Escrito por Moisés Absalón Pastora
Apenas con cinco días de haber asumido un nuevo mandato Luiz Inácio Lula da Silva fue reestrenado en Brasil con un golpe de estado. No es difícil deducir el origen de tan antidemocrática acción porque su ejecución y pretendido, no es ajeno a lo que ya vivimos en el 2018 en Nicaragua, a lo que vivió Bolivia, a lo que quisieron hacer en Cuba y a lo que consumaron en Perú.
Puede sin duda haber entre una y otra acción diferencias en las formas, pero no en el fondo, ni tampoco duda sobre los instrumentos usados y la identidad de quien financia un nuevo golpe para desequilibrar el nuevo ascenso al poder de otra visión social que llega en América Latina a la primera magistratura desde la voluntad de la democracia popular que cada vez que emerge desde la necesidad de los pueblos se convierte automáticamente en un objetivo para ese fascismo y nazismo maldito que corrompe al mundo.
Este primer domingo del 2023 una multitud ataviada con camisetas ‘verdeamarelas’ irrumpió en las tres sedes emblemáticas del poder político en Brasilia: el Palacio de Planalto, el Congreso y el Tribunal Supremo. Después de romper un cerco policial simpatizantes del exmandatario derechista Jair Bolsonaro atacaron con violencia las instalaciones y golpearon a efectivos que intentaron contenerlos, todo esto para derrocar al líder del Partido de los Trabajadores.
Los terroristas identificados con el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien días atrás huyó a la gusanera de Miami, no aparecieron de la nada. Desde hace dos meses muchos de ellos permanecían en campamentos improvisados, pero bien avituallados en lugares cercanos al Cuartel General del Ejército, donde se concentraron para desconocer el resultado de la elección más reñida de la historia del país y que concedió el triunfo a Lula con apenas un 2% por encima de Bolsonaro que como discípulo de Donald Trump denunció un fraude que nunca pudo demostrar.
Aquí no debió haber sorpresas se veía venir el golpe. Todo estaba dibujado y lo único que no se sabía era el cuándo. Seguramente pudo haberse ejecutado antes de la toma de posesión de Lula, pero la atención de los Brasileños, más allá de la política en sí, estaba concentrada en la participación de su selección nacional en el campeonato mundial de Futbol, pero de no haber sido por eso, seguramente Lula no asume porque el fascista de Bolsonaro aun estaba en el país.
Inácio Lula da Silva, decretó tras los barbáricos eventos terroristas la intervención del Distrito Federal. La medida le permite al mandatario movilizar a la fuerza militar en esa zona. Eso implica la facultad de pedir a los órganos civiles y militares, de administración pública federal, «los medios necesarios para la consecución del objetivo de la intervención para recuperar la estabilidad e investigar a son los financistas de la logística utilizada por los grupos radicales para que paguen el crimen con la fuerza de la ley». Para Lula, los protagonistas de esos actos violentos «sin precedentes» en la historia de Brasil son «vándalos y fascistas».
Desde lo sucedido en abril de 2018 en Nicaragua lo que américa latina experimenta es la metamorfosis de los golpes de estado ejecutados por gorilas militares, que siempre fueron lamebotas de la Casa Blanca, a golpes de estado “suaves o blandos” ejecutados por el enemigo de la humanidad, Estados Unidos, el mismo que ahora apuesta a obtener los mismos resultados, pero según ellos con un mínimo derramamiento de sangre.
Llegó un momento en que América Latina se habituó tanto a los golpes de estado militares, que además fueron tan coyunturales, que no pasaba nada porque entre gorilas no cabía la condena y menos que la OEA se atreviera a decir algo contra quien hacía de titiritero de las marionetas. Por supuesto que los golpes de estado militares crearon dictaduras genocidas, recordemos la dinastía somocista de 45 años que tuvimos aquí y cada una de esas dictaduras asesinaron por la vía de la masacre, en cualquier parte donde hubo gorilas uniformados, a miles y miles de gentes que no murieron en vano porque al final se convirtieron en una idea, en un pensamiento vivo transformado en revoluciones.
Es interesante observar cómo la brutalidad invasiva e interventora del enemigo de la humanidad, Estados Unidos, derivó en una voluntad de resistencia de los pueblos, particularmente los pueblos de América Latina, porque fue lo que condujo a la revolución cubana, 20 años más tarde la nuestra la nicaragüense, 20 años más tarde la bolivariana de Venezuela que desmontó todo un sistema corrupto de partidos políticos que se vencieron a sí mismos y luego corrientes de izquierda que aunque amenazadas están vivas en Honduras, México, en Bolivia, en Perú, en Argentina y claro por lo que acaba de suceder el pasado domingo, en Brasil.
El problema para el enemigo de la humanidad es que ahora sabe que el poder de la idea tiene más peso que el fusil o que las cañas huecas y para enfrentar a los que considera sus enemigos, porque no pensamos como ellos, porque tenemos nuestros propios intereses y porque queremos crecer con dignidad y jamás con el beneplácito de esos a quienes se les ocurrió que somos una colonia y además sus vasallos, es que ya no son para nosotros los “dómino” del mundo.
El imperio, odiado y decadente como está, en su desesperación se enredó en sus propias telarañas. Con la estúpida mentalidad de que somos su patio trasero, de creer que su poderío militar es suficiente para intimidar o de hacer de sus sanciones el nuevo instrumento de sus crímenes contra los pueblos, lo que hizo fue pararse sobre sobre un colchón de arena movediza y ahora cada vez que se mueve más se hunde y como los inquilinos de la Casa Blanca se sobran en la brutalidad entonces inventaron los “golpes de estado suaves o blandos” para bajar del poder a las plataformas de izquierda que se convirtieron en gobiernos gracias a la democracia popular que es la que vota por el bienestar de las mayorías, aunque jamás por las cúpulas, las élites o las argollas.
Eso de golpe de estado blando, golpe suave o golpe no tradicional lo endosan, a quien en vez de llamarlo como un fascista, lo disfrazan como politólogo y como todos sabemos se trata del estadounidense Gene Sharp, quien parió para interés de su país técnicas conspirativas diz que no violentas, algunos hasta les dicen pacíficas, con el fin de desestabilizar y causar la caída de gobiernos que curiosamente solo son de izquierda y donde el pretendido principal es hacer creer que la caída no fue causa ni de militares, ni de la injerencia de un poder de estado sobre otro poder de estado, sino que obedeció al efecto de un descontento popular con el concurso de algunos sectores de la sociedad que como aquí en Nicaragua fueron claramente identificados.
La macabra idea del golpe suave o blando es confiscar la voluntad y decisión de aquellos pueblos que democráticamente votaron por ofertas que desde el proselitismo político y electoral proclamaron la dignidad e independencia de sus naciones, lo que por supuesto es una música desagradable para cualquier burro o elefante que dicte desde la Casa Blanca.
Así las cosas Sharp diseñó un proceso para tumbar con armas psicológicas, sociales, económicas, mediáticas y políticas a gobiernos “incómodos” al interés imperial y para sus efectos describe un catecismo de deslegitimación, debilitamiento, calentamiento en la calle y fractura institucional dónde los ejecutores son peleles, traidores y agentes vende patria que actúan como sicarios políticos al servicio del Tío Sam quien financia, entrena y ordena lo que hay que hacer y contra quien pasar o lanzarse.
El turno del golpe suave le llegó a Brasil y aunque la estela de destrucción y terror será pasto mediáticamente por un buen tiempo, a nosotros que lo vivimos en el 2018, debe servirnos para estar alertas, para dormir como nos decía el Presidente Daniel Ortega, durante el acto solemne de instalación de la 39 legislatura 2023 de la Asamblea Nacional, con un ojo abierto y el otro cerrado porque de las aguas mansas líbranos señor.
Si los gobiernos de izquierda llevan a las naciones y pueblos prosperidad y desarrollo como el que tenemos en Nicaragua, que es un beneficio para nuestra nación que le revuelve las tripas al enemigo de la humanidad, entonces tenemos sobradas razones para no refrescarnos y profundizar desde la trinchera que corresponde a cada quien el aseguramiento de la paz y la estabilidad.
Si observamos bien cada vez que se ejecutó un “golpe de estado suave o blando” -que absurdo llamarlo así- la forma en que se implementó sorprendió a todos. Cardenales obispos y sacerdotes dirigiendo con sus sotanas el operativo; empresarios hipócritamente preocupados por la economía del país de la se que lucraron; falsos universitarios entrenados para venderse como la sangre nueva y salvadora; cabecillas de organismos no gubernamentales como operadores de la embajada norteamericana; medios de comunicación entrenados con agendas temáticas para hacer efectiva la sicología del terror; ofensivos patrioteros que se pasaban por el regollín del termostato la bandera del país que mágicamente aparecían por cienes de miles para ambientar un nacionalismo que en realidad nos quería como otra estrella en la bandera imperial y todo esto con el respaldo de mercenarios que desde las grandes cadenas de televisión norteamericanas juraban hasta con los cascos que, en nuestro caso, lo que pasaba en Nicaragua, era la expresión de un pueblo en rebeldía lo que por supuesto cayó vertiginosamente por su propio peso.
Los que se prestaron a toda esta canallada, los mismísimos que aquí en Nicaragua fueron amnistiados y que por encima de eso creyeron testicularmente que podían seguir en las mismas, hoy están dónde ellos decidieron estar porque no entendieron lo que una y otra vez se les repitió en cuanto a la “NO REPETICIÓN”. Hoy el imperio, sus satélites, los gobiernos colonialistas que por añadidura ya no les apoyan tanto, llaman a esos que están tras las rejas “prisioneros” políticos porque es parte del catecismo fascista del ya sepulto Gene Sharp y que por supuesto, de acuerdo a la hipocresía imperial no aplica, para los que ellos tienen tras el intento fallido de Donald Trump cuando pretendió tomarse el Capitolio en Washington, “cosas veredes Sancho amigo”.
Fuente: 19 Digital