Compartimos con todas/os la historia del Combate del Bramadero, contada por Gregorio Selser en el libro Sandino: General de Hombres libres. A continuación se describe textualmente la historia de estos acontecimientos:
El 29 de febrero de 1928, en Nueva York se recibían las primeras noticias de un nuevo encuentro sostenido entre tropas invasoras y patriotas, aquéllas al mando del teniente Edward E. Oday, de New Hampshire, y éstas al mando del General Sandino. Treinta y seis soldados yanquis que regresaban de Yalí con provisiones y un convoy de 80 animales, habían sido atacados con rifles, y por lo menos una ametralladora, desde unos matorrales en las cercanías de Jinotega. El resultado de la emboscada había sido de cinco muertos y siete heridos graves entre los marinos invasores, contra ninguno de los combatientes sandinistas.
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En dos meses, era la primera noticia de un encuentro de importancia, y no resultaba muy halagüeño para los invasores. Era, a la vez, la primera prueba concreta de que Sandino no había huido a Honduras después de la batalla de Quilalí, en diciembre de 1927, como lo pretendía el secretario de marina de los Estados Unidos, sino que, por el contrario, seguía dispuesto a continuar batallando contra la intervención sin tener en cuenta el fracaso de la VI Conferencia Panamericana, sin tener en cuenta las condiciones adversas en que peleaba, y sin tener en cuenta que los gobiernos de todo el continente los habían dejado librado a su destino, desentendiéndose de su misión reinvindicadora.
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Tampoco parecía arredrarle la noticia de que, el mismo día de su encuentro con los marinos, era desembarcada en el puerto de Corinto una carga de 1.000 toneladas, destinada a sus enemigos, en la que figuraban ocho aeroplanos de combate y seis tractores sistema oruga, que iban a ser empleados durante la estación lluviosa, cuando los caminos resultasen impracticables para los camiones militares.
Sandino relató asi a Maraboto el combate del 27 de febrero, en «El Bramadero»:
Ya nosotros conocíamos las tácticas yankee, a quienes dimos por su juego. Emplazamos nuestras ametralladoras en lugares estratégicos nos pusimos a esperar. La brigada completa se colocó en el sitio deseado. Llegó el momento y… nuestras máquinas de guerra trepidaron hasta fundirse al calor. Los pobrecitos yankees caían como chapulines. Fue la matanza más grande que vi en mi vida. Desesperados, disparaban al azar, como locos; se subían a los árboles y luego se caían perforados por las balas de las ametralladoras; se lanzaban a los lugares de donde partían los fuegos, y no lograban llegar. Iban a pecho descubierto y ofrecían un blanco admirable a nuestras balas. Sus armas, las armas que bendijo el obispo de Granada, no les sirvieron para nada. Huyeron en dispersión. El triunfo nuestro fue completo.
El campo, un cañaveral inmenso, resecado por los vientos, cobijaba centenares de muertos y heridos. Por los cuatro costados se puso fuego a las hojas secas del cañaveral. ¡Era preciso acabar con las alimañas! Las llamas se alzaron pronto, avivadas por el aire. Un olor a carne quemada se esparció en el espacio. Y en la historia de nuestras luchas, ése se llama el combate del Bramadero.
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La referencia del obispo de Granada, Canuto Reyes, era intencionada. A mediados de febrero ese sacerdote había bendecido las armas de un batallón norteamericano que partía al frente para acabar con el bandido Sandino. Ese batallón, a su paso por el pueblo de Yalí, saqueó la iglesia y secuestró un incensario de oro. En cuanto al fuego en el cañaveral, Maraboto aclara que Sandino, sin embargo, modificó su orden y que, considerando crueldad inútil la de quemar a los heridos, ordenó apagar los fuegos y recoger a las víctimas porque, a pesar de todo, son mis hermanos. Y aclararía Sandino:
Antes de retirarnos del Bramadero, recogimos un botín de guerra magnífico: ametralladoras Lewis y Colt, rifles automáticos, gran número de pistolas Thompson y cartuchos en enorme cantidad. Además recogí el incensario de oro robado en la iglesia de Yalí, y procedí a entregarlo a los vecinos más caracterizados de El Bramadero, para que lo restituyeran a aquel tempolo.
Referencias:
Selser G. (2014). Sandino: General de Hombres Libres. 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Continente. pp. 288 – 289