Compartimos con nuestros lectores el perfil del asesino de Mary y Felipe Barreda, Pedro Javier Núñez apodado «El Muerto». Un criminal Somocista sin una pizca de humanidad.
Felipe y Mary Barreda: “estaban convencidos…”
“Yo recibía órdenes y ese era para mi trabajo. Y mi trabajo me gustaba…” La afirmación que hace Pedro Javier Núñez con la mirada fija y la voz monótona no pasaría de ser un asunto personal, si no fuera porque su “oficio” como jefe de inteligencia de una fuerza de tarea somocista incluía torturar y matar no sólo a civiles nicaragüenses sino también a otros contras.
Su caso provocó especial estupor en Nicaragua porque fue acusado de asesinar a los esposos Mary y Felipe Barreda, muy conocidos en Estelí donde fueron delegados de la Palabra, viejos colaboradores de la guerrilla durante la dictadura y posteriormente destacados militantes del Frente Sandinista.
La Captura
Pedro Javier Núñez fue capturado en un barrio de clase media al oeste de Managua el 31 de Mayo, en compañía de Jorge Ignacio Ramírez Zelaya, un ex instructor de la Escuela de Entrenamiento Básico de infantería (EEBI), que dirigía el hijo del dictador Somoza.
Ambos integraban un comando que llegó hasta la capital con la misión de asesinar al Padre Miguel D´Escoto, Ministro del Exterior, el Padre Ernesto Cardenal, Ministro de Cultura, y la Vice Ministra del Exterior Nora Astorga. También pretendían sabotear las estaciones estatales de radio, el Sistema Sandinista de Televisión (SSTV), y el sistema militar de comunicaciones, dinamitar la única refinería del petróleo del país, e impedir el abastecimiento a los batallones de reserva del Ejército Popular Sandinista.
Inicialmente sólo Ramírez dio detalles sobre su participación en la llamada Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN) y Núñez insistió en que había salido de Nicaragua al triunfo de la Revolución por ser hijo de un guardia somocista. Negó toda participación en los asesinatos de campesinos que las fuerzas de tarea comenten en el norte y aseguró que él solamente “recibido” en Honduras a los esposos Barreda cuando éstos fueron secuestrados, el 24 de diciembre. Los sandinistas se encontraban en una unidad de producción de Jinotega, como integrantes de una brigada de colectores voluntarios de café cuando esta fue atacada por 300 somocistas, que secuestraron a varios de ellos.
Según Núñez, ante los asesinatos de civiles, él había pedido ser trasladado y fue así como se le dio entrenamiento en manejo de explosivos y se le encomendó la misión en Managua, donde fue capturado por la Seguridad del Estado a los dos días de su ingreso.
Testigos
Probablemente Núñez hubiera continuado sosteniendo su versión, si no hubiera sido porque cuatro de esos secuestrados en diciembre lograron escapar de Honduras y lo delataron.
Noel Benavides comentó:
“No podía creer lo que estaba viendo en el periódico. Volví a ver su foto y con un escalofrío recordé todo. Era él, “El Muerto”, el torturador, el asesino de los Barreda”
Porque en los periódicos del 19 de agosto aparecían publicadas las declaraciones y fotografías de Jorge Ignacio Ramírez y Pedro Javier Núñez, apodado El Muerto por los somocistas.
De inmediato Noel Banavides llamó por teléfono a Felipe Barreda, hijo de la pareja asesinada, y lo mismo hicieron Juan Alberto Rodríguez, William Castil Blanco y José Siles.
Las autoridades nicaragüenses hicieron entonces un careo entre ellos cuatro y Núñez, y fue así como cuatro meses después de su captura, el somocista confesó sobre su “trabajo” para la FDN.
Benavides explica:
“Llegamos a la finca Agronica en San Fernando, cerca de la frontera, para cortar café. Cuatro días después la contra atacó con morteros, ametralladoras M-60 y M-69, con FAL. Nosotros sólo teníamos 30 hombres armados que cubrieron la retirada de los demás”.
Este grupo, en el cual se encontraban él mismo, Rodríguez, Castil, Siles y los Barreda, quedó acorralado finalmente, cuando se acabaron las municiones.
“A don Felipe lo empezaron a patear desde el principio, pues lo agarraron herido por los fragmentos de mortero, cerca del jeep que no tenía la radio”, con la cual intentaba informar del ataque, relata Juan Alberto Rodríguez.
Una vez capturados, los nicaragüenses fueron llevados vendados a Honduras, donde los fueron distribuyendo en varios campamentos”.
“Antes de llegar al campamento de El Suicida, donde nos recibió El Muerto, pasamos por dos campamentos de militares hondureños y otro más de somocistas”, dice Benavides.
William Castil Blanco recuerda:
“A todos nos llovió golpe; creímos que nos degollarían con un cuchillo largo de dos filos con el que mataron a dos muchachos al parecer porque querían irse con otro jefe contra. Ponían música para torturarnos; nos tuvieron desnudos, amarrados a un árbol en un cafetal y bajo la lluvia, de noche. No sé cómo resistieron los dos ancianos”.
Después de varios días de estar en el campamento y de haber matado a los Barreda, llevaron a varios nicaragüenses a una casa de seguridad en Danlí, en el departamento hondureño de Gracias a Dios. “Había allí como 40 niños, hombres y mujeres de todas las edades, hambrientos y desnudos. Parecían campesinos y servían de rehenes a la contra. Eran familiares de hombres jóvenes que estaban combatiendo bajo esa presión”, afirma Benavides.
Este logró escaparse a llamar por teléfono al cónsul nicaragüense en Honduras; regresó por sus tres amigos. El cónsul los rescató en su auto y de allí partió inmediatamente para el puesto fronterizo de Las Manos, donde consiguió hacerlos salir de vuelta a Nicaragua.
El muerto
Al principio, Pedro Javier Núñez negó delante de sus antiguos rehenes que él hubiera matado a la pareja de sandinistas. Luego fue hablando.
Pálido, delgado, con los labios apretados, primero reconoció haber matado de un balazo en la cabeza a Mary y a Felipe Barreda. Llegaron a su campamento “bastante maltrechos”. La mujer sangraba y su marido tenía fragmentos de mortero en los brazos y la cara.
Como el primer día de interrogatorio “no dio buenos resultados” El Suicida llamó al Estado Mayor de los FDN en Tegucigalpa y “avisó que había dos elementos gruesos (importantes) y entonces se pensó en hacer una operación de propaganda”.
Llegaron entonces al sitio el capitán somocista Abel Hernández, jefe de inteligencia de la FDN y un “periodista” de esa agrupación llamado Noel Ortiz para filmar a los Barreda. Los somocistas querían que estos, delante de las cámaras, renegaran a su militancia sandinista.
Durante el 29 y 30 de diciembre Núñez y otro miembro del Estado Mayor de apellido Tijerino golpearon en el cuerpo brutalmente a la pareja. “Nos turnábamos y a veces le dábamos los dos al mismo tiempo. Cuando nos cansábamos, continuaban mis dos hombres en el equipo de inteligencia, dos graduados de la EEBI”, añade El Muerto.
Hasta ese momento, no habían tocado la cara de los Barreda “porque no queríamos que aparecieran con el rostro desfigurado en la filmación”. Pero los Barreda “me enojaron porque ni con los golpes de la culata de mi Browning ni con las patadas cuando caían al suelo”, aceptaban dejar de ser Sandinistas.
“A él le abrí las heridas con la culata de mi pistola. A ella también le di duro”, reconoce.
“Varios días después, estábamos claros de que esas dos personas no iban a hablar nada y no se iban a plegar a nosotros. Entonces llegó la orden de Tegucigalpa de que los matáramos”. Al fallar el proyecto de propaganda “entonces si les dimos en todas partes, con la pistola y a patadas”, hasta desfigurarlos.
“Yo entré a la choza que hay en el cerro de Potrero Grande, cerca del centro de mando del campamento, que es donde interrogaba a los presos. Cuando ellos me vieron con la Browning en la mano supieron que se iban a morir, pero no dijeron nada”.
Núñez no logra entender la fortaleza de sus cautivos: “la verdad es que estaban convencidos de ser sandinistas”, dice.
Otros casos
Esa misma semana, Núñez degolló por orden de El Suicida “a dos comandos que querían despertar”. Uno tenía 13 años de edad y el otro 17. “A este último me ordenaron eliminarlo porque no quiso cumplir una orden que le dio El Suicida y además había dicho ante otros comandos que Benito Bravo (otro jefe de fuerza de tarea) era un buen militar”.
También mató a otros dos contras que El Suicida suponía infiltrados por otro jefe somocista. “Sospechamos que quería incendiar el centro de abastecimiento de la base. Le dimos patadas en todo el cuerpo, los golpeamos a culatazos, nunca hablaron, pero de todas formas El Suicida ordenó que los matáramos sin más discusión”.
Después de que los somocistas fracasaron en su intento de usar a los Barreda y que los cuatro nicaragüenses escaparon. El Suicida montó en cólera. Además, el 8 de enero dio órdenes de asesinar a otro comando “porque sospechaba que yo no estaba siendo muy firme con mi jefatura”, pero la víctima olió a tiempo el peligro y escapó. El Muerto no deja de lamentarlo: “tenía órdenes de ejecutarlo y se me fue”.
Como resultado, El Suicida pasó una orden: no más prisioneros, no más secuestrados. “Al que vean sospechoso lo agarran, tratan de sacarle información operativa y si la tiene, bueno, y si no, pum, y se acabó. Es que los prisioneros solo causan problemas”, explica Pedro Javier Núñez.
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