Compartimos con todos y todas un artículo escrito por la Compañera Mirna Mendoza (Comisionada en retiro) titulado: «Marcos Rivera, el padre de Filemón y Francisco Rivera Quintero». A continuación se detalla el artículo original.
Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal,
nada puede incomunicarlos, ni la paredes de una cárcel,
ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo,
una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dignidad los alienta a todos. (Comandante Fidel Castro)
No preciso la fecha, pero hubo que mandar a Filemón Rivera Quintero a Costa Rica, porque estaba enfermo, pero sí recuerdo que en 1969 estaba preso.
Comencé a visitar a mi esposo Ramón Rizo, en la cárcel de la Aviación, hoy Ajax Delgado, para el mes de octubre de 1969, después de obtener mi libertad. La Oficina de Seguridad Nacional (OSN), me capturó en Jinotega y me trasladó a Managua. Después de 10 días me dejaron libre.
En mi caso, desde octubre de 1969 al 13 de mayo de 1972, todos los viernes me juntaba con las familiares de los reos políticos. Don Marcos era el único varón, el resto éramos mujeres. Teníamos visita cada viernes, la cual duraba cinco minutos.
El Jefe de la Aviación era el criminal Alesio Gutiérrez. Cuando entrábamos, revisaban la comida, la cual rebatían con la cuchara plástica que uno ponía y a veces con las manos sucias de los guardias y si llevabas algo que les gustaba, se lo cogían. La ropa también era bien revisada.
Ahí conocí a don Marcos Rivera, el papá de Filemón. Un señor de mediana estatura, ya con algunos años encima, su cara bien colorada, muy ameno, platicador, de manos gruesas (de trabajador) y nos contaba las dificultades que pasaba para llegar a visitar a su hijo, pero jamás falto un viernes. Me decía: «Hoy me vine colgado de un bus»; otras veces le decía al chofer que lo llevara como ayudante, otras ocasiones al raid y muy pocas veces tenía para el pasaje.
– ¡Ajá!, hoy viene con olorcito a guaro, le decía.
Y me respondía: «es que así agarro valor, porque ganas no me faltan de verguear un hijueputa».
Yo le replicaba: «No vaya a cometer locuras, que nos pueden cortar la visita; cómase un chicle, para que mate el tufito».
Esa vez me dijo:
«hoy voy a continuar rompiendo alambre de la malla (nos separaba una malla de nuestros familiares) para dejarla lista porque la próxima semana le voy a pasar un mensaje. «
Y le digo:
«Que no lo miren los guardias que nos ponen detrás». Y entonces, él me pide: «Vos te ponés de ladito y me ayudás a tapar».
Muchas veces, don Marcos me decía: «Mira allá esta tu amiga (Doris Tijerino), siempre se pone ahí, saludala». Yo levantaba mi mano y hacía un ademán de saludo; ella respondía. Hasta que un día un guardia me golpeó el brazo y me lo bajó bruscamente. Don Marcos le dijo: «¡No le da pena golpear una mujer! Si quiere se agarra conmigo». Lo jalé de brazo, y le pedí que caminara porque le podían quitar la visita.
Al rato me dijo: «Me vas a regalar unos pesitos para dar a mi hijo». Entre todas las familiares de reos políticos le dábamos algo de dinero y por los pequeños huecos de la malla pasábamos el dinero a cada compañero. Ese dinero los prisioneros del FSLN lo ocupaban para comprar voluntades de reos comunes: les comunicaban noticias, se pasaban información, etc.
Creo que fue en 1970 que convocaron a juicio en varias ocasiones, pues no lograban completar el jurado. A la tercera vez, nos pasaron información quienes componían el jurado y nos dimos a la tarea de ubicar algunos, yo lo hice con doña Doris Haslam. Fueron absueltos en ese juicio, pero todavía pasaron presos más de un año.
La huelga de hambre de 1972
Puede haber sido a comienzos de abril de 1972, cuando fuimos a la visita en la Cárcel de la Aviación, que don Marcos, me dijo:
«Hoy vas a sacar la ropa sucia de mi hijo; ahí va un comunicado, voy a llegar a tu casa para explicarte».
Después me indicó: «ese saco es el de mi hijo, agarralo y te lo llevás».
Busqué el comunicado y no lo encontré. Lavé la ropa y don Marcos se apareció el viernes siguiente. Me explicó que el comunicado era un parche que estaba tan bien cosido en la sábana que yo no lo noté. Lo descosimos, lo transcribí a mano, él se llevó el papel y yo me quedé con la tela. Medía un metro por un metro. La sábana se miraba bastante rota, pero bien cosida. Su contenido era detallaba los preparativos para la huelga de hambre que los reos sandinistas iniciarían a lo inmediato.
El comunicado denunciaba las torturas que sufrían; que estaban presos después de haber sido absueltos por un jurado; que otros compañeros estaban detenidos y no habían sido juzgados. Hacía llamado al pueblo en general, a los estudiantes, a luchar contra el somocismo y unirse al FSLN.
«¿Y ahora qué vamos hacer?», le preguntó y don Marcos respondió: «Eso déjemelo a mí. Cada quien manejaba la información que correspondía y ninguna pregunta más.
Me dijo: «Nos vemos temprano el viernes en La Aviación y ahí coordinamos con las demás familiares».
Ese día, los compañeros detenidos nos orientaron que en unos cuatro días, dejáramos de mandar alimentos, que durante 15 días se mantendrían sólo tomando agua, lo que iban a disminuir paulatinamente hasta que al llegar el fin del mes de ayuno dejarían totalmente de tomar agua. También nos dijeron que perderíamos la comunicación con ellos y que estaban coordinando con algunos presos comunes para que sus familiares informen sobre su situación en la cárcel.
Los familiares de los reos políticos nos convocamos en la Cruz Roja (que quedaba del Palacio de Justicia, hoy la sede de Medicina Legal, una cuadra al lago). Ahí permanecimos por más de un mes. Un grupo se sumó a la huelga de hambre. La mamá de Santos Medina, después de tres días de iniciada su huelga de hambre, perdió el conocimiento debido a un problema de presión sanguínea.
Fue uno de los movimientos más grandes que se hizo por la libertad de presos políticos. Los estudiantes hicieron lo suyo: marchas, tomas de iglesias, suspensión de clases y los medios de comunicación radial informaban lo que estaba pasando, y en menor medida también La Prensa lo hacía.
Siempre nos acompañaron los abogados defensores, los que recuerdo: Ernesto «Tito» Castillo, Aquiles Centeno Pérez y Manolo Morales Peralta. Entre los curas que recuerdo en la Cruz Roja, estaban: Fernando y Ernesto Cardenal; y el padre Chavarría, que en ese entonces tenía a su cargo la Iglesia San José.
Funcionarios de la Cruz Roja ingresaron un par de veces a la Cárcel de la Aviación y nos informaron del deterioro de la salud de muchos de los reos, pero ninguno desistía.
Triunfo de los reos Sandinistas
Catalino Flores, ya llevaba dos pisa-y-corre. Es decir, que lo dejaban libre y a unos cuántos metros de la cárcel, lo volvían a capturar. En esa huelga fue el primero que sacaron en libertad. Logró llegar hasta la sede del diario La Prensa y de ahí nos avisaron que Catalino estaba libre. Sería el 12 de mayo de 1972, porque al día siguiente obtuvieron la libertad Doris Tijerino Haslam (ya su mamá, doña Doris Haslam, estaba muy enferma), Filemón Rivera Quintero, Rolando Roque Fonseca, Santos Medina, Ramón Rizo (mi esposo) y en Jinotega mi cuñado Sergio Rizo Espinoza.
Siempre recuerdo a don Marcos con una panita de comida y la ropa limpia de Filemón, conspirando siempre. Yo le contaba como asesinaron a un familiar mío (Ajax Delgado López) en esa cárcel.
Y me decía:
«Que no se nos olvide. Más o menos por aquí cayó ese muchacho. Entre estas palmeras. Yo vi la foto en la Prensa donde es la mamá de Ajax (mi tía Luz López) aparece con la mirada perdida en el cielo».
Algunos años después del triunfo, el FSLN me envió a trabajar en Estelí. Fui a buscar a don Marcos y al llegar a su casa, estaba un señor sentado en la puerta y pregunté:
«¿Aquí vive don Marcos?».
«Sí –me dijo el señor– pero no está.
¿Para qué lo quiere?».
Yo le dije: «Es que yo lo conocí en la Aviación cuando llegaba a ver a Filemón».
Se pone de pie el anciano y dice: – ¿Ideay? ¿no me conocés?».
Nos abrazamos y hasta lloramos ese día. (Don Marcos falleció el martes 26 de enero de 2016, cuando tenía 101 años de edad).
Algunos años después, la Comandante Doris llegó a verme con el hijo menor de don Marcos, Francisco Rivera Quintero, «El Zorro». Lo saludé militarmente y me dijo:
«Usted tiene un pedazo de tela con un comunicado que escribió mi hermano Filemón cuando estaba en la cárcel. ¿Me lo puede enseñar?».
Se lo regalé, pues estimé que a él le correspondía tenerlo.
Tomado de: http://radiolaprimerisima.com/
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