Compartimos con nuestros lectores un artículo de Moisés Absalón Pastora, titulado: «Detalles del Momento: Venezuela un país bloqueado pero digno». A continuación se presenta el texto original:
Una es la Venezuela que pintan sus enemigos y otra la de Caracas, Maracaibo, Bolívar, Zulia, Sucre, Falcón, Miranda y el resto de todos sus estados. El interés perverso de aquellos que la dibujan paupérrima la venden en taparrabos y hasta advierten sin signos vitales de vida, es más la percepción más nefasta que de ella se tiene, es que su pretendido sepulturero, el imperio norteamericano, ya la enterró y no solo con Nicolás Maduro en la misma fosa sino a todos los chavistas que son millones y millones en permanente movilización y visibles frente a una oposición que no hace notar ni en caricatura el inmenso poder que supuestamente tiene derivado del financiamiento norteamericano que por lo que se observa ha caído en saco roto pues en las calles de su capital no hay asomos del pretendido y auto proclamado presidente del ridículo, Juan Guaidó, un conejo salido de un sombrero que causa risa cuando brinca.
Vengo del territorio llanero, estuve en la tierra de Bolívar y Chávez y no me contaron el cuento. Estuve en Caracas en el Primer Congreso Internacional de Comunicaciones realizado del 2 al 4 de diciembre en el Hotel Alba como parte de una delegación enviada por Nicaragua en la que participamos Daniel Edmundo Ortega Murillo, Alberto Mora, Adolfo Pastrán Arancibia, Oscar Ortiz, Camilo Calero, este servidor Moisés Absalón Pastora y el colega Irlandés Steven Sotpen, de la publicación internauta, Tortilla con Sal.
Venezuela es una nación con un pueblo estoico. Es, a pesar del criminal bloqueo que le han impuesto, un país orgulloso del legado de su historia, con grandes referentes de su nacionalismo que son un motor de energía vital que la sostiene, que la blindó para soportar el fuego graneado de sus enemigos externos e internos y que de retorno a la estabilidad conquistada a base de sacrificios y limitaciones notables está de vuelta al paso de los ideales marcados por el libertador Simón Bolívar y del gran constructor de esa gran revolución social, Hugo Chávez.
No es fácil entender cómo sobrevive Venezuela porque siendo una nación poderosamente petrolera, los estragos del criminal bloqueo están ahí, son visibles y en consecuencia seria mentiroso, decir que tengo la capacidad de graficar al máximo una fórmula comprensible que lo describa, pero algo sí es cierto los venezolanos saben perfectamente quienes son sus enemigos externos, los mismos que persisten en saquear sus recursos naturales para su propio beneficio y quienes, desde adentro, solo por alcanzar el poder y enriquecerse, hicieron sangrar a un país que volverá a ser lo que era bajo el ideal de su más grande visionario el venerado comandante que ahora descansa en el Cuartel de la Montaña y por el cual la más grande mayoría de venezolanos que comenzó a comprender que la distribución de la riqueza hizo posible que el agua, la luz, el cable de televisión, el transporte, el metro, el combustible, la vivienda y otros aspectos esenciales aminoraran el impacto de las agresiones imperiales contra una economía de sobrevivencia que paso a paso, desde agosto del 2018, va liberando espacios de inversión que en algún momento pretendieron asfixiar a la gran mayoría de los venezolanos.
Los venezolanos, pese a los inconvenientes de una economía en crisis como la que viven, reconocen los esfuerzos de los herederos de Chávez, del gobierno de maduro, por sacar su país adelante y el chavismo, que es impresionantemente inmenso, grande y mayoritario, se siente orgulloso de ser parte de esa voluntad y acoge cada iniciativa como una misión a desarrollar desde una actitud comprometida con su nacionalismo, pues si hay algo que exaltar es que aman a su Venezuela y detestan a quienes le hacen mal.
Yo pregunté a cuanto chavista pude sobre el papel de su invisible oposición y dieron su mejor respuesta, no existe. Juan Guaidó, para quienes hayan escuchado en algún momento su nombre, es el más despreciable de todos los venezolanos, y detrás de él, también un reducido grupo de quienes solo suenan en los medios de comunicación como ladrones acusados por otros ladrones porque en Venezuela los actos de corrupción de quienes quisieron asaltarla, con el cuento de salvarla, afloran más que el oro negro de sus llanos, que en algún momento quisieron poner en manos de sus amos, los Estados Unidos.
Cuando salí de Nicaragua rumbo a Caracas, al Primer Congreso Internacional de Comunicaciones, sobre el que ya hablaré próximamente, me recomendaron llevar muchas cosas que supuestamente no encontraría por aquellas tierras, pero cuando llegué a la tierra cuna de Bolívar, encontré de todo y en abundancia y nos recibió una ciudad activa y llena de tráfico vehicular, una ciudad nocturna movilizada, centros comerciales llenos de compradores y fui a uno frente al Hotel Meliá donde nos hospedábamos, donde había un centro comercial tecnológico de cinco, atiborrado de gente que entraba y salía; vi supermercados llenos de todo, como están los de aquí en Nicaragua y entonces comprendí que la Venezuela en negro que me pintaron no era más que la negación al esfuerzo hidalgo y valiente del gobierno y pueblo bolivariano para salir de ese abismo al que lo condujo la agresión norteamericana, cuando las guarimbas criminales, idénticas a los tranques de la muerte que nos impusieron aquí, impuso a la patria de Chávez tocar fondo, pero desde el mismo empezar a emerger porque se supo en autos del origen de su sufrimiento.
Para los venezolanos ni la cosa está resuelta ni la lucha ha finalizado, se saben golpeados, sí, pero ninguna opción los conduce a considerarse vencidos, por el contrario, son alegres guerreros de sus retos, son gladiadores enardecidos de cada batalla que desde la inmensidad de todo su territorio libran con un sentido común de patria, que gritan y que hacen trascender a quien los visita, coreando dinámicas e imaginativas consignas que reflejan las emociones y sentimientos que denuncian el cobarde y mezquino plan imperial por acabarlos y de la misma forma lo hacen contra aquellos, sus propios peleles, que para cada Chavista, la inmensa mayoría que tiene alma llanera, no son otra cosa que cosas o bichos que mal nacieron en una tierra que está determinada a ser libre.
Venezuela es toda una simbología de imágenes contrastantes entre la riqueza de su naturaleza, codiciada por los apetitos de conquista del arrogante imperio y la humildad de un pueblo revolucionario cierto de lo que quiere, de la esperanza que les preñó Chávez, de la prosperidad que quieren tener y de quien se las puede realmente dar.
A Venezuela la visito por segunda vez. La Primera vez lo hice en 1993, asistiendo a un seminario dirigido a juventudes latinoamericanas sobre la industria petroquímica y de hidrocarburos de PDVSA, lo hice en representación del Círculo de Periodismo Científico de Nicaragua. Por aquellos tiempos había una decepción profunda de la sociedad venezolana con los partidos políticos tradicionales que la habían gobernado y el que la estaba gobernando, todos distantes de la realidad del pueblo, todos a cuál más, quedándose con la parte gruesa del petróleo y dejando a las mayorías menos que las migajas y cuando uno percibía el descontento y exploraba sobre cualquier salida toda respuesta nos trasladaba a Hugo Chávez quien estaba preso junto a diez oficiales por la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992.
Hugo Chávez es para los Venezolanos, el par contemporáneo del libertador de América, Simón Bolívar. Hugo Chávez Frías es todo para casi todos y aquellos que lo odian por lo que representa, aun desde su última morada en el cuartel de la montaña, que visité en esta otra misión, saben muy bien que está más que vivo.
Hugo Chávez visto desde adentro de Venezuela es inmenso, es como nuestro Sandino en Nicaragua, que tiene muchas razones de peso histórico para asustar al imperio, para hacer saber desde su sombra que exigimos y no pedimos respeto, que somos una idea que camina por américa latina, que juntos somos una esencia ideológica poderosa, que somos una actitud activa frente al poderío militar imperial que siempre terminará estrellado por la historia escrita con la sangre de los mejores hombres de esta américa rebelde, que no se rinde, que no se vence, que no claudica, que va conquistando el porvenir con la fuerza de la razón y que para lograrlo se llena de pueblos que desde siempre decidieron ser libres y soberanos.
El imperio nos puede bloquear, lo puede hacer como con Venezuela, como con Nicaragua, pero lo que no puede es hacernos sus esclavos, lo que no puede es vencernos, lo que no puede es vernos de rodillas porque ya somos libres, porque somos quienes construimos con nuestros propios ingredientes la libertad que vivimos y eso es lo que nos hace realmente grandes, invencibles y dueños de la patria que vive en nosotros.
Con ese espíritu encontré a Venezuela 26 años después que la visité por primera vez. Ella es un alma llanera que va adelante, que no se detiene ante los estorbos: es un pueblo que no tiene tiempo para sus enemigos internos porque no necesita ocuparse de ellos, porque de la misma manera que aquí pasa allá también se despedazan entre los mismos y ladrones acusan a otros de haber robado y se excluyen y se auto excluyen y cada quien se considera el mejor y los demás no sirven y todos te dicen o estás conmigo o estás contra mí.
Me vine de Venezuela inyectado por el Chavismo militante, me vine impresionado por la humildad, atención y sencillez de su gente, me llenó haber estado cerca de quienes son sus centros de decisión escuchar de cada uno de ellos su más profundo interés porque la tierra de Bolívar y de Chávez, camine hacia el futuro tomada de la mano por el poder de tan poderosos ideales.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA
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