prisionero y lo llevaron a un hospital hondureño. Logró reponerse de sus graves heridas. Inmediatamente ingresó de nuevo a Nicaragua, clandestinamente.
En 1960 fue detectado y permaneció seis meses en prisión (desde donde logró hacer circular su enérgico panfleto desde la cárcel yo acuso a la dictadura) después de los cuales fué deportado hacia Guatemala, en nombre de la colaboración intergubernamental centroamericana. No era precisamente el exilio dorado lo que le esperaba en Guatemala: el gobierno guatemalteco lo hizo ubicar en el tenebroso campo de concentración de Poptún, en el centro de la selva del Petén, prácticamente a prueba de escapatorias ya que tiene un muro natural en derredor de cientos de kilómetros de selva impenetrable, poblada de fieras y reptiles.
Por una de esas paradojas de la historia tan comunes en Centroamérica, en Poptún, se encontraba entonces, castigado, como oficial de resguardo, el teniente Luis Augusto Turcios Lima, que llegaría a ser el jefe máximo del movimiento guerrillero guatemalteco. Turcios recordaría siempre el valor que para él tuvo el contacto personal y la discusión con el revolucionario nicaragüense que para aquel entonces le superaba en los gajes del oficio guerrillero. Las presiones de los sectores democráticos de Centroamérica hicieron que Fonseca Amador fuera finalmente liberado del campo de concentración y expulsado. Desde entonces lo encontramos de nuevo en Nicaragua al frente del movimiento armado antisomocista encabezando la organización que dirige a lucha revolucionaria del pueblo de Nicaragua contra la dictadura y el imperialismo: el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
El FSLN fundado por Fonseca Amador se llamó inicialmente Movimiento de Liberación Nacional, y se denominó como ahora a partir de 1962. Fonseca tuvo destacada participación en acciones armadas llevadas a cabo por el Frente en la zona del Río Bocay, en 1963, y en la zona de Pancasán, en 1967. A diez años de su participación como Pablo Cacéres en el festival de Moscú, Carlos Fonseca Amador había entrado, para orgullo nuestro y de los revolucionarios centroamericanos, en la historia.
La tenacidad y el coraje excepcionales de Fonseca Amador no solamente se han puesto de relieve en las desiguales confrontaciones contra las fuerzas militares de la dictadura somocista. También ha sido un elemento central en la lucha indoblegable contra las concepciones oportunistas, reformistas y conciliadoras que ha minado el campo de la revolución nicaragüense, manteniendo por encima de todas las vicisitudes la adhesión en la práctica a la línea central para la Revolución de su país y de Centroamérica: la vía de la lucha armada, instrumentada a partir de las guerrillas rurales, en coordinación con las unidades tácticas urbanas. En este sentido, el máximo dirigente del FSLN es una de las figuras más respetada y queridas por las juventudes revolucionarias del Istmo que hoy se abocan a la gigantesca tarea de construir nuevas vanguardias para la lucha popular. En una zona minada por las maniobras del imperialismo que han desembocado incluso en guerras fraticidas (Como la de El Salvador y Honduras) en una zona en que el poder político se encuentra en manos de criminales tan abominables como Somoza en Nicaragua, Carlos Fonseca Amador representa la tradición combativa, el honor de los pueblos explotados y humillados.
Hace ya algunos meses, con ocasión de haber entrado clandestinamente a Costa Rica por razones del trabajo político antisomocista, Carlos fue capturado en San José y desde entonces guarda prisión, bajo la perenne amenaza de ser liquidado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos o por la dictadura somocista, cuyos agentes operan abiertamente en territorio costarricense. Se le acusa falsamente de delitos comunes (Asalto a un banco o complicidad en el mismo, tenencia de armas de guerra y explosivos, etc).
En enero de este año un comando revolucionario intento rescatar de la prisión al dirigente nicaragüense. En el transcurso de la acción un policía costarricense disparó contra los revolucionarios para impedir el rescate y estos se vieron obligados a responder el fuego, hiriendo mortalmente al policía, la policía costarricense, alarmada por el tiroteo, pudo evitar la fuga de Fonseca, reduciéndolo nuevamente a la prisión en condiciones de extremo rigor. En estas condiciones, desde luego, el peligro para la vida del gran revolucionario nicaragüense se ha multiplicado. La muerte del policía fue aprovechada por el gobierno de Costa Rica para desacreditar al FSLN y a los grupos revolucionarios costarricenses, y para subrayar en la cabeza de las masas populares la supuesta excepcionalidad del país en el ámbito general de violencia centroamericana.
Objetivamente, sin embargo, un hecho subsiste: el intento de rescate de Fonseca Amador por la vía violenta fue la respuesta de los revolucionarios centroamericanos al acto de violencia ejercido por el gobierno de Costa Rica al capturar y acusar falsamente al dirigente nicaragüense, acto de violencia que en la prñactica responde a los intereses de la feroz dictadura de Somoza. La permanencia en prisión de Fonseca Amador en Costa Rica sigue apareciendo a los ojos de todas las personas progresistas de Costa Rica, Centroamérica y el mundo como un acto de complicidad de las autoridades costarricenses con la incalificable satrapía que oprime desde hace años al pueblo de Nicaragua, sobre la base de un permanente baño de sangre popular.
Un signo de este sentimiento general ha sido el mensaje de los intelectuales franceses encabezados por Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir en el que se pide al gobierno de Costa Rica las garantías necesarias para la vida de Fonseca y su inmediata libertad.
Entre las masas populares costarricenses, el odio hacia la dictadura de Somoza es evidente. El pueblo constarricense recuerda que su territorio nacional nunca ha sido considerado “soberano”, “neutral”, etc. Por el somocismo, que ha propiciado incluso invasiones armadas contra Costa Rica. De ahí que ha propiciado incluso invasiones armadas contra Costa Rica. De ahí que, incluso contra la amplia campaña desatada en los medios publicitarios destinada a tergiversar la lucha del FSLN y a darle un aspecto negativo a las incidencias surgidas del intento de rescate, el sentimiento del pueblo constarricense sigue siendo solidario con el patriota nicaragüense detenido arbitrariamente y exige su libertad en nombre de las tradiciones nacionales y del respeto a los principios de solidaridad con los luchadores democráticos y revolucionarios de Centroamérica.
En estos momentos, un nuevo gobierno está a punto de subir al poder en Costa Rica, enarbolando la bandera de la “lucha contra la miseria”, las “reformas estructurales”, el “beneficio popular”. Surgido en las urnas electorales, pretenderá hacer de Costa Rica, según las expresiones del presidente electo, una vitrina democrática para el mundo. El caso de Carlos Fonseca Amador será desde el principio, lo es, desde ahora, definitorio del nuevo régimen. No hay vitrina democrática que soporte ninguna forma de solidaridad con el gobierno de Somoza. Ni habrá política mágica que evite a las masas costarricenses tomar partido frente al desarrollo de la lucha revolucionaria en el resto de Centroamérica.
Por ello, se impone en estos momentos un redoblamiento de la campaña internacional de solidaridad con Carlos Fonseca Amador, en exigencia de su libertad. No en petición suplicante de una libertad estéril: en reclamo de una libertad que le permita a Fonseca Amador volver a ejercer sus responsabilidades revolucionarias en Nicaragua, en la lucha forntal contra una de las dictaduras más llenas de vergüenza en la historia de América Latina.
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