Durante la primera semana de noviembre de 1976, la columna del Comandante Carlos Fonseca, diez hombres y dos mujeres, estaba acampada cerca de Zinica. Como Comandante -y por encima de las objeciones de los otros – Carlos Fonseca dividió la unidad guerrillera en cuatro pequeños grupos. Envió una con dirección norte para tratar de abrir una nueva ruta en la región de Honduras, y otra con dirección oeste para encontrarse con los dirigentes urbanos esperados para asistir a la junta del 15 de noviembre.
Viernes, 5 noviembre
Ambos destacamentos salieron de la base el 5 de noviembre. Carlos Fonseca designó a un tercer grupo, incluyendo a Rivera y a Claudia Chamorro, a permanecer en Zinica, y declaró que él comenzaría la marcha de cinco días al punto de reunión en el Iyás, acompañado solamente por Crescencio Aguilar, un campesino de dieciséis años reclutado para el FSLN el año anterior, y Benito Carvajal, un obrero adolescente de León que había pasado sólo seis meses en las montañas.
Fonseca portaba un paquete de cuatro cartas de otros guerrilleros, envueltas en plástico para protegerlas de los ríos y las lluvias. Estas cartas, capturadas después de la muerte de Fonseca y transcritas por la Guardia Nacional en Waslala. Una era el informe de una serie de desventuras – ausencias a citas concertadas, contraseñas malas, metidas de patas con las normas de seguridad. El emisario de la carta estaba frustrado y furioso por la muerte del guerrillero Edgar Muncía,
«ésta demuestra que nosotros necesitamos darle a la Guardia su merecido, espero que pronto lo hagamos y le demostremos a estos hijos de p… que somos en realidad. Espero que mis palabras no dañen a sí se oiga porque lla [ya] es hora de que les demos» [una lección].
Las otras tres cartas eran todas similares, escritas en lengua vernácula campesina, con errores adicionales de ortografía y gramática intruducidos por los tres criptores de la Guardia Nacional. Todas las cartas solicitaban suministros urgentemente necesitados por los guerrilleros del FSLN, incluyendo tela de plástico, ropa interior, sopa en polvo para los enfermos y, en todas las cartas, medicina para los heridos y deshabilitados.
El Domingo 7 de Noviembre
Cerca de las siete de la noche, Carlos Fonseca y sus acompañantes adolescentes marchaban en la oscuridad y la incesante lluvia. Aunque el grupo en las montañas no lo sabía, dos importantes dirigentes del FSLN ya habían sido separados en Managua. Los muertos eran el miembro de la Dirección Nacional, Eduardo Contreras, el comandante del asalto en diciembre de 1974 a la casa de Castillo, y el organizador clandestino Roberto Huembes de la Tendencia Proletaria.
Sólo unas pocas horas después de que dejara el campamento y justo a una milla más o menos de distancia, Fonseca cayó en una emboscada de la Guardia Nacional. Un informador campesino conocido como «El Pinto» había reportado guerrilleros de la casa de un campesino llamado Matías López Maldonado. Forzado a esperar dentro de un cuarto trasero, López oyó una balaera que duró una hora o más. Fonseca y Carvajal fueron baleados en el tiroteo. Aguilar escapó pero fue localizado y asesinado dos días después.
Lunes 8 de Noviembre
Cuando López salió de su casa la mañana del lunes 8 de noviembre, vio dos cuerpos en el suelo y observó a los guardias dispararles de nuevo. La Guardia ordenó a varios campesinos, incluyendo a López, rescatar los cadáveres y llevarlos a lomo de mula a una capilla cercana. Los campesinos todos dijeron que ellos creían que Carlos Fonseca había sobrevivido hasta en horas de la mañana. Su cuerpo, a diferencia del de Carvajal, estaba aun caliente, y sangre fresca fluía de la herida en su pecho, pero la sangre alrededor de su herida masiva en la pierna estaba seca.
En la capilla, los guardias cortaron las manos de Fonseca para enviarlas a identificación en Managua. También sacaron 10.000 córdobas de su mochila y los dividieron entre ellos. Cubrieron su pecho herido con una tela de plástico negro, tomaron las fotografías que después fueron entregadas a la prensa. La Guardia luego ordenó a López y a otros campesinos llevar los cuerpos afuera para enterrarlos.
En algún momento, en el transcurso del día lunes, las autoridades identificaron el cadáver de Carlos Fonseca. El presidente Somoza estaba en un concierto sinfónico en Managua esa noche, cuando un alto oficial de la Guardia Nacional llegó corriendo a decirle que el Comunista Carlos Fonseca estaba muerto.
«Le juro a usted», le diría, «esta vez ha muerto y si estamos equivocados de nuevo, usted puede matarnos». De acuerdo con un observador, el presidente salto y agarró al mensajero por los hombres demandándole decirlo otra vez: «¡Repítelo», «¡Repítelo!» Y salió en carrera del teatro.
En su poema en prosa Carlos, el amanecer ya no es una tentación, Tomás Borge rememora al jubiloso comandante de la prisión de Tipitapa llegando personalmente a informarle que el líder del FSLN estaba muerto. Borge le respondería al coronel que se equivocaba, porque «Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren».
El coronel se retiraría murmurando. El 11 de noviembre, en una reunión en La Habana, el FSLN confirmó oficialmente la muerte del Comandante Carlos Fonseca.
Referencia: Zimmermann (2003). «Carlos Fonseca Amador y la Revolución Nicaragüense». pp. 242 – 244
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