A 191 años de la Noche Septembrina, los instigadores a la traición de Francisco de Paula Santander a Simón Bolívar siguen intentando separar América Latina.
El tercer intento de magnicidio contra el Libertador sería frustrado, mas su impacto en la vida del hombre que soñó una América unida resultaría irrevocable. Pasó a la historia como La Noche Septembrina pero, bien pudiera recordarse como el comienzo del fin de uno de los grandes del continente: Simón Bolívar.
Después del desolador crimen decaería la fe de Bolívar en los hombres que debían acompañarlo en el camino a la libertad americana y, por el contrario, se enfrascaban en intrigas y maquinaciones arteras. Apenas 19 meses después, el 27 de abril de 1830, el Libertador renunció a la presidencia de Colombia, intentando encontrar una solución a la crisis que vivía la República.
El atentado ocurrió cerca de la medianoche del 25 de septiembre de 1828, en el Palacio de San Carlos, en Bogotá, Colombia, y quizás lo peor del hecho fue que, una vez sucedido, no quedó duda alguna sobre el calibre de la (in)fidelidad de quien había sido valorado altamente, debido a sus servicios a la causa independentista, por el Libertador.
En los conspiradores, civiles y militares comandados por Pedro Carujo, había germinado meses antes la idea de matar a Bolívar a causa de las diferencias políticas entre este y Francisco de Paula Santander, con el cual simpatizaban.
Al llegar al sitio donde descansaba el general, forzaron la puerta principal, asesinaron a dos de los hombres que se encontraban velando su seguridad y entraron a la habitación en la que hasta hacía minutos había estado.
Entonces Manuela Sáenz, compañera de Bolívar, se ganaría el título de “la libertadora del libertador”, pues su pericia, al convencerlo de que escapara por la ventana y luego al confundir a los asesinos, fue salvadora.
La gente se lanzó a las calles en defensa del Libertador, quien se había refugiado bajo el puente del Carmen junto a su ordenanza, el soldado José María Antúnez. Ante el intenso frío y la lluvia, conociendo la delicada salud de Simón Bolívar, Antúnez le dio su propia ruana.
Durante los días que siguieron al atentado, varios de los conspiradores fueron arrestados y sometidos a juicio sumario por una corte militar, incluyendo a militares de alto rango sobre los que se sospechaba. El general Urdaneta, designado juez de la causa, recomendó fusilar a 13 de los implicados.
Mariano Ospina Rodríguez, creador de la Sociedad Filosófica que fue el centro de la conspiración, huyó tras el fracaso de la Noche Septembrina.
Otros cómplices directos fueron juzgados por el Consejo de Ministros y hallados culpables, aunque finalmente indultados. Santander, al que también correspondió ese veredicto, fue degradado y condenado al exilio, a pesar de que en inicio le correspondía la pena de fusilamiento. Ya entonces era un agente del joven imperialismo estadounidense, algo que Bolívar no sabía.
Desde los mismos albores del proyecto emancipador latinoamericano, los gobernantes de Estados Unidos alternaron entre diversas formas de oposición: desde la supuesta neutralidad hasta la conspiración subrepticia para hacer fracasar el sueño de Bolívar. Con ese objetivo establecieron agentes diplomáticos con instrucciones precisas de espiar al partido bolivariano y entorpecer sus acciones.
Pero Santander no era un mero súbdito servil de la doctrina Monroe, por simpatía u oportunismo, actuó como agente activo del sistema de espionaje estadounidense que desestabilizó la unión bolivariana y consolidó su estrategia de atomizar al continente indoamericano.
La Noche Septembrina sería el sumun de sus infidencias, pero antes y después de ella realizó otros desmanes contra el Libertador.
Traidor a la meta de la Patria grande americana, Santander no puede considerarse un caso aislado, incluso a la luz del 2019. La estrategia estadounidense de destinar cuantiosos recursos para sobornar oficiales de varios países, corromper tropas, involucrar a altos magistrados, sigue siendo recurrente.
El llamado “fantasma de Santader” continúa cabalgando por las tierras americanas. Lo vemos en la política interna de países como Ecuador, con su actual presidente, Lenín Moreno, y en Brasil, con el exmandatario de facto Michel Temer. Igualmente, lo apreciamos en las relaciones geopolíticas entre naciones vecinas: las posturas adoptadas por Colombia hacia las estados progresistas del área, por solo mencionar algunos ejemplos.
Más allá de que Santander haya sido uno de los primeros en atentar contra el proyecto bolivariano, lo más grave es que su huella aún se siente, se escucha y se palpa allí donde la desunión continúa siendo la llave para derrotarnos.
Tomado de: https://www.telesurtv.net/
Además, te puede interesar:
El espectro es Sandino, con Bolívar y el Che